El ejército en la última década del siglo

El 4 de noviembre de 1991 asumí como Jefe del Ejército.

Definitivamente habíamos dejado atrás décadas de golpes de Estado cívico-militares, de chirinadas y de desprecio a las instituciones republicanas. Recibimos una Fuerza que todavía cargaba ante la sociedad el peso por la derrota de Malvinas, desprestigiado, desprofesionalizado y con muy baja capacidad profesional, pero con la suficiente entereza moral de sus hombres. Un hecho cruento, emblemático y lamentable, ocurrido el 3 de diciembre de 1990, había terminado definitivamente con protagonismos individuales, con los autores de inconductas recurrentes, con los enfrentamientos internos, pero que materializó la subordinación de las Fuerzas Armadas al poder civil y a la esencia de los valores democráticos.

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Yo era entonces Subjefe de la Fuerza, y con un excelente grupo de generales, oficiales y suboficiales, en dieciséis horas sofocamos siete focos rebeldes: dos en la provincia de Entre Ríos, tres en Buenos Aires y dos en la Capital Federal. Lo hicimos sin orden ni intervención política alguna, pero las autoridades fueron permanentemente informadas del accionar de nuestros hombres y recibimos el apoyo del presidente de la Nación y del ministro de Defensa. Ese hecho facilitó que en la última década del siglo pasado realizáramos la más importante reestructuración del Ejército de los últimos cuarenta años, inserta en la “Memoria 1991-2000: Un Ejército hacia el siglo XXl”. En ella podemos apreciar que entregamos una fuerza moderna, equipada, motivada, integrada con la sociedad, con presencia y respeto profesional y altamente profesionalizada.

Estoy convencido que ese 3 de diciembre empezó algo distinto; siempre ocurre en cada momento de cambio histórico trascendente.

Por Martín Balza – Ex Jefe del Ejército Argentino, Veterano de la Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica.