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Entre piedras y humedales y de frente a los necios

La historia de la humanidad nos dicta que los primeros refugios fueron de piedra y la chispa para llamar al fuego la generó el silicio (cuarzo, obsidiana, etc.). Ahí comienza la historia de la minería, con el hombre tratando de sobrevivir. De aquel homo sapiens hasta hoy, la actividad minera no paró y a ese tiempo histórico se lo llamó Paleolítico, (lithos=piedra). Más cerca en el tiempo se desarrolló la edad de cobre, bronce, hierro, etc. la historia está escrita sobre rocas y las civilizaciones que no la tenían, debieron fabricarlas, como las tablillas de arcilla de Babilonia.

Nuestras casas están construidas con el 95% de minerales. Rutas, puentes, hospitales y escuelas, todo lo extrae y lo pone disponible la industria minera.

Los recientes sucesos vividos/sufridos en la Provincia de Chubut han puesto sobre la mesa nuevamente la disputa sobre la explotación minera. Otra vez, como hace nueve años poblaciones enteras se vuelcan a las calles para dar la batalla contra estos mega emprendimientos. El 5 de febrero del año 2012 leíamos en El País lo siguiente: La rebelión de un pueblo perdido de la cordillera de los Andes argentinos, Famatina, de solo 6.500 habitantes, ha conseguido la semana pasada la suspensión de un proyecto de minería a cielo abierto que iba a producir oro por unos 25.000 millones de dólares (19.000 millones de euros) en 30 años. Esa población de La Rioja (noroeste de Argentina) ha contagiado a otras. En pequeñas ciudades de las vecinas Catamarca y Tucumán se han iniciado hace más de dos semanas bloqueos a los camiones que abastecen al mayor yacimiento de Argentina, Bajo la Alumbrera (oro y cobre). El debate sobre el impacto ambiental- la contaminación de las escasas fuentes de agua- de la minería, una actividad poco visibilizada en este país, ya no es solo cuestión de unos pueblos aislados donde están las explotaciones, sino que se ha generalizado. Está movilizando a ciudadanos en otros países latinoamericanos, como Perú y Ecuador.[1]

Con un año de anterioridad Maristella Svampa[2] intentaba encontrar una explicación al masivo rechazo social de las grandes explotaciones mineras y señalaba que la gran mayoría de las explotaciones industriales actuales extraen los metales con leyes sumamente flojas de papeles. Esto implica que, al disminuir la concentración del mineral contenido en las rocas, deja de ser rentable la explotación mediante socavones. Así, con el objeto de extraer los minerales diseminados en la roca portadora y frente a la creciente demanda de los mercados internacionales, asistimos hoy a la generalización vertiginosa del sistema de explotación a gran escala, utiliza técnicas de procesamiento usando sustancias químicas altamente contaminantes, que producen impactos negativos en la salud de las poblaciones y cuantiosos daños ambientales, los cuales han sido fehacientemente probados en diferentes países y regiones.

Es fácil de comprender entonces que el problema no es la minería como actividad humana con 5.000 años de antigüedad, sino la explotación minera bajo la tasa de ganancia que impone el capital en la actual etapa neocolonial/neoliberal. Neocolonial porque estas formas salvajes (permítaseme el término coloquial) de explotación se ensayan en la periferia, no en territorios de los países centrales y neoliberal porque se impone la lógica de codicia sin límites de la “libertad” de mercado incluyendo su legitimación y legalización (no es los mismo) por parte de nuestros Estados y las elites dominantes. Así de simple y complejo se presenta el panorama. La humanidad ha construido una trampa mortal para su propia sobrevivencia como especie animal y nos está conduciendo a la extinción. Esa trampa se llama Capital y no la denomino capitalismo, porque sostengo en concordancia con Mészáros que esta última categoría designa una etapa de aquella lógica. Lo cierto es que la minería a cielo abierto ensayada en nuestras neo colonias representa uno de más de los dispositivos necropolíticos propios del Capital en su estadío neocolonial/neoliberal. El consumo llevado a un extremo paroxístico es uno de los extremos de esta lógica. Si nos detenemos a mirar en detalle las acciones que llevaron adelante los ciudadanos Chubutenses, observaremos que la derogación de la ley es fruto entre otras cuestiones de la propagación mediática que alcanzaron los hechos. Tan es así que el único medio atacado por la comunidad fue el diario Chubut, que sostenía una mirada contraria a los manifestantes. Esa propagación mediática fue posibilitada por la minería, sino existieran los metales con los cuales se fabricaron las cámaras que usaron los medios de comunicación que transmitieron en tiempo real los acontecimientos o los celulares con los cuales los manifestantes filmaron ese levantamiento popular para subir las imágenes a you tube o Facebook, el impacto social freno a la ley en su curso bizarro. Es importante reflexionar sobre este extremo del fenómeno. Como ciudadanos de a pie tenemos limitadas posibilidades de enfrentarnos a la lógica de reproducción y consumir impuestas por el Capital a la vida cotidiana de mayorías. Tal vez, solo tal vez, además de tirar piedras y quemar edificios públicos podamos intentar cambiar de patrones de consumo, y morigerar la irresponsable demanda de metales que existe en esta etapa neocolonial/neoliberal del Capital.

Entre piedras y humedales y de  frente a los necios.

Por Juan Manuel Grima –  Ricardo Arias – Agrupación Sudeste. Navidad 2021


 

[1] https://elpais.com/sociedad/2012/02/06/actualidad/1328495642_468399.html

[2] http://www.maristellasvampa.net/archivos/ensayo51.pdf

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