Chau PASO y las enseñanzas de la elección en Santa Fe

La eliminación de las PASO en la provincia de Buenos Aires, la decisión de desdoblar las elecciones y los resultados en Santa Fe ponen sobre la mesa una advertencia clara: sin unidad política, los oficialismos se debilitan y la desconexión con la ciudadanía se profundiza.

 “Chau PASO”, este 14 de abril, Cristina Fernández de Kirchner cerró un capítulo. En un extenso mensaje publicado en redes sociales, explicó por qué le pidió a los legisladores del peronismo bonaerense que retiren el proyecto de elecciones concurrentes, impulsado semanas atrás para evitar que los ciudadanos deban votar dos veces en apenas 50 días.

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Entre argumentos económicos, institucionales y políticos, la expresidenta remarcó que seguir empantanados en debates técnicos desvía el foco de lo urgente: la crisis social que atraviesa el país. Pero detrás de lo dicho, también parece haber una señal política más profunda: permitir que Axel Kicillof gane protagonismo propio y asuma más peso en la toma de decisiones.

La jugada, sin embargo, no puede leerse en un vacío. El escenario santafesino ofrece una radiografía precisa del estado actual de la política argentina: la participación fue del 55,6 %, la más baja desde el retorno democrático, y el gobernador Maximiliano Pullaro, que había ganado con el 58 % en 2023, cayó al 34 %.

El peronismo, fragmentado, no logró consolidar una alternativa. Y La Libertad Avanza, sin Javier Milei en la boleta, quedó lejos de los primeros puestos. Una constante que se viene repitiendo desde 2023: el voto libertario rinde más cuando el presidente encabeza.

Entonces, ¿qué enseñanzas deja Santa Fe? En primer lugar, el desgaste del sistema político. La baja participación evidencia una ciudadanía cada vez más desconectada de la oferta electoral. En segundo lugar, la dispersión del peronismo vuelve a ser un problema estructural. Y en tercero, que el oficialismo nacional puede tener debilidad electoral, pero eso no garantiza triunfos opositores automáticos.

La discusión sobre la ingeniería electoral, que ocupó buena parte del debate bonaerense en las últimas semanas, queda en segundo plano frente a un dato ineludible: la gente está votando menos y con menos entusiasmo. Es un llamado de atención para todos los espacios políticos, no solo para el peronismo.

El desdoblamiento de elecciones en Buenos Aires no debe analizarse solo como una interna partidaria o un pase de facturas. Puede ser una oportunidad para que cada espacio construya su propuesta con claridad, pero también implica más esfuerzo, más organización y una lectura precisa del clima social.

El 7 de septiembre se votará en la provincia; el 26 de octubre, en todo el país. Ya sin PASO, las definiciones llegarán antes, y con más costo político para quienes queden afuera del armado. El juego cambió, y el reloj empezó a correr.

Un viejo dirigente de la zona norte, con ironía y experiencia, lanzó una frase que quedó flotando en el aire: “Yo te cedo la fecha, pero me queda la lapicera”. La definición electoral en Buenos Aires ahora dependerá, en buena parte, de cómo logre el peronismo armar sus listas.

En la vereda de enfrente, el PRO atraviesa su propia tormenta: pierde dirigentes casi a diario, muchos de ellos tentados por La Libertad Avanza, y empieza a mostrar síntomas de achicamiento. Tras fuertes cruce en la interna porteña,  y con Mauricio Macri y Javier Milei involucrados personalmente en la disputa, la gran incógnita es si, en caso de una derrota en su bastión histórico, el PRO reaccionará con algo de amor propio o terminará de disolverse en una fuerza cada vez más vecinalista.