El 25 de Mayo y la voluntad de un destino común

La Revolución de Mayo cumple 210 años. Parece mentira que ya hayan pasado 10 años de esa celebración multitudinaria que los argentinos pudimos protagonizar en el 2010. Hay una imagen que pervive en mi memoria como si se hubiera grabado a fuego: la de los presidentes de una América unida caminando entre miles de ciudadanos en paz. ¿Esa imagen es posible hoy?, me pregunto. ¿Qué persiste y qué ha cambiado de esa foto? Y no sólo por la dificultad concreta que hoy nos plantea la pandemia (sería imposible realizar una celebración con tantas personas juntas en un mismo lugar), sino también por los nuevos –y no tanto- escenarios políticos que debemos afrontar, aquí y en la región.

Uno podría pensar que el hecho de enfrentar una pandemia que no estaba en los planes de nadie es un escenario totalmente novedoso y, por lo tanto, desconocido. Y esto es tan cierto como el hecho de que aún en este tiempo de unidad necesaria, hay voces que no disimulan en repetir un comportamiento tan antiguo como la propia independencia: oponerse a la construcción de un destino colectivo ante todo. Un pequeño círculo que se repite a sí mismo como si vivieran en un loop. Los mismos ademanes, los mismos tonos, los mismos intereses, a veces, incluso, hasta los mismos apellidos.

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Pero a esta altura nada de esto nos resulta novedoso. Recuerdo, incluso, que en esos días de mayo de 2010 salió en el Diario Tiempo Argentino, en un pequeño recorte, un comentario de Sebastián Piñera, Presidente de Chile, sobre su experiencia en los festejos del Bicentenario argentino. Dijo el mandatario que “lo impresionó mucho” que se “expusieran de manera tan descarnada las divisiones y quiebres de la sociedad argentina”.

Soy parte de los que prefieren una exposición descarnada antes que esconder las diferencias debajo de la alfombra, como si nada hubiera pasado. Memoria, Verdad y Justicia han sido pilares de nuestra historia común. Sino, tarde o temprano, todo termina por estallar (Piñera del 2020 se lo tendría que explicar al Piñera del 2010).

En estos últimos años ciertos actores eligieron un concepto particular para hablar del fenómeno de “las divisiones y quiebres de la sociedad argentina”. La palabra grieta se puso de moda rápidamente y adquirió un numeroso contingente de defensores a ultranza. Sin embargo, esa palabra nunca se ajustó a la realidad. Nuestra sociedad no padece una abertura en su cuerpo sólido. Creo que aquí hay que pensar en otro tipo de definición. Otra imagen, si se quiere. A mí, por ejemplo, me gusta pensar que “nuestras divisiones” no refieren a un agujero o una rendija, sino a una diferencia de “voluntad”. Una diferencia que se da entre los que quieren un destino colectivo y aquellos que quiere un destino privativo.

Pero esto tampoco es nuevo. Miren sino lo que escribía Mariano Moreno, el secretario de la Primera Junta, en su Plan de Operaciones de 1810: “las almas que aciertan a gobernarse, gobiernan a los demás cuando lo intentan, vencen las pasiones, rigen los propios ímpetus, producen las circunstancias para utilizarlas y, encadenando la fortuna, hacen para su rueda movible, forzando al destino, que es lo que verdaderamente da derecho para mandar y es mandar en realidad”.

Quizá esta extensa oración les resulte confusa. Es algo que suele suceder con este tipo de escritos cuya sintaxis, plagada de fórmulas en desuso, se nos hace tan lejana como ajena. Sin embargo, este párrafo de Moreno que elegí para conmemorar la fecha me resulta sumamente sugerente y oportuno: siento que en la complejidad de su estructura, detrás del encadenamiento de pequeñas oraciones separadas por comas que forman otra extensa oración, hay algo que habla de esa diferencia de voluntad que mencioné antes.

De hecho, Mariano Moreno nos habla de la voluntad de gobernar. Si tuviera que decirlo con mis palabras lo haría de la siguiente forma: quienes tienen la verdadera voluntad de gobernar, así lo hacen, y cuando lo hacen, construyen con su pueblo su propio destino. Esa voluntad colectiva es la que funda su derecho y es la que le permite gobernar en la realidad, en lo concreto.

“Mandar en realidad”, es la fórmula –extraña- que usa Moreno para cerrar el párrafo. Una frase, a pesar de los años que lleva a cuestas, que me resulta más que pertinente para el momento. Porque más que un cierre parece una especie de aclaración, como si para Moreno hubiera dos formas de mandar, o de gobernar: una en la realidad y otra en la no-realidad. O para decirlo en otras palabras más ajustadas a nuestro tiempo: gobernar en lo concreto del día a día o gobernar en –o desde- las redes sociales. Está claro que Moreno no conocía las redes sociales, pero sí conocía una realidad: ser gobernado por un monarca a kilómetros de distancia cuyo interés por la sociedad del Virreinato del Río de la Plata de 1810 era prácticamente nula.

Es cierto que nuestra historia, de Moreno para acá, si se quiere, está plagada de divisiones. Y en cada momento histórico, esas divisiones tomaron nombres propios. Divisiones en las que el Otro popular y colectivo fue perseguido, violentado, proscrito, masacrado. Sin embargo, no fue una sutura de la grieta, sino una irreductible voluntad de construir su destino lo que lo puso de pie en cada nueva ocasión, en cada renovado desafío. Estoy convencido de que no es una grieta lo que separa -porque en el fondo, quienes pensamos que la patria es el Otro no concebimos la política como un hueco o un túnel, sino más bien como un puente-, sino que lo que nos separa es la voluntad de gobernarnos, la voluntad de una Argentina de pie, para todos y todas.

Fue el propio Alberto Fernández quien dijo: “Hay dos maneras de gobernar: vivir poniendo excusas por lo que hicieron otros o empezar a ocuparnos del futuro de todos”. Por ese motivo, este 25 de Mayo de 2020, sólo puedo apelar a nuestra fuerza común y al cuidado por el otro que todos debemos practicar. Ese es nuestro gran desafío epocal: estar más juntos que nunca, aun –y sobre todo- en la distancia. Eso es ocuparnos del futuro de todos.

Por Matias Molle – Diputado Provincial Buenos Aires TODOS