El origen y las tres dimensiones temporales del COVID-19. Muchas preguntas y algunas respuestas.

¿Es una construcción de laboratorio o ha surgido naturalmente del mismo modo que otros virus?  

¿Entra inesperadamente en el presente o, desde hacía años, se presumía su irrupción peligrosa?

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¿Qué cambios profundos de valores y hábitos promueve en la vida cotidiana de la sociedad?

¿Qué pasará en el mundo a la salida de la pandemia?  

Origen e irrupción

China y EEUU se acusan mutuamente de haber fabricado el virus como arma bacteriológica para disputar hegemonía mundial. Estas versiones conspirativas de ambos bandos han proliferado en las redes sociales, pero estudios científicos serios refieren que carecen de fundamentos y descartan que el nuevo coronavirus sea un arma biológica de diseño liberada intencionadamente o por accidente. Dichos estudios sostienen que el virus no es  una construcción de laboratorio ni un virus deliberadamente manipulado.

Por el contrario existe acuerdo entre los investigadores internacionales respecto de que el nuevo virus ha surgido del mismo modo que otros anteriormente: saltando de un animal a los seres humanos y que se trata de una variedad nueva dentro de una vieja familia de coronavirus.

Al respecto no pueden soslayarse las advertencias de militantes ecologistas acerca de que los modelos de producción hipercapitalistas que saquean la naturaleza, provocan el cambio climático y ponen en peligro la biodiversidad,  están creando  las condiciones objetivas para que aumente el contagio de virus de animales a humanos y aparezcan nuevas enfermedades. La proliferación de proyectos urbanos, la construcción de carreteras y la explotación forestal desregulada que destruyen ecosistemas naturales , y la venta de animales salvajes vivos para consumo (como en el mercado de Wuhan),  provocan situaciones propicias para la transmisión de patógenos entre especies.

Por otro lado, la pandemia no fue un hecho que irrumpió sorpresivamente en el presente.  En el 2008 un documento confidencial de la Oficina de anticipación geopolítica de la CIA anunciaba “para antes de 2025,  la aparición de una enfermedad respiratoria humana nueva, altamente transmisible y virulenta para la cual no existen contramedidas adecuadas y que se podría convertir en una pandemia global”. En el 2017 un informe del Pentágono dirigido al Presidente Donald Trump  alertó nuevamente que “la amenaza más probable y significativa para los ciudadanos estadounidenses es una nueva enfermedad respiratoria”.

Algunas particularidades del presente pandémico

La pandemia no es solamente una crisis sanitaria. Se trata de un «hecho social total» _ en el sentido de que atraviesa el conjunto de las relaciones sociales y conmociona a la totalidad de los actores, de las instituciones y de los valores_  que la humanidad toda está viviendo con miedo, angustia, sufrimiento y perplejidad.

I. El aislamiento obligatorio

Hasta antes de la irrupción del virus, las pantallas de TV nos mostraban las imágenes tumultuosas de protestas populares en Francia (los chalecos amarillos), en España, en Hong Kong, en Chile. Ahora nos  muestran las calles vacías de ciudadanos, “refugiados” en el aislamiento de sus casas, estableciendo vínculos virtuales a través de las redes sociales existentes, esperando el descubrimiento de una vacuna salvadora que los vuelvan a la vida turbulenta de antaño.

Un mundo con ciudadanos  en aislamiento obligatorio o en cuarentena, expuesto a multas si sale a la calle sin permiso  fundamentado para circular, que la ciencia ficción mostraba como  “distopías” (o sea tipo de sociedad o mundo imaginario,  indeseable, imperfecto, cruel y abusivo), se ha vuelto “normal”.

II. Cibervigilancia tecnológica

Dada la complejidad y cantidad de datos a procesar para conocer el comportamiento de la enfermedad y frenar los posibles contagios (“vigilancia epidemiológica”), se están utilizando tecnologías digitales que suponen obviamente el sacrificio de una parte de la privacidad individual. La intrusión en la vida privada y la cibervigilancia tecnológica que adoptan los poderes públicos ante la pandemia podrían convertirse en algo habitual, en una especie de “Big Brother” para vigilar mejor a los ciudadanos.

III. Incremento de la desinformación

Además de la pandemia biológica se está produciendo una “Infodemia”, que la OMS define como una  sobreabundancia de información falsa (“fake news”) o maliciosa y “posverdades”que se propagan aceleradamente entre las personas y los medios, aumentando el pánico o la angustia en las sociedades y poniendo en riesgo la salud de la población.

El miedo a la COVID-19, el deseo de sobreinformarse y el afan de entender todo lo relacionado con la pandemia han creado condiciones propicias para la proliferación de noticias tóxicas. Las noticias falsas se difunden mucho más rápido que las verdaderas y las desmentidas sobreviven en las redes porque se siguen compartiendo sin ningún control.  Muchas de ellas están elaboradas con impresionante profesionalismo, dando una impresión de credibilidad, de respetabilidad, de solvencia,  factores indispensables para sostener el engaño y para que los usuarios las viralicen.

IV. Capitalismo digital

Como consecuencia del aislamiento y encierro durante semanas en sus hogares se ha desarrollado una sobreoferta comunicativa, distractiva  y comercial en la Internet. Las redes sociales como Twitter, Facebook, WhatsApp, Messenger, Instagram, Youtube, LinkedIn se han impuesto como el medio de información (y de desinformación) dominante y como el vínculo privilegiado con el mundo exterior y con familiares y amigos.

Se invierten muchas horas diarias frente a las pantallas de los dispositivos digitales (teléfonos móviles,  tablets o televisores), consumiendo informaciones, series, películas, videos, memes, mensajes, canciones, fotos, teletrabajo, consultas y trámites administrativos, clases virtuales, chateo, videojuegos,  videollamadas y videoconferencias via Skype, WhatsApp o Zoom. Estas dos últimas  representan el fenómeno comunicacional más característico de este tiempo pandémico.

El aislamiento obligatorio y el cierre preventivo de determinados rubros comerciales ponen en riesgo la supervivencia económica de innumerables empresas de entretenimiento, cultura y ocio (teatros, museos, librerías, cines, estadios, salas de conciertos, etc.). Como contrapartida,  empresas digitales extranjeras como Google, Amazon, Facebook, Netflix o la argentina Mercado Libre, que ya dominaban el mercado, han crecido notablemente.

V. Darwinismo social

En la vida cotidiana, la sospecha y la desconfianza han crecido. Muchos extranjeros o integrantes del sistema de salud o simplemente ancianos enfermos, sospechosos de introducir el virus, han sido discriminados, perseguidos,  expulsados…

Situaciones complejas y graves como esta pandemia repercuten de manera distinta en los distintos sectores que componen la sociedad, no es lo mismo transitar la pandemia en clases medias y altas que en la población en situación de pobreza, sobre todo niños y personas mayores.  Esta crisis afecta desproporcionadamente a los pobres, quienes tienen mayores probabilidades de contraer problemas de salud, viven en condiciones de hacinamiento y sin una adecuada provisión de servicios básicos de agua y cloacas que les permita sostener las medidas higiénicas de protección, tienen trabajos precarios mal pagados y changas (inexistentes en la actualidad) que los obligan a elegir entre arriesgar su salud o perder sus ingresos  y condenados a vivir al día, sin ahorros, sin reservas de comida.

La respuesta de muchos gobiernos ante la pandemia del COVID-19, permitiendo que la vida personal y productiva se desarrolle sin aislamiento,  ha provocado efectos devastadores en la población pobre. Reflejan una filosofía de darwinismo socialque da prioridad a los intereses económicos,en desmedro de las medidas de cuidado de la salud y de la vida.

Por el contrario, algunos gobiernos, como el gobierno argentino,  privilegiaron la salud por sobre la economía y adoptaron iniciativas contracíclicas importantes para asistir económica y sanitariamente a la población en general y a las personas en situación de pobreza en particular.

 VI. Aspectos esperanzadores

Con la población mundial en aislamiento, el medio ambiente ha registrado avances en la salud planetaria. Disminuyó la contaminación ambiental, el aire es más transparente, la vegetación más expansiva y la vida animal más libre. A medida que las calles y plazas de las ciudades de todo el mundo se vacían de gente y se crean ambientes más desiertos, limpios y silenciosos, se pudieron ver animales silvestres irrumpiendo en el espacio urbano.

Durante la carrera por abastecerse de recursos materiales sanitarios para la pandemia se han comprobado conductas insolidarias  y egoístas. Hubo Estados que han pirateado material sanitario destinado a otros Estados, que han pagado precios más altos para conseguir los productos e impedir que sean vendidos a otras naciones o los han sacado de los aviones de carga para desviarlos hacia destinos propios.

Como contrapartida de estos hechos repudiables se han producido situaciones de solidaridad internacional de parte de países como Cuba, China y Rusia, proveyendo asistencia técnica, recurso humano profesional y donación de elementos sanitarios necesarios.

Crisis estructural del modelo neoliberal y tendencias  

El modelo de desarrollo neoliberal, dominado por el capital financiero presenta, entre otros, 2 fenómenos importantes, el desmantelamiento del estado de bienestar y el apogeo de la desigualdad económico-social. Como consecuencia, el sistema de salud pública y la educación quedan muy disminuidos, miles de personas que habían conseguido integrar una incipiente clase media recaen en la pobreza, y se verifica una reducción de la intervención reguladora del Estado en la economía y un avance del mercado.

En ese contexto la pandemia del COVID-19 actúa como un catalizador que acelera las tendencias que se venían desarrollando con anterioridad, como parte de la crisis del orden mundial y de la transición histórico-espacial que  está ocurriendo a nivel global.

Una de esas tendencias es la crisis estructural del “modelo neoliberal” del capitalismo global, iniciada con la caída de las bolsas de casi todo el mundo en el 2008, y que está articulada con las pujas geopolíticas y con los grandes cambios en los paradigmas tecnológicos y en las formas de organizar la producción económica. La actual crisis de modelo de desarrollo económico, de alcance planetario, supera en profundidad  a la “Gran Depresión” de 1929 y a la “Gran Recesión” de 2008.

Otra tendencia es laemergencia de los países asiáticos del Pacífico y de China en particular,  y  el declive relativo del Norte Global y la gran potencia del siglo XX, Estados Unidos. Se está asistiendo a la configuración de un mundo multipolar, junto a crecientes contradicciones entre el Norte Global y el Sur Global.

En medio de la pandemia se produce un rechazo general del liberalismo que ha permitido obscenas desigualdades como que el 1% de los ricos del mundo posean más que el 99% restante. Si bien venía siendo cuestionado, las críticas se acentúan durante la pandemia porque, entre otros desastres, ha devastado el sistema público de salud y ha privilegiado  el vigor de la economía por sobre la salud de la población. 

El mundo post pandemia. ¿Desglobalización?

La pandemia ya ha producido cambios en la sociedad. Perturbaciones de todo tipo se están desencadenando en múltiples aspectos de la vida social, en las relaciones interpersonales, la política, la economía, los sistemas de salud, el rol del Estado, las tecnologías, las comunicaciones, las relaciones internacionales.

Existe cierre de fronteras, aislamiento, restricciones a la libertad de movimientos, interrupción de vuelos, competiciones deportivas y eventos culturales suspendidos y aplazados, uso de mascarillas, distanciamiento social.

Dado lo complejo y grave de lo que está ocurriendo, se presumen cambios. Prácticamente hay acuerdo universal en que una gran parte de la humanidad  no puede seguir viviendo en un mundo tan injusto, tan desigual y tan “ecocida”, aunque nadie sabe cuáles serán los posibles escenarios que se impondrán. El futuro post pandemia está marcado por la incertidumbre.

La pandemia ha obligado a interpelar al modelo económico-comercial dominante. Desde hace 40 años, la globalización neoliberal, ha espoleado  los intercambios, y desarrollado cadenas de suministro transnacionales. Por extremismo ideológico neoliberal, se ha llegado a extremos en la deslocalización de la producción, en la desindustrialización y en la doctrina del «cero stock». Ahora, en una situación de vida o muerte, muchas sociedades han descubierto, que para algunos suministros indispensables (respiradores, tests, barbijos, etc.) se depende de fabricantes localizados en las antípodas o que en los países propios hay escasa fabricación de insumos necesarios.

En muchos países emergentes se cuestiona el modelo basado en la reprimarización de la economía, en la desindustrialización y la importación de bienes y servicios, Se habla abiertamente de nacionalizar, relocalizar, reindustrializar, avanzar hacia la soberanía alimentaria, farmacéutica y sanitaria, recuperar empresas públicas que fueron privatizadas, intervenir desde el Estado frente a las inequidades del Mercado, y considerar que los presupuestos en salud, educación, ciencia y tecnología no son gastos sino inversión.

Con la mundialización, muchos Gobiernos renunciaron a dimensiones fundamentales de su soberanía, de su independencia y de su seguridad. Como contrapartida, es posible que las presiones antiglobalizadoras, animadas por sentimientos de autodeterminación nacional, van a ser muy fuertes después de la pandemia. Se piensa en el recurso del proteccionismo que, por otro parte, es utilizado sin ambigüedades  por los países del Norte Global.

Futuros

El Covid-19 ha dejado como una lección inequívoca que cualquier modelo de desarrollo a futuro deberá preguntarse qué aspectos de la economía pueden dejarse en manos del mercado y cuáles no. Obviamente la salud y otros sectores no pueden dejarse en las decisiones del mercado sin pagar altísimos costos económicos, sociales y humanos.

El coronavirus ha provocado reflexiones y análisis de pensadores internacionales que conjeturan acerca de qué cambios sociopolíticos importantes ocurrirán y qué tipo de sociedad y economía resurgirán una vez que la pandemia haya sido controlada. Hay miradas diversas, y aunque coinciden en que nada será como antes,  no creen que se produzcan cambios sustanciales a corto plazo.

Nada está asegurado La historia pasada reciente muestra que luego del colapso bursátil de 1987 se conjeturó que terminaría la oleada de privatizaciones y que después de las crisis financieras de 1997 y de 2007/2008 aparecería un capitalismo más regulado y con un capital financiero menos dominante. Sin embargo, nada de esto sucedió.

Dentro del sistema capitalista hay quienes recomiendan  el tránsito hacia un modelo  capitalista alternativo más  humanitario, “un capitalismo con rostro humano” que implique un rol fuerte, regulador y compensador del Estado frente al Mercado, igualdad de oportunidades, un trabajo digno para todos, el acceso a los bienes básicos (salud,  educación, vivienda, esparcimiento,  seguridad social), protección del medio ambiente, equidad de género, etc.

La traumática experiencia de la pandemia ha demostrado la falta de racionalidad y de ética de una vida social estructurada en torno a la concentración sin límites del poder y del dinero y la necesidad de construir otro modelo de sociedad, con niveles más altos niveles de solidaridad comunitaria y mayor integración social.

En todo el planeta, muchas voces reclaman políticas de Estado más redistributivas, más feministas, más protectoras del medioambiente natural, más preocupadas por los marginados sociales, las minorías discriminadas, los pobres, los ancianos y los migrantes. Se ha comenzado a revalorar el retorno a políticas keynesianas aggiornadas que reemplacen el canibalismo de la “mano invisible del mercado” impuesto por el pensamiento liberal que expresa los intereses y que beneficia a la población más rica del mundo.

Medidas urgentes respecto de la deuda externa de los países en desarrollo

Para evitar futuros escenarios de pesadilla, se están alzando muchas voces que reclaman la adopción de varias disposiciones urgentes. Entre ellas, la condonación de la deuda de los países en desarrollo que, antes de la crisis, ya tenían una deuda externa altísima. Muchas personalidades e instituciones están exigiendo una moratoria del pago de la deuda en favor de las naciones más afectadas. Incluso el Papa Francisco ha reclamado en distintas oportunidades que, “considerando las circunstancias, se afronten, por parte de todos los países, las grandes necesidades del momento, reduciendo o incluso condonando, la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más pobres”.  

En febrero de este año en el Vaticano, se realizó la Conferencia sobre “Nuevas Formas de Solidaridad, Inclusión e Integración” de la que participaron, entre otros, el ministro de Economía argentino, Martín Guzmán; Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI; Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía; y el Papa Francisco, quien intervino con un trascendente discurso

Todas las exposiciones respondieron a lo que parece ser una nueva corriente de opinión global basada en las fuertes críticas al capitalismo financiero internacional y al alto grado de concentración de la riqueza en el mundo. Sobre esta corriente de opinión mundial es donde el gobierno argentino intenta colocar la discusión de la deuda argentina.

Guzmán, señaló que “la austeridad fiscal en una situación de deuda insostenible no funciona, por el contrario, hace la situación peor”. “Una solución para la deuda argentina traería estabilidad a la región”. Parte de la solución es restablecer el crecimiento. Cualquier restructuración de la deuda tiene que reconocer que la mejor forma es que Argentina vuelva a crecer”.

Stiglitz afirmó que el actual capitalismo “debe ser reformado”. “El capitalismo está en crisis. El fundamentalismo de mercado, la agenda neoliberal, ha dominado por cuatro décadas y ha fracasado”, sostuvo. “Tenemos necesidad de un nuevo contrato social, que difunda solidaridad en nuestras sociedades y a través de las generaciones. Esto significa un rol diferente para los gobiernos, menos ayuda para las empresas y más ayuda para los ciudadanos que lo necesitan, impuestos progresivas y sobre todo, reescribir las reglas de la economía”.

Incluso la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, declaró que estamos ante un capitalismo que “hoy está haciendo más mal que bien en el mundo”. Refiriéndose a América Latina en particular indicó que las revueltas recientes en distintos países “son debidas a la desigualdad, no a la pobreza”. Investigaciones hechas hasta ahora demuestran que cuando las desigualdades disminuyen, aumenta el crecimiento y la estabilidad económica y en eso ayuda la solidaridad”.

En esa misma línea, la intervención del Papa Francisco fue de una gran contundencia: “El mundo es rico y, sin embargo, los pobres aumentan a nuestro alrededor. Según informes oficiales, el ingreso mundial este año será de casi 12 mil dólares per cápita, sin embargo, cientos de millones de personas aún están sumidas en la pobreza extrema. Se calcula que aproximadamente 5 millones de niños menores de cinco años este año morirán a causa de la pobreza. Otros 260 millones carecerán de educación debido a falta de recursos, las guerras y las migraciones”.

Luego agregó: “El principal mensaje de esperanza que quiero compartir con ustedes es precisamente que se trata de problemas solucionables y no de ausencias de recursos”. “Cada año, cientos de miles de millones de dólares que deberían pagarse en impuestos para financiar la atención médica y la educación se acumulan en cuentas en paraísos fiscales impidiendo así la posibilidad del desarrollo digno y sostenido de todos los actores sociales”.

Finalmente, llamó a “ayudar a los países en desarrollo a lograr la sostenibilidad de la deuda a largo plazo a través de políticas coordinadas destinadas a fomentar el financiamiento de la deuda, el alivio de la deuda y la reestructuración de la deuda, según corresponda”.

Por Marta Gofin – ex Directora General de Fortalecimiento Familiar de Tigre