La cuestión Malvinas sigue esperando

Las fuerzas británicas ocuparon las Islas y expulsaron a las autoridades y a la población argentina que allí residían, un 3 de enero del año 1833.

Las Malvinas quedaron fuera del acuerdo comercial entre la Unión Europea y el Reino Unido Gran Bretaña bautizó con nombres ingleses 28 lugares de la Antártida Hace 188 años, el 3 de enero de 1833, se consumó la tercera invasión inglesa a nuestro país. Fuerzas británicas ocuparon las Islas Malvinas y expulsaron a las autoridades y población argentina que allí residían. En 1820, por primera vez la bandera argentina había sido izada por el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata, como parte de la afirmación de sus derechos a las posesiones coloniales españolas. Con el acto de usurpación que hoy recordamos, el Reino Unido violó el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación que había firmado el 2 de febrero de 1825. Gobernaban entonces Juan Gregorio de Las Heras y su Majestad Británica, el extravagante Rey Jorge IV. Entre otros aspectos, el tratado hacía mención a una “perpetua amistad y recíproca libertad de comercio”.

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Esas irredentas islas, ubicadas a 500 km de la Argentina continental y a 12.000 km de Londres, son incuestionablemente argentinas desde el punto de vista histórico, geográfico y jurídico. Desde hace casi 200 años la Rubia Albión se ha negado a emprender negociaciones serias, ignorando el permanente reclamo argentino ante los principales foros internacionales, y más de cuarenta resoluciones al respecto de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Hace más de medio siglo que ese organismo ha establecido el diálogo como el modo de solucionar la disputa de la soberanía entre las dos partes: la Argentina y el Reino Unido. Un hito en tal sentido lo constituye el conocido Alegato del representante argentino, embajador José María Ruda, ante el Subcomité de Descolonización de la ONU, en 1964, que dio origen a la Resolución 2065 de la Asamblea General del 16 de diciembre de 1965 —durante el gobierno del presidente Arturo Umberto Illia— que fue adoptada por abrumadora mayoría, y a la cual ni el propio Reino Unido pudo oponer un voto negativo. Constituyó, hasta ahora, el mayor éxito de nuestra diplomacia sobre la Cuestión Malvinas.

Ninguna de las resoluciones de la ONU ha incluido referencia alguna a la libre determinación que los británicos procuran forzar a favor de sus conciudadanos residentes en las islas, pues el derecho a la libre determinación de los pueblos no es aplicable al tratarse de ciudadanos británicos trasplantados (implantados) y no de un pueblo originario. En todos sus pronunciamientos, la ONU se refiere a “respetar los intereses” (la forma de vida) y no, obviamente, los deseos. En los procesos de descolonización, Malvinas es un caso muy diferente a otros, como por ejemplo los de Gibraltar y Hong Kong. En el primero de los casos, por el Tratado de Utrecht (1775) el rey Felipe V cedió el Peñón de Gibraltar a la corona de la Rubia Albión. El 1° de julio de 1997, después de más de 150 años de dominio británico, se constituyó la Región Administrativa Especial de Hong Kong (Asia Oriental) de la República Popular China.

La Cuestión Malvinas es una razón de Estado prescripta claramente en la primera de las Disposiciones Transitorias de nuestra Constitución Nacional: “La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas (…) La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes y conforme a los principios del Derecho Internacional constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino”. La citada Disposición fue aprobada por unanimidad con la abstención de un solo constituyente que décadas después se desempeñó como ministro de Defensa. Pero es más sensible y triste que un ex presidente de la Nación haya expresado: “Nunca entendí los reclamos de soberanía en un país tan grande como el nuestro (…) Las Malvinas serían un déficit adicional para el país”. Dicho sea de paso, en su gestión el déficit fiscal se incrementó, a pesar de la despreocupación por Malvinas. Los británicos no desconocen las citadas afirmaciones y no pocos de ellos aseguran que el tema Malvinas responde solo a los intereses del gobierno de turno.

Nada hizo tanto mal como que en 1982 una irresponsable, desprestigiada y tenebrosa dictadura cívico-militar, con el bastardo fin de prolongar la misma, apeló a la fuerza para recuperar algo incuestionablemente nuestro. Pero ello no invalida en absoluto lo expresado. El pueblo argentino valora que la guerra no es una obra de Dios. Soldados argentinos pelearon en un conflicto donde ambos bandos respetaron los usos y leyes de la guerra.

Como un veterano más, reconozco y valoro la profesionalidad e hidalguía del soldado británico. Es lamentable que un diputado de la Nación se refiriera a ese episodio como “un fiasco”. No creo que el señor diputado haya tenido la intención de desconocer que hombres argentinos pelearon y murieron por un sentimiento. Recordemos que en ese sentido San Martín dijo: “Una derrota bien peleada vale más que una victoria casual”.  

Nuestra política exterior debe desprenderse de la pesada carga de las marchas, contramarchas e inconsistencia en tan sensible tema. Un hecho trascendente para avanzar seriamente en la Cuestión Malvinas es la sanción por el Congreso de la Nación de la Ley 27558/2020 –aprobada por unanimidad por todos los bloques parlamentarios— que creó el Consejo Nacional de Malvinas donde están, entre otros, parlamentarios de distinto signo político. Ello contribuye a demostrar una razón de Estado que trasciende los mandatos presidenciales. En ese contexto se avanzará en las negociaciones con el Reino Unido privilegiando el diálogo y el respeto, lo que de ninguna manera margina la firmeza del reclamo. Con los isleños debemos conversar y avanzar hacia una mutua, gradual y beneficiosa forma de integración.

Hoy carecemos del talento de un José María Ruda, pero estoy seguro de que estadistas y hábiles diplomáticos aparecerán en el momento oportuno, aunque demande su tiempo. Un tema de análisis sería no imponer la soberanía como condición sine qua non para el diálogo con Londres, y ello no debilitaría en absoluto nuestro justo y legítimo reclamo. Lo condicionante será aglutinar nuestro frente interno frente a la real importancia geopolítica de la Cuestión Malvinas.

Por Martín Balza Ex Jefe del Ejército Argentino, Veterano de la Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica