Experiencia Burning Man

Explicar lo inexplicable. Relato de un viaje a la otra dimensión

El BURNING MAN (BM) es un evento tan particular que no resiste definiciones, no se atiene a ninguna forma conocida, participar del mismo es como vivir dentro de una película de ciencia ficción o de una sociedad utópica fundada aquí en la tierra; intentaré con este relato, transmitir “algo” de la esencia de este Movimiento Cultural Global.

La primera vez que escuché sobre “Burning Man” fue cuando estaba pensando qué hacer para festejar mi cumpleaños número 40; quería algo original, revelador y por esas “causalidades” de la vida (BM me enseño que nada es casual) escuché a un amigo hablando sobre una especie de festival de arte, en el desierto de Nevada; sin más información me dije: “Es mi festejo de 40”.
Me metí a investigar. Lo primero que encontré del BM (y que me dio la pauta que era muy popular en Estados Unidos) fue un capítulo de “Los Simpsons” donde la familia viajaba al festival y “Marge” vivía una noche psicodélica. Súper entusiasmado seguí por la web oficial ( https://burningman.org/ ), sitio en el que se repetían con insistencia palabras como “Black Rock City”, “Burners”, “Goggles” (no Google) y “Dust”, las definiciones del lenguaje del planeta Tierra no correspondían con las del Universo BM. 
BLACK ROCK CITY (BRC): Nombre de la “ciudad temporal” construida en el remoto e inhóspito desierto de Black Rock en Nevada; la misma tiene una duración de una semana, no posee agua ni electricidad, aloja a 70.000 personas y luego desaparece sin dejar rastro.
BURNER: Participante y miembro de la Comunidad BURNING MAN.
GOOGLES: Elemento principal de supervivencia que cumple la doble función de proteger los ojos de las espontaneas, fugaces y permanentes tormentas de polvo, y la de lookear con un toque “futuro retro” a su usuario.
DUST: Material constituyente de la superficie árida de la zona; polvo de color blanco similar al producto de limpieza “ODEX”, que se vuelve tu amante inseparable durante los 7 días en el desierto y los siguientes 45 días, o más, en tu ropa y elementos personales.
 

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Cuanto más me informaba  mayor era mi desconcierto e incertidumbre. Comenzaron a aparecer “los amigos de amigos de un amigo de otro amigo” que habían asistido alguna vez; los contactaba para intentar obtener respuestas fácticas que paliarán mi neurosis “ansiopracticapragmática”. Hablé con una chica que vive en New York, no podía comprenderla aunque hablase en perfecto español. Mis preguntas eran: ¿Cómo te alimentas?¿Dónde dormís?¿Te podes bañar? ¿Cómo se consiguen entradas?   Y su respuesta fue: “En BM todo es posible, nunca te va a faltar nada…si tenés que ir al Burning Man, si lo sentís, de una forma u otra vas a ir”. Genial, o sea que la solución a mi cuestionario era entregarme a una creencia mística.
Había que avanzar con el tema tickets, supe que conseguirlos no era tarea sencilla, no se trata de poner tu tarjeta de crédito y aceptar la compra, sino que requiere de un trabajo previo, una planificación y así todo podía fallar. Con mis compañeros de aquel primer “burning” empezamos la ODISEA de conseguir entradas. Supimos de gente que por no encontrar tickets habían ingresado en el baúl de un auto dentro de una maleta y otros que se lanzaban en paracaídas sobre la ciudad desde un avión: con mi 1,85 mts y la fobia a las alturas ninguna de las opciones eran viables 
Así que emprendimos una estrategia para ser uno de los beneficiarios de los limitados tickets que se ponen a la venta en un único día y horario para todo el mundo. “Si tenes que ir al BM, si lo sentís…” rezaba internamente y al mismo tiempo sabíamos que debíamos conseguir tres tickets. Seguimos las instrucciones de la web al pie de la letra: semanas antes de la fecha y hora estipulada ya nos habíamos registrado a nosotros mismos y habíamos creamos (molestando a amigos y familiares) más de 20 usuarios habilitados para así tener más chances en la fila online.

El día de la venta de tickets contábamos con un batallón de computadoras, teléfonos y personas que tuvieron que interrumpir sus actividades a las 16hs hora local para lograr que algunos de nuestros usuarios pudiese avanzar en la fila virtual y definir si íbamos a ser parte del BM o nos quedábamos “fuera de la copa”.  
El primer ingreso fue un amigo desde La Pampa, cada usuario puede comprar un máximo de dos tickets, nos faltaba uno, tenía frente a mí cuatro pantallas con hombrecitos verdes que no avanzaban y el cartel de SOLD OUT podía aparecer en cualquier momento; un amigo del otro lado de la línea escribe: “Adentro”.
Alegría desmedida, teníamos los tickets para ir a un lugar que no sabíamos que era, ni de que se trababa, ni cómo se llegaba pero ahí estábamos cumpliendo la fase1 “Si tenes que ir al burning man…” comencé a creer que había un dios llamado “BURN”.

BURNING MAN
FASE 2
El ingreso a la otra Dimensión:
Con boleto de avión, Motor home, vestuarios estilo film “Mad Max” versión porno soft, y habiendo leído la guía de cómo sobrevivir y crear comunidad en condiciones extremas del BM estábamos rumbo a NEVADA. La guía informaba que íbamos a ingresar “a un espacio “desmedido” que valora quién es uno y no lo que tiene y que cada individuo debe ser responsable de su propia supervivencia, seguridad y bienestar. No nos alcanzaba la imaginación para armar una lista finita de elementos necesarios así que fuimos al Walmart por:
Alimentos envasados y frescos, bidones de agua, bebidas alcohólicas, latas de cerveza, latas de cualquier cosa, bebidas con electrolitos, agua y más agua, metros de papel higiénico, pilas, luces, bronceador, botiquín, pinza, martillo, medias y calzoncillos baratos, bolsas “ziploc”, toallitas húmedas de bebé, objetos que se publicitan en los programas nocturnos de tele-venta que te hacen la vida más fácil y, fundamental, bicicletas, que son las que te permiten trasladarte por la ciudad.
Con todo a cuesta (solo utilizamos un 15% de lo que compramos) emprendimos viaje hacia BRC por la única carretera mano y contramano existente, cual “La autopista del sur” de Cortázar topamos con una larguísima hilera de todo tipo de vehículos que iban hacia el “portal” que divide la vida ordinaria en extraordinaria. Si bien el extenso paisaje de polvo blanco parecía infinito tenía un acceso delimitado de Ingreso y egreso.
El toque mágico sucedió en la espera; sin señal durante todo el trayecto, sin embargo, llegó un mensaje a mí celular de alguien que participó muchos años en BM y que habíamos intentado contactar, en vano, previo al viaje; éste nos invitaba a su “camp”, pasó el nombre, la dirección y se perdió la señal; “en BM todo es posible, nunca te va a faltar nada…”. Era una excelente noticia, íbamos a tener un grupo de pertenencia y vivir con “otros” en comunidad.
Arribamos al “camp” en plena noche, nos recibió un grupo de veinticinco extranjeros que nos regalaron afectuosos abrazos de bienvenida, y nos invitaron a hacer una recorrida, a pie, para tener nuestro primer encuentro cercano del tercer tipo.
Psicodélico trance experimental, todo te interpelaba de cuerpo y alma, grandilocuente, extravagante, inimaginable, era como haber entrado por el famoso agujero de “Alicia”. Bicicletas con luces de leds; un carro de hierro con forma de pulpo, de 6 metros de altura, movilizado por un engranaje de ingeniería mecánica que lanzaba fuego desde sus tentáculos; skates con pantallas de leds, batallas de guerreros medievales con arneses, una coreografía aérea de drones sincronizados y hasta una luna falsa, que, por un truco óptico, brillaba en el cielo confundiéndose con el verdadero astro. ¿Cómo era posible que un desierto pudiera brillar tanto como la vista de una gran ciudad desde la ventanilla de un avión?

En la ciudad temporal todo está meticulosamente organizado y controlado, regido bajo tres leyes: la ley estatal, nacional y federal; todos los miembros de la comunidad respetan los diez principios del BM, no por obligación sino por decisión, con la alegría y la aceptación de garantizar el bienestar de todos. La ciudad se divide en tres zonas:
La zona “con forma de herradura”, con calles señalizadas con letras y números como las horas de un reloj, este espacio está destinado para “camps” y “viviendas”. La segunda zona es la denominada “Playa” aunque solo este compuesta por polvo blanco, aquí no existe delimitaciones de calles y es el lugar donde se exponen las esculturas e instalaciones artísticas. También es donde se erige “el Man”, la escultura gigante de madera que es el símbolo del evento y se quema el último día; el “Templo” que juega un rol sagrado y el “Center Camp”, lugar similar a una tienda medieval donde se puede comprar café, que junto con el hielo es lo único intercambiable por dinero, para el resto de los intercambios se utiliza el acto de regalar. Y por último, la “Deep Playa”, ídem a la anterior pero más allá; por las noches se movilizan los carros mutantes equipados con la última tecnología de luces y sonido y se presentan los DJs top ten del mundo.
Este viaje hipnótico, hacia la “otra dimensión” no es eterno, tiene una duración finita de siete días, toda la infraestructura desaparece y los casi 70.000 mil habitantes vuelven al “default world” sin dejar rastro; solo quedan las experiencias y el “dust” impreso en cada cuerpo y alma.
Nadie traspasa la tranquera de salida igual que como entró después de experimentar el verdadero sentido de libertad; una forma, no impuesta, de interactuar con desconocidos, desde la sinceridad, la familiaridad, despojado de modos y preconceptos, de convivir con personas solidarias, divertidas y creativas, de recibir todo tipo de estímulos y regalos, de usar ropa que no te animarías a ponerte jamás, en definitiva, de mostrar y vivir tu “lado B” y latir al ritmo del BM, el lugar donde no hacen falta explicaciones.
Martin Piñol – actor y director artístico @martinpinolok
martin@escenica.com.ar