Comenzó a regir el nuevo cuadro tarifario para colectivos en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). En el conurbano bonaerense, el boleto mínimo ya roza los $500 y los tramos largos superan los $1.000 para quienes no tienen su tarjeta SUBE registrada.
Desde este miércoles 16 de julio, los usuarios del transporte público en el AMBA enfrentan un nuevo aumento en el precio de los colectivos. Según lo establecido por la Secretaría de Transporte, el boleto mínimo varía según la jurisdicción, pero en todos los casos representa un nuevo golpe al bolsillo en un contexto de alta inflación y caída del poder adquisitivo.
En las líneas de jurisdicción nacional, el boleto mínimo (primer sección) pasó a costar $451,01; en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) asciende a $488,70; y en las líneas de la provincia de Buenos Aires se ubica en $489,61. Para los usuarios que no tengan registrada su tarjeta SUBE, los valores pueden más que duplicarse: en los tramos más largos del conurbano, la tarifa puede superar los $1.067.
Una de las decisiones que más impacto tendrá en la provincia es la eliminación del beneficio de la Red SUBE, que permitía descuentos del 50% en el segundo viaje y del 75% en el tercero. Esta medida seguirá vigente en líneas nacionales y porteñas, pero ya no aplica para los colectivos bonaerenses, lo que agrava el impacto del aumento en quienes realizan trasbordos diarios.
Desde el Gobierno nacional se ratificó la continuidad de la Tarifa Social Federal, que permite a determinados grupos (como jubilados, beneficiarios de AUH o monotributistas sociales) pagar el 55% del valor del pasaje. En este nuevo esquema, el boleto mínimo con tarifa social parte de los $202,95.
La medida forma parte de la política de “sinceramiento tarifario” que viene llevando adelante el Gobierno de Javier Milei, con el objetivo de reducir el peso de los subsidios al transporte. En ese marco, el traspaso del costo al usuario se acelera en un escenario sin paritarias cerradas ni recomposición salarial a la vista para amplios sectores.
El impacto es especialmente fuerte en el conurbano bonaerense, donde millones de personas utilizan el transporte público como medio principal para trabajar o estudiar, y los traslados diarios implican recorridos largos y múltiples combinaciones.