Se enciende una antorcha, diez más, cien y somos miles de fuegos recordando, como cada 26 de julio, a Evita. El aniversario 68 de su paso a la inmortalidad nos encuentra en un momento especial. Por un lado, el campo popular recuperó el gobierno después de cuatro años de deterioro de la vida de trabajadores y trabajadoras. Por otro, la pandemia causa muertes y una caída histórica de la economía global. En la adversidad, iluminamos el camino de Evita: el de la justicia social, el amor en la política y la ética del cuidado.
Las medidas del gobierno de Alberto Fernández, destacadas en el mundo, son decisiones profundamente sensibles que reconocen que la crisis no golpea a todos por igual. No es cierto el discurso meritocrático que presupone que compartimos puntos de partida o que tenemos las mismas herramientas. La pandemia refuerza las desigualdades preexistentes económicas, sociales, de género y, por eso, el Estado tiene que estar ahí.
Ahí en donde una niña no tiene señal para conectarse con la escuela. Junto al albañil que perdió sus changas, a una maestra que hace malabares para enseñar, a un adulto mayor que precisa cuidados, a una médica, a una mujer trans que no consigue trabajo o a una mujer que para la olla en el barrio.
“Cada injusticia me hace doler el alma como si me clavase algo en ella”, escribió Evita. Desde esa indignación frente a la desigualdad, expresó una de las verdades más sensibles de nuestra historia: donde existe una necesidad, nace un derecho.
Reivindicar a Evita es hacer política pensando en las prioridades de quienes más sufren. Un Estado que busca la Justicia Social es aquel que brinda herramientas para salir adelante: el Ingreso Familiar de Emergencia, el refuerzo de las Jubilaciones mínimas, el Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción son algunos ejemplos.
Evita luchó por los derechos de trabajadores, jóvenes, niños, niñas, ancianidad y -por supuesto- mujeres. Esas que hoy enfrentamos la triple pandemia del coronavirus, de los femicidios y de la crisis económica, que nos afecta siempre un poco más. Por eso es clave que las respuestas sean con perspectiva de género, como el refuerzo de la Asignación Universal por Hijo y la Asignación Universal por Embarazo, o el hecho de que el IFE priorice a la mujer.
Pandemia mediante, el mundo está desnudo: a la forma en la que nos organizamos hasta ahora se le ven los huecos y los precipicios. Algo se rompió y es momento de construir sociedades más igualitarias. No con caridad ni limosna sino con justicia que, como decía Evita, es “la puerta del amor”.
Evita sentía, pensaba y actuaba como madre de los humildes, compañera de los descamisados, hermana mayor de las mujeres. Parafraseando a Galeano, fue de esos fuegos que arden la vida con tanta pasión que quien se acerca se enciende. Evita escribió: “Cada uno de los hombres y mujeres que componen la humanidad debiera sentirse un poco responsable de todos los demás”. Como si nos dijera, a través del tiempo, cuidarte es cuidarnos.
Por Cristina Alvarez Rodríguez , diputada nacional por el Frente de Todos, sobrina nieta de Eva Duarte de Perón.