EXPERIENCIA: Aislamiento Social Obligatorio

A la noche, alrededor de las 20.30hs cuando ya se confirmaba la noticia de la cuarentena obligatoria mi cuerpo comenzaba a experimentar una sensación distinta; a pesar de haber reducido la actividad y circulación social al mínimo en los últimos días la sensación de ayer fue diferente.

El aislamiento ya no era parte de la responsabilidad social que asume cada uno, ahora era obligatorio, era como la sensación de sentirte culpable de algo que no hiciste, de una injusticia a pagar sin siquiera tener derecho a un exigir un abogado, el dictado de una prisión domiciliaria socialmente aceptada.

brickel

Al conocer que la medida comenzaba a regir desde la medianoche, se activó en  mi, el efecto CENICIENTA, queriendo elegir una última acción antes de que el decreto entrara en vigencia: no sabia si quería ir a comprar algo por cualquier cosa que fuere, si quería ir a saludar en vivo a alguien por última vez; entendía que hacerlo era un acto irresponsable pero la idea de despedirte de tu libertad por 15 días me hacia sentir como en esas películas donde se termina el mundo y te dan la opción de elegir que hacer en las ultmas horas.

Como esta situación es diferente a todo (y además creo que es la manera correcta de luchar contra la pandemia) no deje que la desesperación me tomara por completo pero lleve a cabo mi ultimo acto de rebeldía y fui hasta la heladería para recibir la medianoche sin zapato de cristal, ni príncipe azul pero con un kilo de helado de chocolate amargo y sambayón.

Mensajes de whatsapp, serie y pote de helado (previamente desinfectado con alcohol y agua) eran los guardianes de la medianoche, el portal hacia la nueva dimensión, nunca antes conocida del aislamiento social obligatorio. ¿Cómo sería al día siguiente? ¿Cuánto puede llegar a durar? ¿Cómo se duerme sabiendo que tenes por delante muchas horas por dormir? Aprendimos, y nos acostumbramos, desde muy chicos a levantarnos temprano para ir al jardín, a la escuela, a protestar por dormir un poco más, a tener ¾ de nuestro tiempo ocupado, primero estudiando y luego trabajando, a correr como adulto para llegar con las cuentas, los objetivos, los compromisos, a preguntarte a si mismo antes de dormir: ¿Cómo voy a hacer para llegar con tal o cual tarea?, al stress diario y rutinario de cada día, incluso a hacer un paréntesis de todo eso y relajar con el aval de las vacaciones.

Pero lo que no aprendemos es a ¿qué hacer con el TIEMPO TODO ENTERO?, tiempo para estar con nosotros mismos, sabiendo que afuera hay una amenaza, reclutados con nuestra familia o en soledad, y lo que es peor con nosotros mismos. Nos toca hacer régimen de 24 x 7 sin “espejitos de colores”, no hay NETFLIX que nos salve.

Es como si nos dejaran frente a un espejo de cuerpo entero por muchas horas seguidas sin poder dejar de mirarnos, cada tanto podemos pestañear o mirar para el costado pero el espejo está ahí enfrente, todo el tiempo. Al principio vamos a ver lo que vemos siempre, lo que ya sabemos de nosotros en general, esa imagen que adoptamos de nosotros mismos,  pero con las horas vamos a empezar a notar sutilezas, pequeñas cosas que no habíamos prestado atención nunca: el pliegue que se nos hace en la comisura de la cara al reír, arrugas no advertidas en la frente, de pronto, un ojo mas chico que otro, un ligera desviación en el tabique o la comprobación empírica de que una pierna es efectivamente más corta que la otra.

Estos nuevos aspectos físicos, una vez descubiertos, no van a pasar desapercibidos, ya nuestro ojo se va a centrar en ellos, cada vez que pasemos frente a un espejo, aunque fuera por el mínimo tiempo que se tarda en bajar o subir en ascensor.

Lo mismo ocurrirá con nuestros aspectos personales, al estar con nosotros mismos, confinados, aislados, vamos a descubrir cosas que no habíamos prestado (o no queríamos prestar) atención. Podemos “mirar para el costado” pero cuando nos duelan los dedos por mandar tantos mensajes, nos zumben los oídos de tantos audios largos de whatsapp, cuando ya abrimos tantas veces el INSTAGRAM que las publicaciones no se llegan a actualizar, cuando las series se repiten, cuando nos empachamos de tanto chocolate, ahí está nuestro espejo devolviéndonos el reflejo de nuestros aspectos personales más íntimos, a la espera de que los miremos de frente, los aceptemos y nos hagamos cargo.   

Afuera el Coronavirus, adentro confinados nosotros mismos, ni con una fábrica de alcohol en gel a precio cuidado nos salvamos de nuestros “monstruos”. De día  DRACULA no ataca pero por la noche sale indefectiblemente a buscar alimento, pedimos dejar alguna luz prendida como cuando éramos chicos, pero la cuarentena es implacable, la noche es silenciosa, solitaria, profunda y honda y ahí solo estamos nuestro espejo y “yo”, ¿Cómo volverse inmune a nuestras nuevas “arrugas”?

WAKE UP, el aislamiento social duele, duele la distancia de un beso, de un mate, duele lavarse infinitas veces las manos, duele el no contacto y duele estar con uno mismo. Tenemos la oportunidad histórica de conocernos, aceptarnos y reflexionar al menos hasta que la pandemia nos deje otra vez volver al ritmo ensordecedor y aliviarnos con la rutina diaria. Wake up, wake up.

Por Martin Piñol – Productor – Actor