Venía pensando hace ya un tiempo en aprovechar esta fecha para agradecer y homenajear a las mujeres de San Isidro que tanto nos han enseñado, guiado e inspirado para que vivamos al máximo de nuestro potencial. Tantos buenos ejemplos de mujeres que emprenden, que hacen, que trabajan y que dan trabajo que fueron, sobre todo en los momentos más difíciles de la pandemia, artífices del hacer para salir adelante.
Sin embargo, no puedo dejar de pensar en una mujer, y el sólo hecho de traer a mi memoria a esa mujer, que fue violada hace pocos días, en un auto, a plena luz del día, me hiela la sangre, me llena de bronca, de ganas de llorar y de dolor.
Porque a esta altura ya está claro: fue ella, pero podría haber sido cualquiera de nosotras. Las mujeres corremos más riesgo de ser asesinadas y/o de ser objeto de violencia psicológica, física, emocional y económica por el simple hecho de ser mujeres.
Aunque el Estado ha intensificado sus políticas y la asignación de recursos para prevenir y responder a la violencia contra la mujer es necesario un mayor esfuerzo para que estos enfoques sean realmente transformadores, especialmente en lo que respecta a la prevención. Es, y debe ser, una política pública y una prioridad en materia de derechos humanos. Y esto no puede ser ni una bandera, ni un discurso progre. No es opinable, y no debe ni puede ser una cuestión política que nos divida. No es opinión, es real: en nuestro país, matan a una mujer cada 40 horas.
El Ministerio de la Mujer debe ser distinto, cercano, y práctico. No alcanza con fomentar debates dialécticos. La calle es distinta a un panel académico. La justicia debe ser rápida, implacable y con penas durísimas. Es urgente prevenir para que no pase más y condenar para que no vuelva a pasar.
Las mujeres necesitamos ser más escuchadas; nuestras voces no deben ser silenciadas ni nuestras experiencias deben pasar desapercibidas. El Día Internacional de la Mujer consiste, en parte, en dar voz y esperanza; en estar unidos en una red de apoyo, en acompañarnos, en hablar, escuchar y enriquecer nuestra comprensión sobre las causas profundas de la violencia y de sus terribles consecuencias.
La violencia de género es un problema urgente y colectivo, la salida, también, y nos incluye a todas las personas. Es necesaria la colaboración y la empatía de la sociedad entera para poder vivir una vida libre de violencia.
Los derechos de las mujeres son derechos humanos. El camino hacia la igualdad es un camino hacia la igualdad de oportunidades y de derechos y la única forma de llegar, es si lo recorremos juntos.
Quería hablar de las maravillosas mujeres que tenemos alrededor, pero la responsabilidad de tener un espacio para expresarme me convoca a lo que nos es urgente.
Por Rosalía Fucello – Vicepresidente HCD San Isidro