Covid 19, la vacuna argentina

“Veo lo que usted me dice sobre el punto de la independencia no es soplar y hacer botellas. Yo respondo a usted que mil veces me parece más fácil hacerla que el que haya un solo americano que haga una sola botella.

General José de San Martín. Carta al diputado Tomás Godoy Cruz. 24-05-1816

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Muchos dicen que no se puede. Que no hay insumos. Que no estamos capacitados, que hay patentes que respetar… También lo dijeron antes de que organizáramos la producción de respiradores, o reactivos, o barbijos de alta protección, ante la pandemia… Sin embargo, pudimos.

Los enemigos de Argentina, de adentro y afuera, nos imaginaban entregados y sin vacunas. Pero, de una u otra manera, lo vamos consiguiendo. Los ejemplos que ellos daban de lucha contra la pandemia, ya no lo son. Mienten y no se autocritican de sus mentiras cuando quedan al descubierto. Lo que aportó el gobierno fue necesario, pero aún no es suficiente. Lo que sí fue y es esencial, es la participación protagónica del pueblo.

Argentina tuvo el segundo avión a reacción de América (el Pulqui II), produjo trenes, aviones, automóviles, utilitarios, el misil Cóndor, barcos, desarrolló su energía atómica, etc. Extrajo y procesó petróleo con la YPF del General Mosconi y produjo acero con la orientación del General Savio.

Los golpistas represores de 1955 (los que no vacilaron en bombardear la Plaza de Mayo en junio de ese año) despreciaban la industria argentina. Despectivamente la llamaban “industria flor de ceibo” en alusión a la flor nacional. Daban por sentado que era mala. Sin embargo, si hubiéramos seguido desarrollando la Estanciera, hoy tendríamos una 4×4 nacional, por dar un ejemplo. O aviones. O barcos (los astilleros los tenemos).

La dictadura de 1976 también despreciaba lo nacional. Es recordado aún un spot televisivo de la época de Martínez de Hoz que mostraba cómo se rompían las sillas nacionales y exaltaba la calidad de las extranjeras. Un funcionario dijo, entonces, que era lo mismo producir caramelos que acero, sosteniendo que no era importante industrializar en sectores básicos y estratégicos, como la Siderurgia o la Petroquímica. O el Litio, o las vacunas, hoy.

Sin embargo, los insumos para la salud, como se advierte, son vitales para nuestra existencia como país. Porque lo sanitario, y las vacunas en particular, se han demostrado como de importancia geoestratégica.

Así, por ese camino de los golpistas y los represores, de los Menem y los De la Rúa, de los Macri y los radicales que traicionaron a Alem e Yrigoyen, Argentina se desindustrializó y aumentó su dependencia. Se cumplió lo que había advertido la Sra. de Perón, sosteniendo que el Golpe del 76 “venía a destruir las chimeneas”. O como ha expresado el Dr. Julio C. González: vinieron a destruir la Argentina Científica, Tecnológica e Industrial, en un verdadero “asalto a la Argentina”, como se titula uno de sus libros.

No producimos porque no nos dejan, no porque no podamos…

Un ejemplo a estudiar

Tener o no una Argentina independiente de toda dominación extranjera, como dice el Acta de nuestra Independencia, está muy ligado a la Independencia Política e indisolublemente relacionado a la Independencia Económica. Y a la Defensa Nacional, patriótica y popular, de esa Argentina Independiente.

Pero lo primero a definir es si estamos decididos a encarar una Política de Independencia Nacional. Como lo demuestra el siguiente ejemplo histórico.

Transcurría la primera mitad de los años ´60, épocas de la Revolución Cultural China. Mao vivía y China Popular era muy distinta de la actual que es socialista de palabra e imperialista en los hechos. Y que hoy es social fascista, socialista de palabra y fascista de tipo hitleriano en el plano interno. Como se vio en la represión de la Plaza de Tiananmen, en 1989.

En la China Popular, encabezada por Mao, se impulsaba un desarrollo independiente. En el campo y en la ciudad.

Los ejemplos fueron la Brigada Tachai en el campo y la Brigada Taching en la industria, en este caso, en la producción petrolera. Se buscaba producir petróleo y se organizó una brigada para hacerlo: La Brigada Taching, parte de la organización en Comunas, Brigadas y Equipos, en ese país y en esa época.

Los partidarios de que China dependiera de la URSS (que ya había dejado de ser socialista), pusieron todo tipo de obstáculos y objeciones. En China no había experiencia en producción de petróleo y los países imperialistas siempre habían dicho que no había petróleo allí.

Sin embargo, el líder de Taching, Wang Chin-Si (llamado el hombre de hierro) sostenía: “nuestro país tiene un vasto territorio. No creo que el petróleo se halle sólo en el subsuelo de países extranjeros”. Y decía también: “Debemos comenzar el trabajo si tenemos las condiciones, y lo haremos, asimismo, creándolas, si no las poseemos”. Sería bueno que nosotros pensáramos en tener nuestra vacuna siguiendo esos conceptos.

Lo cierto es que Taching logró extraer petróleo. A partir de 1949, siguiendo la línea “independencia, autodecisión y autoabastecimiento”, el Gobierno de la China de Mao estableció gradualmente organismos encargados de la investigación y exploración petrolera, además de centros docentes superiores para ese fin. En todos los campos petrolíferos se instalaron institutos, departamentos y laboratorios científicos destinados a servir de apoyo al proceso productivo, conformando así un verdadero “triángulo científico-tecnológico (gobierno, infraestructura científico-tecnológica, aparato productivo) como el que postuló, sin éxito, el tecnólogo desarrollista argentino, profesor Jorge Sábato en su trabajo “Ciencia, tecnología, desarrollo y dependencia”.

Taching pudo hacer realidad ese triángulo, porque mantuvo obstinadamente el objetivo de ser independiente. No se trataba de tener un desarrollo industrial en condiciones de dependencia como, de fondo, implicaba el concepto original de Jorge Sábato.

Se trataba de triunfar poniendo, primero, una política de independencia al mando, para sobrellevar los obstáculos. “La política al mando”, dirían los maoístas. Quienes sostenían, además, que nada se podría realizar sin el protagonismo del pueblo.

Todo lo anterior vale para nosotros hoy, en plena lucha contra la pandemia. La vacuna argentina es parte de esa lucha. La vacuna contra el COVID nos está enseñando cuánto cuesta, en vidas, la dependencia. La dependencia mata…

Las patentes y los convenios

La dura situación de la pandemia nos ha obligado a aceptar duras condiciones para proveernos de vacunas. En la emergencia debimos actuar como quien, amenazado con una pistola en el vientre, entrega su dinero para salvar la vida. Pero debemos prepararnos para que no se repita una situación similar. Porque seguramente deberemos seguir vacunando y aplicar refuerzos en futuros años.

Es curioso lo que pasa hoy:

1º) ASTRAZENECA-OXFORD-SIGMAN producen, en Argentina, el líquido de las vacunas para ser envasado. Éste se envía a México para ello. Muchos partidarios de EEUU ocultan que este país restringió la exportación a México de un insumo necesario para el envasado (¿para boicotearlo?). Entonces Sigman exportó el líquido a la planta de Astrazeneca de EE.UU. y de allí el producto final no puede salir. Rara situación: está el líquido, pero no lo podemos envasar, ni rescatar, ni aplicar.

2º) En cambio, la SPUTNIK VIDA, se envasará acá, en sus primeras producciones, con materia prima enviada por Rusia.

O sea, en un caso sólo se produce el material básico sin envasar y, en el otro, los primeros lotes se produjeron recibiendo el material del extranjero. Se puede deducir que, si tomamos la adecuada decisión política, tenemos toda la capacidad de línea de producción completa o podemos ampliar la que tenemos.

Repitiendo lo expresado más arriba: “Debemos comenzar el trabajo si tenemos las condiciones, y lo haremos, asimismo, creándolas, si no las poseemos”, siguiendo a Wang Chin-si.

Podemos producir y envasar. ¿Se nos dirá que la planta de producción es de Sigman? Que el Estado la subordine a su conducción, en esta situación de guerra sanitaria. Ni siquiera hace falta expropiarla. Si las reglas de juego impiden que hagamos posible lo necesario, rompamos las reglas de juego. Están implicadas muchas vidas en ello.

Se impone una decisión política, una Política de Estado:

a) Dar todo el apoyo de fondos y estructura para completar el desarrollo de los proyectos de vacuna nacional y fabricarlos completos por el Estado o con empresas del empresariado nacional subordinadas y bajo conducción del Estado. Relevar ya toda nuestra capacidad de producción y envasado y ampliarla, invirtiendo en ello, ya mismo. Fomentar y sostener, bajo la conducción y coordinación del Estado y dando prioridad a ello, a los proyectos argentinos de vacuna propia en curso. Establecer fondos del presupuesto destinados a tal fin.

b) Impulsar el proyecto, en curso en varios países, de que se liberen las patentes de las vacunas por ser un bien de la humanidad. En determinadas circunstancias debemos tener la decisión de desconocer las patentes. Ya que más arriba se citó al tecnólogo desarrollista Jorge Sábato, es bueno recordar que alguna vez escribió: “… la tecnología se compone de conocimientos nuevos y viejos, originados en la investigación, en la copia y hasta en el robo; propios o ajenos”.

c) Hugo Sigman no ha cumplido su convenio. No debe salir un envío más de lo producido por su empresa en Argentina. Envasaremos acá lo que podamos y acordaremos con países hermanos el envasado del resto. De paso, esto debe servirnos de lección. Una cosa es un empresario nacional que tiene interés en el desarrollo argentino y otra es un empresario que vive de nuestra dependencia y tiene lo fundamental de sus empresas en el extranjero. Y al que le da lo mismo lo que suceda en Argentina.

 d) Lo anterior exige fondos que provendrán de los que se benefician y beneficiaron con la entrega y la indefensión nacional y con la miseria del pueblo.

A modo de epílogo

Producir la VACUNA ARGENTINA es cuestión de emergencia sanitaria, de desarrollo industrial, de seguridad y soberanía para la Defensa Nacional. Debemos impedir, en este y otros temas, ser chantajeados por las potencias que reclaman retazos de nuestro país.

La situación es grave y reclama decisiones inmediatas. Bancos y “timberos” de las finanzas, latifundistas en gran medida extranjeros, empresarios que figuran entre los más ricos del mundo según la revista Forbes, tienen el dinero que hace falta. Hay una deuda fraudulenta, ilegítima, usuraria y odiosa que no debemos pagar. Debe ser investigada. Se nos escurre entre los dedos la riqueza minera, petrolera, del litio, etc. Se nos filtra por la Hidrovía la producción cerealera. Esos fondos deben ser para paliar el sufrimiento y el sacrifico del pueblo. Y para tener nuestra vacuna. Debemos volver a fabricar por el Estado lo fundamental de ellas.

Los conservadores de la dependencia argentina prometen volver, en un “segundo tiempo” de su gobierno de entrega y ajuste. Amenazan con la fractura nacional, como el presidente de la UCR macrista, Alfredo Cornejo, que propuso la escisión de Mendoza, primero, y la de Córdoba y Mendoza, después. Promueven la desobediencia ante las medidas contra la segunda ola de la pandemia. Bordean el delito de sedición en CABA y en algunos municipios. Intentan desestabilizar de todas las maneras posibles en busca de una crisis que abra camino a un golpe institucional (o abierto si les da la fuerza). Y no es imaginación esto último: hace unos días, eufemísticamente, el conocido periodista Marcelo Longobardi planteó en Radio Mitre, la necesidad de “formatear la Argentina de un modo más autoritario”. Es bueno recordar que, el 24 de marzo de 1976, esta gente “formateó la democracia de un modo más autoritario, seis meses antes de las elecciones…

Se equivocan estos defensores de la dependencia. Los pueblos están en ascenso en sus exigencias y no lo permitirán. No volverá a ocurrir. No pasarán.

El 27 de julio de 1819, el general José de San Martín escribió en la Orden General al Ejército de los Andes:

La guerra se la tenemos que hacer del modo que podamos: si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos tiene que faltar. Cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con la bayetilla que nos trabajen nuestras mujeres, y si no, andaremos en pelota, como nuestros paisanos los indios. Seamos libres, y lo demás no importa nada.


Por Horacio Micucci – Doctor de la UBA, Área Farmacia y Bioquímica. Magíster en Epidemiología, Gestión y Políticas de Salud, UN de Lanús. Licenciado en Ciencias Bioquímicas (orientación Bioquímica Clínica), UN de La Plata. Farmacéutico y Licenciado en Ciencias Farmacéuticas, UNLP. Químico (ciclo básico del Doctorado en Ciencias Bioquímicas), UNLP.

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