En la misma semana, a modo de “feminismo alternativo”, la diputada de Cambiemos, Elisa Carrió, sostuvo que “la mujer tiene que ser inútil así no te dejan hacer nada por miedo a que rompas algo”. No por ser mujer se es representante del género.
Desde tiempos remotos las mujeres han sido rehenes de una infinidad de estereotipos que delimitaron parámetros de conducta, muchos de los cuales perduran en la actualidad.
Pero no todo es tan rígido. Siempre hubo expresiones de mujeres que buscaron romper con esas reglas: la que se atrevía a vestir con pantalones cuando eran de uso exclusivo de los hombres; aquella que eligió ser profesional; la cantante, la actriz o la poetisa; hubo quien decidió que también podía elegir y creó el voto femenino; la que se animó a amar sin papeles y la que le puso fin al “para toda la vida”; la que decidió ser madre sin un hombre y la que no quiso cumplir con ese “mandato social“; la que viste la ropa que le gusta a pesar de los comentarios; la que no sabe coser ni bordar; la que aspira a gobernar.
Según el informe de ‘La casa del encuentro’, cada 32 horas muere en Argentina una mujer víctima de violencia machista; 3717 hijos e hijas quedaron sin madre producto de una muerte por femicidio (*) y el 64% son menores de edad. Los datos reflejan una cultura que persiste y está en crisis: la machista.
La responsabilidad de elegir
Cuando éramos niños repetíamos como loros que la Ley Sáenz Peña (1912) estableció el voto secreto, obligatorio y universal. Sin embargo tan universal no era porque sólo podían elegir los hombres mayores de 18 años, nacidos en Argentina y residentes de las entonces 14 provincias del país.
El 9 de septiembre de 1947 una multitud de mujeres se convocaron en las inmediaciones del Congreso de la Nación para exigirle a los legisladores que aprobaran la ley de sufragio femenino. El proyecto había sido enviado al legislativo por el presidente Juan Domingo Perón.
La historia cuenta que los legisladores recibían un sinfín de telegramas a diario. Los remitentes eran personas, organizaciones sociales y grupos partidarios que solicitaban la aprobación de la ley del voto femenino.
Finalmente, el proyecto fue aprobado por la Cámara de Senadores el 21 de agosto de 1946 y el 9 de septiembre de 1947 por la de Diputados. Días más tarde, el 23 de septiembre de 1947, se promulgó la Ley 13.010. En un acto público en la Plaza de Mayo, Perón firmó la ley y, simbólicamente, se la entregó a Evita ante una plaza colmada por una inmensa cantidad de hombres y mujeres.
Bajo el lema “La mujer puede y debe votar”, se convocó a las mujeres a empadronarse para poder emitir el sufragio. “No consiste tan solo en depositar la boleta en la urna, consiste esencialmente en elevar a la mujer a la categoría de verdadera orientadora de la conciencia nacional”, expresaba así Evita en la convocatoria.
Cuatro años más tarde, en la Asamblea Popular realizada en la avenida 9 de Julio, el 22 de agosto de 1951, en donde Eva renunció a la candidatura a la vicepresidencia de la Nación, volvió a referirse a los derechos conquistados a las mujeres: “Nuestra oligarquía, que siempre se vendió por cuatro monedas, no cuenta en esta época con que el pueblo está de pie, y que el pueblo argentino está formado por hombres y mujeres dignos capaces de morir y terminar de una vez por todas con los vendepatrias y con los entreguistas. Ellos no perdonarán jamás que el general Perón haya levantado el nivel de los trabajadores, que haya creado el Justicialismo, que haya establecido que en nuestra Patria la única dignidad es la de los que trabajan. Ellos no perdonarán jamás al general Perón por haber levantado todo lo que desprecian: los trabajadores, que ellos olvidaron; los niños y los ancianos y las mujeres, que ellos relegaron a un segundo plano”.
En el mismo discurso agregó: “A ellos (la oligarquía) les duele que Eva Perón se haya dedicado al pueblo argentino; a ellos les duele que Eva Perón, en lugar de dedicarse a fiestas oligárquicas, haya dedicado las horas, las noches y los días a mitigar dolores y restañar heridas”. En este párrafo Evita explica claramente lo que se esperaba (o quizás se espera) de la mujer del presidente: el lugar de acompañante, organizadora de eventos frívolos. Pasaron 68 años pero basta con leer las coberturas de los principales medios nacionales sobre la figura de la mujer del presidente, Mauricio Macri, para entender a qué se refería Eva: “Detalles del look ‘total black’ que lució Juliana Awada para el G20 en Japón”(Infobae, 28/06/2019), “Todos los looks de Juliana Awada en el G20” (La Nación, 30/11/2018), “Juliana Awada: fotos exclusivas de su rol como anfitriona durante el G20” (La Nación, 4/12/2018), “Moda oficial. G20: el estilo de Juliana Awada y los secretos de sus looks imbatibles” (Clarín, 29/11/2018), “Juliana Awada enloqueció al mundo con sus looks para la visita oficial en Indonesia” (Caras, 27/06/2019), “Juliana Awada ya tiene listo su guardarropas para la cumbre del G-20” (Infobae, 26/11/2018), solo por citar algunos.
Volviendo a las primeras elecciones en la que las mujeres pudieron votar, ocurridas el 11 de noviembre de 1951, cabe agregar el dato de que el padrón se duplicó (sobre un total de 8.623.646 electores, 4.222.467 eran mujeres) y que sólo el Partido Justicialista incorporó mujeres a sus listas a diferencia de los Partidos Demócrata, Conservador y Radical que sólo llevaban candidatos hombres.
Ampliación de derechos
Más tarde, en 1991 se sancionaría la Ley 24.012 de cupo femenino que establecía que un piso de 30% de las listas debían ser ocupados por mujeres. Esto motivó que mayoritariamente el lugar de las mujeres fuera el 3°, 6° y 9° lugar cumpliendo así con lo establecido por la norma pero que no terminaba de significar un verdadero reconocimiento a la mujer en la vida política.
El 23 de noviembre de 2017, 70 años más tarde a la sanción del voto femenino, se aprobó la Ley N° 27.412 de Paridad de Género en Ámbitos de Representación Política en Argentina que establece que las listas de candidatos deben ser realizadas intercalando a hombres y mujeres.
Luche y que se escuche! En ese arduo camino estamos las mujeres desde hace cientos de años. El camino de ser visibilizadas, de poder tener derechos, de que se nos respete, de poder elegir y ser elegidas, de poder crecer en una sociedad que no nos mire distinto solo por el hecho de ser mujer, de que no nos agredan, nos violen o nos maten.
En otros ámbitos la historia no es muy distinta. Para la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la brecha salarial entre hombres y mujeres es de un 23%; en materia educativa solo el 65 % puede acceder a estudios secundarios y superiores; 1 de cada 3 mujeres sufre violencia de género producida por un hombre de su entorno familiar o laboral; sólo el 22% ocupa cargos legislativos; entre otros temas.
Como si estuvieran en una vidriera permanentemente, las mujeres que decidieron romper con los patrones socialmente establecidos deben rendir examen. No alcanza con ser deportista, científica, artista o gobernante; además deben demostrar que son las mejores en lo que hacen.
En medio de estos datos surgen otros que hablan de un camino hacia la igualdad de género. Las lentas transformaciones se hacen presentes, tales como la apertura a la participación en la política, en el deporte, en el mundo empresarial, entre otros ámbitos.
En los patios de las escuelas las niñas ya no cantan ‘Arroz con leche’; el metegol dejó de ser un juego de niños; las mujeres ocuparon su lugar en el fútbol profesional; los libros dejaron de hablar ‘princesas’ que esperan a su ‘príncipe azul’ para hablar de las ‘antiprincesas’ que describen vida y obra de aquellas mujeres revolucionarias que le pusieron el cuerpo para cambiar el mundo que las rodeaba. De a poco la cultura se transforma y las mujeres ocupan lugares cada vez más protagónicos. Nuestro deber es continuar esa lucha para seguir ampliando derechos.
(*) Los datos corresponden al período 2008-2018.
Por Sabrina García. Periodista (UNLP), directora de www.sanfernandonuestro.com.ar y www.zonanorteambiental.com.ar