Lacan hablaba de las tres pasiones del ser: amor, odio e ignorancia. Para Sigmund Freud, el odio es un hecho clínico fundamental. De él esboza el origen psíquico y las consecuencias sociales y junto con el amor, las llama “las fuerzas maestras desplegadas por el yo en su lucha con el mundo externo, a fin de afirmarse, conservarse y sobrevivir”.
Descartes decía que todas esas pasiones pueden ser provocadas en nosotros, sin que nos percatemos en absoluto de si el objeto que las causa es bueno o malo.
Todo eso nos sucede también con las pasiones políticas o, mejor dicho, de las pasiones que se derivan de la política. Lo malo es que ya todo está estudiado y no es que el conocimiento científico sobre el comportamiento del hombre sea malo para la humanidad, lo malo está en que ese conocimiento sea estudiado para generar acciones que nos hagan actuar del modo en que los “laboratoristas” de la democracia.
Vayamos al grano: el “manual del populista exitoso” ya se ha escrito y todos sus consejeros y protagonistas lo conocen en profundidad. Se puede moldear la opinión pública para que un conjunto de actores políticos se comporten de un modo específico que ayude a otros a comportarse de una manera completamente diferente.
Las instrucciones de ese manual han sido seguidas al pie de la letra por líderes de izquierda, de derecha y de centro, intelectuales de discurso florido, militares devenidos en líderes carismáticos y empresarios poderosos que reconocieron en el poder político el camino para incrementar su riqueza personal, familiar y empresaria.
El “manual del populista exitoso” establece que la primera y decisiva tarea del gobierno populista es lograr la división de la sociedad en cuatro cuartos (o cuatro porciones de aproximadamente un 25% de la población cada una).
Para lograr el primer cuarto, que denominaremos “fanáticos adeptos[”, hay que trabajar con fuerza, dedicación y suficientes recursos, antes de acceder al gobierno. Necesitaremos que sean gentes desesperanzadas y si se puede excluidas del sistema económico nacional. De ese modo será más simple ofrecerles un empoderamiento concreto que resuelva los problemas que la democracia no supo o no quiso resolver hasta el presente.
Si bien, antes de acceder al poder el “populista exitoso” ya cuenta habitualmente con el odio de personas que lo ven como un riesgo para sus valores o para sus intereses personales, es al tomar el gobierno cuando nuestro líder deberá dar golpes reiterados que aseguren que ese grupo antagónico furioso se engrose tanto como para completar el segundo cuarto, o el segundo 25%.
¿Por qué resulta tan importante que este segundo grupo sea equivalente en número al de los fanáticos propios? La respuesta es simple, si no hubiera fanáticos contradictores , los propios empezarían rápidamente a desteñir e irían convirtiéndose en un grupo tibio, sin demasiadas convicciones y sin el necesario espíritu de lucha. Es la disputa permanente por una inexistente verdad única y excluyente la que motiva y transforma en guerreros de las redes, de la pluma, de la espada y hasta de las pistolas, a ciudadanos que hasta entonces no habían logrado generar ninguna de las tres pasiones de Lacan, ya que si bien muchos pueden exhibir algún nivel de ignorancia, ninguno cursa esa “virtud” apasionadamente.
Cuando ambos grupos entran en acción y definen el campo de batalla, que necesariamente incluirá sin orden ni prioridad alguna a las redes sociales, la mesa familiar, los grupos de amigos, las organizaciones de la sociedad civil y cualquier ámbito de la vida pública y/o privada en la que cada bando deba imponer “su verdad”, empieza entonces por acción u omisión la constitución de los dos cuartos restantes. Uno integrado por tibios adherentes al líder populista que, en general están de acuerdo con su programa de gobierno o sus objetivos, pero rechazan sus modos generalmente alejados del espíritu republicanos y de los acuerdos básicos. Finalmente, el cuarto restante , que se integrará con los opositores tibios que, aunque nada comparten con el líder, ni sus objetivos ni sus modos, no están dispuestos a embarcarse en una guerra de insultos con nadie y, menos aún, a dividir sin retorno a su sociedad.
Este es el punto en que sociólogos y matemáticos podrán cuestionar mis argumentos respecto de los “cuatro cuartos” con casos empíricos de tres tercios, cinco quintos y hasta ocho octavos, que seguramente existen. Lo planteado es apenas una esquematización de esas situaciones con un líder populista que divide a su sociedad y pretende condenar a la mayoría a abstenerse de participar en la vida pública por el clima de violencia que instala y la inevitable grieta que promueve para consumar con mayor comodidad su proyecto de poder.
Por suerte hay opciones . Ante las pasiones que nos envuelven para dividirnos y, a veces, como es el caso actual de Venezuela, pareciera que para enterrarnos, existe también el “manual del líder democrático exitoso” que establece caminos e ideas para contrarrestar el riesgo populista, iluminar caminos alternativos y unir a la sociedad tras objetivos comunes .
Donde hay una buena causa populista (combatir el hambre, por ejemplo) deben surgir virtuosos programas que pongan en el centro de la agenda pública ese combate que demuestren que no es con más clientelismo sino con más libertad y empoderamiento de los pobres como se lo combate.
Es claro que resulta difícil despertar las pasiones, principalmente la del amor, para crear y compartir esfuerzos, y el odio al atraso estructural que realimenta la pobreza en pueblos y ciudades.
Este último es un camino complejo y con riesgos. Hay otro más fácil, siempre lo hay aunque seguramente no nos lleve a un mejor destino. De algún modo, la oposición venezolana es un ejemplo. Lleva más de 20 años tratando de salir de su “día de la marmota”[1] que le permitirá comprender que el Comandante Chávez no descendió de un platillo volador para apoderarse de la voluntad de millones de ciudadanos venezolanos que lo llevaron a la Presidencia en 1998, sino que los partidos que le precedieron dejaron “fuera de agenda” cuestiones tales como la desigualdad.
Evitar repetir el “día de la marmota” es hoy un desafío para las dirigencias a lo largo y a lo ancho de América con líderes populistas que prometen resolver las cuestiones que no fueron atendidas por décadas.
El juego ha comenzado!
Lic. Jorge Arias Indice de Desarrollo Democrático de América Latina IDD-LAT Jarias@idd-lat.org
[1] “Día de la marmota”, nombre de una película estadounidense en la que un arrogante meteorólogo de la televisión de Pittsburgh (Interpretado por Ben Murray) que, mientras cubre el evento anual del Día de la Marmota en Punxsutawney, Pennsylvania, se encuentra atrapado en un ciclo de tiempo, repitiendo el mismo día una y otra vez. Después de caer en el hedonismo y suicidarse en numerosas ocasiones, entiende que esa condena a repetir errores sólo se resuelve cuando comienza a reexaminar su vida y sus prioridades.