Por Javier Forlenza*
Hablar de los 50 años que han pasado de la muerte de Perón, es hablar ante todo de un líder político que supo construir un movimiento colectivo, donde la mano tendida al caído, al abandonado, al desprotegido, a los invisibilizados y a los olvidados, se convirtió en el principal motor para el ascenso social de la fuerza más pujante de la Argentina, sus trabajadores/as.
Celebrar el paso de la vida de Perón por nuestra tierra, es sin dudas mucho más que hablar de las conquistas sociales alcanzadas, es fundamentalmente comprender el Movimiento Justicialista, como un movimiento continental de abrazo latinoamericano, donde la fortaleza de ese abrazo radica en un pueblo hermanado bajo una única bandera, la justicia social.
Ha pasado medio siglo, y aunque algunos hagan enormes esfuerzos por borrar de la memoria colectiva al justicialismo, el justicialismo esta más vigente que nunca. Esta vigente cuando una buena parte del pueblo argentino, que apropósito lo quieren confundir con discursos del individualismo como nueva forma de éxito, se manifiesta en la calle como sucedió en la marcha nacional universitaria, que vale recordar la gratuidad fue y será una de las tantas conquistas del justicialismo, y en este sentido mientras escribo estas líneas se me vienen las palabras de quien lo hizo posible “La conquista más grande es que la Universidad se llenó de hijos de obreros” Juan. D. Perón.
Vivimos tiempos turbulentos, de muchas confusiones provocadas, y de muchos confundidos, que por creer haber alcanzado algo se olvidaron de donde vienen, de que hay un otro al que mirar, que aún teniéndolo todo hay que luchar por aquellos que no tienen la certeza del mañana. Seria inútil hablar de Perón, si no hablamos de que la frazada debe cubrir a todos, de que el mercado no soluciona por si solo los desequilibrios y desigualdades sino con un Estado tutelar y promotor del cuidado de la calidad de vida, con trabajadores/as en blanco, y no con la precarización laboral como “modelo” con el que quieren encandilarnos, con jubilados que tengan la certeza de que su esfuerzo les sirvió para disfrutar de esta etapa de la vida, y no que vivan con la mirada agacha por no llegar ni a cubrir los medicamentos, con jóvenes que abrazan el día a día casi sin soltarlo, porque no tienen la previsibilidad para consolidar sus proyectos de vida, y donde independizarse casi suena a una entelequia, con industriales nacionales que con enorme esfuerzo apuestan a la generación de empleo, a la inversión y a la producción nacional, mientras otros tantos hablan del libre mercado como la solución novedosa, como si la competitividad en desigualdad de condiciones es lo mismo, mientras se abren las importaciones y se premia la evasión fiscal. Que la soberanía tecnológica es para este siglo XXI la llave para el acceso a las nuevas tecnologías al servicio de la ciudadanía y de la generación de trabajo con derechos laborales, y no la apertura indiscriminada para trabajos mal remunerados y precios de los servicios de telefonía, internet y televisión por cable privativos para una buena parte de los argentinos.
Estos cincuenta años, son la oportunidad para poner en valor el justicialismo, construir un discurso hegemónico de lo colectivo, un plan alternativo de gobierno a la altura del siglo que transitamos, una nueva institucionalidad que despierte lo comunitario y que nos permita responder a las nuevas demandas sociales, pero sobre todo que nos convoque a asumir el camino de la unidad de nuestro movimiento, como camino indiscutible para abrazar al pueblo argentino, de lo contario nos quedaremos a medio camino y sin poder responder ¿Cómo nos gustaría vivir Unidos o Dominados?
*Javier Forlenza – Militante Peronista