Empecemos una nueva revolución

25 de mayo de 1810, los criollos eran gobernados por un rey que se encontraba a 10.000 kms de Buenos Aires. Tal lejanía hacía que se vuelva imposible conocer las necesidades reales de los habitantes de nuestro país y las decisiones que se tomaban eran siempre contrarias al bienestar y el progreso del pueblo. El poder de aquellos tiempos solo se entendía en su propio beneficio, alejado de la realidad y sobre todo de la opinión de los ciudadanos.

Y así, aquellos patriotas hartos de vivir bajo la sombra de un poder autoritario, soberbio e ineficiente, comenzaron una revolución que les permitiría independizarse, para vivir libres y sobre todo responsables de sus propias decisiones. Mucha sangre se derramó para lograr eso, muchos patriotas lo dieron todo para que ese sueño imposible se cumpliera. La historia siempre nos recuerda a los más famosos, pero lo cierto es que muchos de forma anónima contribuyeron para que la Nación Argentina pueda ser libre y soberana.

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25 de mayo de 2020, 210 años después deberíamos preguntarnos si aquel sueño que tuvieron nuestros patriotas se cumplió. Y la respuesta es clara y triste, como en aquellos tiempos, todavía seguimos siendo sometidos por un poder alejado de la realidad y que solamente piensa en su propio interés. Y cuando hablo de poder no me refiero a un nombre o partido político en concreto, sino a todos aquellos que desde los distintos lugares de la sociedad nos gobiernan. Sea el poder ejecutivo, legislativo o judicial. Gobierno u oposición. Iglesia, templo o sinagoga. Club de barrio, centro cultural o sociedad de fomento. Cualquier lugar donde la decisión de una persona influya en la realidad de otra.

Y entonces, nosotros los ciudadanos ¿qué podemos hacer frente a esto? Tenemos dos opciones: nos quedamos cómodos en casa protestando por Facebook y reenviando quejas por WhatsApp o comenzamos una nueva revolución.

Por supuesto que una revolución en nuestros tiempos actuales no puede ser como las antiguas, no necesitamos derramar sangre para lograrla. La historia nos enseñó que la violencia solo trae más violencia. Entonces, ¿cómo podemos iniciar una revolución en estos tiempos?

Primero debemos iniciarla en nosotros mismos: en una sociedad donde la regla es que el más “vivo” es el exitoso, donde se busca el camino más corto y más fácil y donde el no respeto a las normas es lo cotidiano, debemos revelarnos contra ello. Y podemos empezar con lo más fácil: respetar las normas de tránsito, cuidar a nuestros vecinos, tolerar las opiniones de los demás, no ensuciar, proteger a los animales, ser responsables de nuestros hijos, acompañar a nuestros mayores. Debemos luchar contra la ignorancia, la hipocresía y la ambición. La lista es larga y todos sabemos diferenciar entre lo correcto y lo que no lo es.

Después podremos llevar la revolución a los demás: enseñarles que solo nosotros somos responsables de nuestro destino y que no necesitamos de nadie para cumplirlo. Que somos seres humanos librepensadores, que nadie nos puede imponer sus ideas. Que lo que realmente necesitamos es un trabajo digno y la oportunidad –para todos- de desarrollarnos según nuestras capacidades. Que debemos sostener a los más vulnerables, pero sin asistencialismo y respetando su dignidad. Que el fanatismo y la soberbia es el camino del fracaso. En definitiva, que tenemos derechos, pero sobre todo que también tenemos obligaciones.

Con nuestro ejemplo demostremos que la realidad no se transforma mediante Facebook o Zoom, sino estando presentes al lado de quienes nos necesitan, acompañando desde lo material, lo educativo y lo espiritual.

Empecemos por nosotros mismos, sigamos por nuestras familias y amigos, continuemos con nuestros vecinos y nuestra comunidad. Hay quienes dicen que de las crisis nacen las oportunidades, que mejor momento entonces el que estamos viviendo para poner en marcha un cambio en beneficio de todos. Que nuestro anhelo sea una sociedad Justa y Perfecta. Empecemos una nueva revolución.

Por Diego Urrere Pon – Vecino de Rincón de Milberg