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Él racismo de los Andes

Vivimos en un continente hermoso, iluminado por el sol que brilla siempre y el viento, que a su paso talló las montañas, y definió a los Andes como su identidad imborrable.

La inocultable de lo que seguro q en Europa no se consigue. Aquí el tiempo es único pero la razón se sigue construyendo a golpes. Los vaivenes de la historia siguen una puja de 200 años, donde lo que no se resuelve, se entierra y luego vuelve siempre, como agua que surge de sus vertientes.

Hace apenas 15 años tenía la tapa de una revista pegada en la heladera de mi cocina, decía: “vientos de cambio recorren latinoamerica”. Una oleada de gobiernos populares, enfrentados al consenso de Washington en un momento donde el país del norte estaba empantanado en las guerras de contra los talibanes de Afganistán, como venganza por los atentados del 11 de septiembre de 2001, y de los restos del nacionalismo árabes de Irak y Libia, como yapa  (que solo hoy dan cuenta de lo negativas que fueron para su economía). Presidentes como Ignacio Lula da Silva, Pepe Mujica, Evo Morales, Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Fidel Castro, Rafael correa y Andrés Ortega supieron sentarse en la misma mesa a trazar un proyecto de unidad, con sus diferentes visiones pero con la clara idea de la soberanía y la independencia económica de EEUU. Y cuando decimos esto, debemos aclarar que esta independencia del país del norte no es ni ideologica ni caprichosa sino la medida necesaria para países que no tienen economías complementarias ni correlación de fuerzas en términos comerciales para intercambiar libremente con el país del norte. La hegemonía de su cultura dominante que debe ser necesariamente rechazada por la razón, como ejercicio constante, es otra prueba de su poderio. Porque la imagen romántica y subtitulada del soldado de la libertad que trae La Paz y la democracia, se aleja mucho de lo que en realidad, no sólo dejan sus guerras imperiales por los recursos o los mercados sino también las nefastas consecuencias sociales que traen sus programas económicos orientados para el tercer mundo en general, donde siempre ganan ellos.
“La historia que escribe la CIA, yo me la paso por las pelotas. Acá en mi barrio él hambre se nota y pasan balas todos los días.”
El plan nunca es simple. Trae un complejo sistema de operaciones e intereses, que como ideología (lo hemos dicho muchas veces), cuando opera en lo inconsciente obtiene mejores resultados. Porque es la “globalización cultural” mucho más la imposición de su cultura que el intercambio un genuino intercambio multicultural. Por eso su “naturalización”, decimos, siempre requiere un cierto porcentaje de violencia.
Porque el imperio en el proceso de homogeneización de la cultura no logra homogeneizar el acceso a los bienes materiales q dicha cultura impone como deseo. Y aquí sucede la primera gran desigualdad, y con ella las condiciones que la revelan.
Porque el capitalismo, como sistema, es una imposición, producto de las luchas de las diferentes clases y sectores sociales. La impone el que gana.

Hoy el capitalismo es un sistema global donde el mundo también contiene una división social del trabajo. En ese reparto de tareas, los latinoamericanos poseemos el lugar de proveedor de materias primas baratas y compradores de productos de gran valor agregado. A grandes rasgos. Todo esto a causa de la derrota de los pueblos originarios frente a los conquistadores y con ello, un reparto del mundo y la acumulación originaria del capital (según Marx).
Por eso, cuando surgen ideas que logran encontrar popularidad entre las masas, pero estas son tan extrañadamente implantadas, nos permitimos dudar de su genuino origen, y simplemente, nos dedicamos a desmenuzar su contenido. Como puede ser el liberalismo económico un camino exitoso para nuestra América si sus reglas fueron impuestas para que gane el más poderoso, que nunca somos nosotros?
En América latina hay una clase social que siempre gano a Costa de la dependencia económica y empobrecimiento de las mayorías. Esa clase, se denominó históricamente “oligarquía”. Y es la única beneficiaría de la dependencia en todo momento histórico, siguiendo el rol de verdugo de sus compatriotas, tienen el privilegio de las migajas que le dejan los opresores de su patria. Perón decía que el imperio “ofrecía ser popular en Europa o EEUU a cambio de ser un traidor a su pueblo”.
Para no serlo, el camino será sinuoso, y requiere la unidad de las naciones y los pueblos del continente. Múltiples motivos avalan esta definición.
En más de 500 años de la colonización de América sucedió el capitalismo, en rígidos términos económicos. Pero en términos políticos y sociales, en el continente hubo exterminio, tortura, trabajo esclavo, explotación, hambre, terror, violencia y muerte. Esto en parte, sigue siendo así. Las grandes potencias del mundo siguen promoviendo sus democráticas libertades y niveles de vida a Costa de la imposición de condiciones menos beneficiosas para nuestros países.
Cada tanto, la rebeldía periódica de nuestros pueblos se encuentra con líderes que se le parecen (solía definir la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner). Otras, en su búsqueda hacen temblar la tierra de la inmensa montaña mágica donde el cóndor aún vuela, viendo pasar a los pueblos que confluyeron con Atahualpa, con Tupak Amaru, con Artigas, Bolívar y San Martín. Eso es más o menos, lo que hoy pasa en Ecuador.

Por Aljeandro (Gringo) Cabilla

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