Del Paradigma de la Libertad y la Democracia, al Paradigma del Desarrollo y el Conocimiento

Hace exactamente 38 años, los argentinos nos reencontrábamos con una posibilidad inigualable en nuestra condición cívica más propia y plena: poder libremente decidir quienes son nuestros representantes, con la responsabilidad y orgullo de conducir los destinos de nuestra Patria.

El 30 de octubre de 1983, florecía el retorno a la vida democrática, de la mano de un hombre que nos convocó a un sueño nacional, sintetizado sabiamente con las palabras del Preámbulo de nuestra Constitución, y proclamando dialécticamente el antagonismo más lúcido a los oscuros años de la última Dictadura, abrazados bajo un lema de campaña que trascendió largamente esa frontera, “Somos la vida, somos la Paz”.            

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El destello de esperanza, prosperidad, del retorno al respeto cierto de derechos y el valor de verdad y justicia que se anunciaba como el modo de convivencia que en Argentina encararíamos, tuvo lugar el 30 de octubre de 1983 con el triunfo de Raúl Alfonsín en las elecciones de aquel día, y se cristalizaría unas semanas después con su asunción el 10 de diciembre de 1983. La reinauguración democrática, vendría acompañada del inmediato cumplimiento de muchas propuestas de campaña dirigidas a la defensa de los Derechos Humanos, que posteriormente se convertirían en una política sostenida e indiscutida por los argentinos. Fue así como se derogó la ley de autoamnistía sancionada por los militares antes de retirarse del poder, y se creara la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, más conocida como CONADEP, a los efectos de que las gravísimas violaciones a los Derechos Humanos cometidas sean investigadas y eventualmente sancionadas por la Justicia argentina. El material compilado por la Comisión es lo que permitió llevar adelante el tan recordado Juicio a las Juntas Militares, un hito en términos procesales y sustanciales que configuraron un modelo de enjuiciamiento a nivel mundial.             

Hoy, 38 años después de aquel suceso histórico y la indiscutida consolidación democrática como forma de gobierno, continuamos arrastrando problemáticas que no han encontrado respuestas efectivas en las décadas pasadas ni en la actualidad, por discontinuidades de políticas públicas que debieron recaer en la renombrada expresión “políticas de Estado”, o por la desidia de gobiernos respecto al orden de prelación de ciertas políticas públicas que tengan un enfoque formativo, productivo y de valor agregado. Resulta imperioso reconocer que los déficits arrastrados en todos estos años, si no encuentran un ámbito dialógico entre quienes tienen responsabilidad política e institucional para abordar los acuerdos que la sociedad requiere para su desarrollo y crecimiento, terminaremos repitiendo comportamientos circulares que nos detienen en el atraso y en un descreimiento sistémico con un hastío social imperdonable.

Días atrás, conmemorando el triunfo de Raúl Alfonsín, los radicales bonaerenses acompañados por muchos dirigentes partidarios nacionales, nos encontramos nuevamente en Ferro, un lugar que nos moviliza emocionalmente, porque desde allí nació el sueño de una primavera democrática, de una vida en libertad e igualdad.  Un clamoroso encuentro en el que rememoramos orgullosos el calor de aquel 30 de octubre de 1983, pero con un propósito y compromiso con el presente y fundamentalmente con el futuro, porque como en aquel 30 de octubre en el que desde el Radicalismo reafirmábamos  una convocatoria a todos los argentinos sin distinción partidaria a abrazar con fervor el paradigma de la Democracia y la libertad,  en esta oportunidad nos encontramos con la firme convicción de que nuevamente debemos asumir un compromiso con los argentinos, vinculado a resolver los problemas que acarreamos desde entonces pero con un enfoque asociado a los cambios que el mundo recorre y que nos demanda inexorable adaptación si no queremos desperdiciar oportunidades; tenemos la obligación, como afirma constantemente Facundo Manes, de pregonar e implementar una nueva revolución en Argentina, una revolución del CONOCIMIENTO, sostenida en una educación readaptada al siglo que cursamos, en conexión con la ciencia y tecnología, que complemente la producción y la innovación para brindar valor agregado y nos signifique ser competitivos en un mundo de interacción inevitable, de comercialización dinámica, y de comunicación permanente.

Los radicales volvimos a la cancha, luego de años de desconciertos y desencuentros con una sociedad que no  lograba ver reflejada en nuestra partido la capacidad suficiente para encarar los desafíos que se transitaban. A partir del 2015 cuando entendimos y aceptamos que el equilibrio político requería readaptación  por parte de la UCR, como consecuencia de que los partidos políticos por si solos no logran acoger la suficiente representación para ganar elecciones y especialmente gobernar, es que hemos confluido con otras fuerzas políticas en la construcción de una coalición que también el tiempo le está permitiendo lograr una maduración necesaria para no ser solo una coalición electoral, y consolidarse en una coalición de gobierno. Esa génesis en Buenos Aires, la provincia más afectada para el Radicalismo luego de la crisis del 2001 tuvo el liderazgo de Daniel Salvador como presidente partidario y vicegobernador de la provincia, junto a muchos hombres y mujeres que comprendieron que la reconstrucción partidaria demandaba la recomposición de una estructura y organización que se reencuentre con el deber de gobernar, y no solo con el conformismo y “comodidad” de controlar a los diversos oficialismos. Ese Radicalismo fue recuperando energía, metodología y formación gubernamental, y pudo competir en una elección primaria este año obteniendo el acompañamiento de un millón trescientos mil bonaerenses que volvieron a confiar en que somos capaces de sintetizar sus preocupaciones y objetivos.

El Radicalismo volvió a la cancha, al igual que en 1983, en búsqueda de convocar a todos los argentinos a un nuevo sueño, donde la educación, la ciencia y la tecnología, la prosperidad, la libertad, la igualdad, la producción, la ética y la moral sean pilares del paradigma de este siglo. Volvimos a la cancha donde levantábamos en 1983 las banderas de la democracia y la libertad, paradigmas irreductibles de aquellos años, para levantar las banderas de la educación, el conocimiento y el desarrollo, el paradigma que hoy nos interpela a los argentinos.

Por Sebastian Salvador – Diputado Nacional