En el Día Internacional del Trabajador, conmemoramos y homenajeamos a los Mártires de Chicago, sindicalistas anarquistas que fueron ejecutados en Estados Unidos por participar en la lucha por la jornada laboral de 8 horas. Se trata de una jornada reivindicativa de los derechos y de todas las luchas de los trabajadores.
Después de la crisis del Covid 19, no puedo dejar de homenajear en este día, a todos los trabajadores y trabajadoras que han estado en sus puestos de trabajo, arriesgando su salud y en algunos casos su vida, y que han permitido que el resto de los argentinos hayamos pasado la pandemia de la mejor manera posible. Vaya mi reconocimiento y agradecimiento para todos ellos que mantuvieron su actividad, demostrando su compromiso solidario en uno de los momentos más difíciles de la humanidad.
Además del sentido homenaje, nos corresponde, en un mismo camino desde la política, proponer soluciones a los problemas del presente y pensar el futuro del trabajo.
La sociedad argentina, atraviesa hoy uno de sus peores momentos sociales. En el mundo hay países afectados por la pobreza, bien con causa en ” sus ingresos”, o bien con causa en la ” falta de servicios e infraestructura”. Pocos afectados por ambos, como nosotros. A estos dos padecimientos, debemos sumarle una tercera pobreza, “la educativa”, que ya lo muestra las pruebas educativas, y se manifiesta en la falta de escolaridad, la deserción temprana, y la dificultad para acceder a un primer empleo, por la falta de formación en competencias para el mundo del trabajo, todo lo cual nos pronostica un agravamiento de la cuestión social, mas pobreza, lo que debemos evitar.
Cualquier análisis de la situación social del país, nos muestra que la relación entre empleo y pobreza es directa. Además de los desocupados, tenemos una mayoría de trabajadores precarios, sin cobertura ni derechos, mal pagos y otros que no trabajan ni buscan trabajo, todos ellos en su mayoría miembros o hijos de hogares pobres, con bajo nivel educativo. Sumamos a esto, a los jóvenes ” Ni Ni”, que no trabajan ni estudian, cuyo problema de empleo debe ser abordado de manera urgente.
Si miramos hacia el futuro, vemos claras las diferencias del punto de partida entre los distintos sectores socio económico, que el esfuerzo individual tiene límites y que el mismo rara vez logra cerrar la brecha del punto de partida. No podemos frente a este estado de cosas, obviar que el mercado no solucionara esto, y que solo conseguirá reproducir la situación existente, que priva a millones de argentinos de las oportunidades para realizarse plenamente.
Vemos con dolor que cada vez hay más hogares que sufren en el fracaso de un Estado que no los incluye, que no les muestra como camino de inclusión, la educación y el trabajo. No podemos resignarnos a esto. No puede haber como única respuesta ante la crisis una ayuda económica estatal, que es solo un simulacro de inclusión, que reduce parcialmente la pobreza de hoy, pero no la de mañana; la que en realidad consolida, pues no existe un programa que permita a quienes lo reciben, salir del estado en que se encuentran. Este camino nos condena a la entrega de un subsidio permanente, que en el tiempo se ampliara a más personas y nos condena a ser una sociedad con más perdedores que ganadores, lo que debemos evitar.
No proponemos terminar con las ayudas estatales, lo que planteamos es que junto con ellas, construyamos un camino de inclusión, por medio del empleo y de la educación. Por eso proponemos un modelo de desarrollo social, con base en la inclusión laboral, para lo cual necesitamos en primer lugar más educación, pero no cualquier educación, sino una que mejore el acceso al trabajo.
Frente a los desafíos del presente y del futuro, estamos convencidos que el crecimiento económico de un país depende de la formación y capacitación de sus trabajadores, y que una democracia con contenido social solo se puede sostener con una economía que genere equidad, igualdad de oportunidades y sea socialmente justa, y para ello requiere la existencia de una amplia población laboral con una educación adecuada a las necesidades que demandan el cambio tecnológico y productivo. Debemos Estado, Sindicatos y Empleadores, poner de manera urgente un programa nacional de formación profesional para lograr ese objetivo.
Por último un modelo de desarrollo social con eje en la inclusión laboral no debería dejar de contemplar la perspectiva de género. Las mujeres enfrentan más obstáculos que los varones para ingresar y desarrollarse en el mercado laboral. Para enfrentar estos problemas deber ser uno de los pilares de la inclusión laboral la incorporación de la perspectiva de género en las propuestas que se realicen.
Concluyo pues, que así como se luchó por la jornada laboral de ocho horas, por las vacaciones pagas o el aguinaldo, hoy debemos militar por la inclusión laboral como la salida para el estado de pobreza actual, y como el camino para recuperar el sueño de una sociedad de clase media inclusiva, con trabajadores con un trabajo digno, de calidad, registrado y con salarios que alcancen para la manutención, educación y crecimiento de sus familias.
Por Horacio Barreiro – Ex viceministro de Trabajo durante la gobernación de María Eugenia Vidal