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El bullying nace en nuestra casa

Firma: Una mamá que podrías ser vos; una mamá de una hija, que podría ser la tuya/o.

Naciste y nos llenaste el mundo de mil colores.

Te vi crecer con tanta dulzura. Me explotaba el corazón con cada nueva palabra, con cada paso. Cada logro fue una fiesta. 
Te cuide lo mejor que pude, tratando de controlar ese impulso de evitar caídas, siempre intentando no entorpecer tu aprendizaje, respetando tus tiempos.
Te vi crecer con tanto entusiasmo y te acompañé en cada etapa. 
Llena de vida avanzaba mi niña. Te sentía segura, como quien no teme a nada ni a nadie. 
Y así llegó tu primer día de jardín: hermosa vestías orgullosa un delantal hecho por tu abuela. Luego, tu entrada en la escuela primaria: Te creías grande con tu cartuchera repleta de lápices afilados. Y así pasaba la vida y el tiempo, pasabas de grado.
Hasta que de pronto tu sonrisa se apagó, y la tristeza y la desilusión se instalaron como una gran nube gris sobre tu cabeza. Y sobre la nuestra. Hasta que al fin nos hablaste. ¿Cuánto tiempo silenciaste? ¿Por qué no confiaste en tus padres? No te culpo, porque, sin comprender, no pudiste poner en palabras acciones tan difíciles de procesar a tu corta edad; burlas, cargadas, amenazas, insultos, ser ignorada por tus compañeras fueron todos golpes fuertes a tu pequeña personalidad que apenas lograba sostenerse. Dijiste que no querías seguir viviendo, que nada tenía sentido.
Nos dijeron que tu autoestima estaba baja, que te mostrabas débil, tímida, insegura y que esto ocurría porque no te hacías respetar.  
¡Qué dolor! 
Hubiese querido estrangular a cada niño o niña que te hacía sufrir. Tantas veces fantaseé con insultar a los padres de esos niños. No lo hice, por el contrario, la razón venció a la emoción y decidimos con tu papá encarar de otro modo el problema pidiendo ayuda en la escuela. Hablamos con algunos padres, consultamos a profesionales, leímos varios libros y trabajamos mucho, todos, en fortalecerte, en mostrarte tus aptitudes, en potenciar todo lo valioso que tenes dentro, en brindarte las herramientas necesarias para poder enfrentar esta situación tan cruel e innecesaria que te tocaba atravesar a tus tan solo 12 años.
Te confieso que cada mañana camino a la escuela pedía a Dios que te acompañe y te de fuerza y que por la tarde, tras esperar a que salgas, te observaba caminar hasta mi por dentro rogando que haya sido un buen día para vos. 
Nosotros hicimos mucho, y seguiremos haciendo todo lo que haga falta, pero lamentablemente la otra parte (escuela, niños, padres) no se hicieron cargo, miraron hacia otro lado, no asumieron que esto era un problema de todos y no sólo nuestro. 
Y eso significó avanzar dos pasos y retroceder ese avance casi en el mismo día. ¡Qué impotencia!
Hoy pasamos la tormenta, volviste a reír gracias a la ayuda de tu terapeuta, de la nueva escuela y sobre todo gracias a tu fortaleza y perseverancia.
Crecimos mucho como familia. Pero somos conscientes que no todos corremos con la misma suerte. 
Si sos madre o padre y llegaste hasta acá leyendo esta historia, no mires a un costado. 
Si observas que tu hijo/a se aísla, tiene cambios de humor, llora sin motivo, no dejes de hacer una consulta. 
Es importante trabajar en equipo, por eso, pedí ayuda en la escuela y a un profesional para reforzar sus habilidades, para trabajar con sus emociones, para fomentar el diálogo y aumentar su confianza. 
Por favor, no dejes de trasmitirle a tu hijo/a la importancia de ponerse en los zapatos del otro, de respetar al que tiene enfrente. Enséñale que la palabra es un arma poderosa que puede construir y, a la vez, destruir gravemente a otro. 
Comprendamos que el bullying nace en nuestra casa: que el maltrato parte de nuestros vínculos más cercanos, y que luego nuestros hijos repiten en su entorno esa misma modalidad. 
Aceptemos que la violencia, el maltrato y la falta de comunicación en nuestro hogar es el punto de partida de esta grave situación de la que todos somos parte. 
No miremos a un costado, asumamos la parte que nos corresponde a cada uno. Entre todos es posible el cambio. 
Firma: Una mamá que podrías ser vos; una mamá de una hija, que podría ser la tuya/o.

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