Formalmente el calendario dice 24 de marzo, y en nuestro país, es el Día Nacional de la Memoria, por la Verdad y la Justicia.
Una efeméride portadora de tanto horror que aún hoy, 46 años después, nos desafía a seguir intentando algunas reflexiones. Porque ese día de 1976 se inició la última dictadura cívico, militar y eclesiástica, que instaló el régimen de terror más cruel y sistemático de nuestra historia.
¿Por qué volver, luego de 46 años, sobre un pasado del que ya se ha escrito tanto? Un tiempo que no nos ofrece el ejercicio de la cómoda nostalgia, sino el recuerdo un plan de desaparición forzada que nos arrancó a treinta mil víctimas y que despojó de su identidad a más de quinientas criaturas nacidas en cautiverio. Una de las razones más poderosas es precisamente la existencia de ese plan, que incluía el silenciamiento de lo ocurrido, el olvido y la negación de la muerte misma, por el poder del estado en su máxima expresión.
Ocurre que, en nuestro país, como en todos aquellos que han vivido una experiencia tan atroz, se impone el deber de memoria, el imperativo ético de la restitución de lo negado. Y no es fácil. De ahí que año a año volvemos a recordar, en una nueva apropiación del pasado en cuyo centro no hay héroes sino víctimas. Y a las víctimas se las honra. No se las niega.
Se las honra buscando la verdad, reconstruyendo los hechos, conociendo las múltiples causas que los provocaron, para exigir justicia. Y cuánto han luchado en nuestro país los organismos de derechos humanos. Cuánto debemos a las Madres, que desde abril de 1977 marchando en la plaza, lograron quebrar la imagen del gobierno dictatorial propiciado por la gran democracia del norte y su Plan Cóndor.
Y la verdad, a fuerza de resistencia, logró imponerse. En 1985, a dos años de iniciada la democracia, ocurrieron los juicios a las juntas militares, algo sin precedentes en la historia. Luego sobrevinieron los levantamientos militares y las leyes del perdón, hasta el indulto. Pero el pueblo y sus organizaciones de derechos humanos siempre salieron a la calle a protestar y marcar el camino que no siempre las autoridades siguieron.
Hubo un presidente que con un simple gesto y un escueto “proceda” descolgó cuadros y honores y avivó la esperanza; se derogaron las leyes y se recomenzó el camino de la justicia.
También hubo un presidente, otro que, respondiendo a los mismos sectores enriquecidos con la dictadura, puso en duda el número de las y los desaparecidos y que consideró un curro a los derechos humanos. Y no casualmente, es el mismo presidente que firmó el acuerdo por el que el FMI concedió a nuestro país el préstamo más importante de la historia, cuyo pago condicionará nuestra democracia. Como se advierte, el establecimiento de la verdad, sobre varias cuestiones, continúa en disputa…
Entonces el ejercicio de la memoria se impone, más, en un tiempo signado por una cultura basada en el presente inmediato y fugaz, y el voraz consumismo que a la vez, excluye y condena a la pobreza a vastos sectores de la población.
Claro, el camino de la memoria, la verdad y la justicia no fue ni es fácil, muchas veces se reduce a un sendero con obstáculos. El poder judicial, una institución cuestionada, no ha juzgado todavía a numerosos genocidas, otros no lo serán a causa de su “salud mental”. Como el caso del empresario dueño de Ingenio Ledesma, Carlos Pedro Blaquier. A muchos los alcanzará la impunidad sin pasar un solo día en la cárcel.
Los hechos aquí reseñados nos permiten advertir, en el presente, la continuidad de privilegios, procesos, actores y de prácticas impropias de un estado democrático. Lo que nos lleva a complejizar las dimensiones de este nuevo 24 de marzo.
Tal vez la más terrible de estas prácticas sea la de la violencia policial, cuyo reconocimiento es también parte del deber de memoria, el que se proyecta en la construcción de un presente y un futuro libres de violaciones a los derechos humanos.
Por último, honrar a las víctimas del pasado es también nombrar a las víctimas del presente, aunque haya transcurrido menos de un año del último día de Gianfranco Cardozo Fleitas, aquel 28 de mayo de 2021, cuando la policía y el cot lo detuvieron cerca de su casa, en Don Torcuato.
¡Por la memoria, la verdad y la justicia!
¡30.000 detenidxs desaparecidxs, presentes!
¡ Justicia para Gianfranco Cardozo Fleitas
Por Virginia Baldo – Prof en Letras – Sec de DDHH de Suteba Tigre.