¿Campaña de vacunación, o campaña electoral?

Como dice el Gato de Alicia en el País de las Maravillas “Si no sabes a dónde vas, no importa el camino que elijas”. Esto se podría traducir en:“Si no tenemos objetivos, probablemente no tendremos un plan”

Creo que durante todo el año de encierro que tuvimos, teníamos un objetivo definido, el cual se desprende constantemente de todos los discursos de todos los gobernantes a nivel mundial, y que comparto plenamente: que no mueran ciudadanos en vano, que no mueran los más susceptibles y los más vulnerables por este virus, que son los mayores, a los que les dicen “nuestros abuelos“. Para esto en un principio se utilizó la estrategia de aislamiento, considero que de forma muy oportuna. Es asi que el termómetro para ver cuando “se abre y se cierra”, como nos movemos por las distintas fases, siempre estuvo (y está) relacionado a la mortalidad y a la ocupación de camas de terapia, que, en cierta forma, representa la saturación del sistema de salud. Esto es lo que escuchamos siempre, ¿no? Y está perfecto y considero que es lo correcto.

brickel

Entonces, si sabemos que este es nuestro objetivo, bajar la mortalidad y la ocupación de camas (y sabemos que las personas mayores o con comorbilidades son la que más mueren o tienen complicaciones por esta enfermedad), para poder vivir con “normalidad” tendríamos entonces que diseñar un plan que actúe sobre estas variables (disminuir la mortalidad y disminuir la cantidad de camas ocupadas en terapia). Para esto, podemos hacer 2 cosas: 1) Intentar mermar la circulación del virus, aislándonos, y logrando así que el virus no llegue a las personas más vulnerables; o 2) Inmunizar a las personas más vulnerables, para que no sean tan susceptibles al virus.

Creo que a esta altura sabemos que la primera opción es poco viable… Representa más encierro (cuarentena) para todos, o encierro “selectivo” para nuestros abuelos, los mayores (que sabemos bien que son las personas que más sufren esto, porque necesitan más asistencia, afecto y cuidados). 

También, pensando en esta opción como viable, podríamos intentar vacunar a los más jóvenes primero, que son los que más circulan, trabajan, o van a la escuela o universidad… Pero esto no serviría tampoco, porque la vacunación no impide la transmisión del virus (podemos estar vacunados, pero alojar al virus en nuestras fauces o manos, y así contagiar al que está desprotegido). Por lo tanto, si elegiríamos esta es la opción de inmunizar a los más jóvenes, seguiría habiendo transmisión comunitaria del virus, le llegaría a los adultos mayores o personas de riesgo, y no conseguiriamos el impacto sobre la mortalidad ni sobre la saturación del sistema de salud en cuanto a camas ocupadas. Y así mismo, si sirviese, sería vacunar a casi 34 millones de personas (ver gráfico 1), ósea, necesitamos, 68 millones de dosis de vacunas… Dosis bastante difíciles de conseguir por lo que sabemos.

Entonces, ¿cuál es el mejor plan para nuestro objetivo de bajar la mortalidad y bajar la ocupación de las camas? Volvamos a los adultos mayores.

Sabemos que ellos son los que más sufren esta enfermedad, los que más mueren frente a esta, y cuando logran sobrellevarla, son muchos los días de terapia que necesitan para poder salir adelante.

Según las estimaciones de 2019 (gráfico 1), y la pirámide poblacional, los adultos mayores de 75 años, son aprox 2 millones. Ósea, para vacunar a toda la población de mayor riesgo de sufrir los mayores daños que causa esta enfermedad, necesitamos 4 millones de dosis (aprox un 4% de lo necesario para vacunar al resto de la población). Con esto, con muchas menos dosis, y en mucho menos tiempo, podremos evitar más del 80% de letalidad por este virus, que se da en el grupo etario de mayores de 60 años, con su pico en los 80 años (gráfico 2)

Entonces… Si quisiéramos planificar una campaña de vacunación eficiente y efectiva, sabiendo que las dosis de vacunas son limitadas, y quisiéramos bajar la mortalidad y la ocupación de camas por COVID, ¿Qué haríamos?

A esta altura ya llegaron más de 4 millones de dosis de vacunas a Argentina. Si hubiésemos tenido un plan de vacunación dirigido a los objetivos que nos planteamos desde un principio, podríamos estimar con certeza que las personas que más mueren por esta enfermedad, las que más tiempo permanecen en las camas de terapia (y las que más sufren por la falta de asistencia, acompañamiento en los últimos años de sus vidas) estarian vacunadas, y el riesgo de la saturación del sistema de salud y el “encierro para todos” estaría lejos de volver a ser una realidad.

Por lo tanto, creo que es legítimo que nos preguntemos, hoy, que todavía un enorme porcentaje de la población de mayor riesgo (los que más mueren) estén aun sin vacunar (o sin las 2 dosis).

Es legítimo que nos preguntemos cómo se gastaron realmente esas más de 4 millones de dosis de vacunas, y como no llegaron a las personas que más necesitan de ellas para bajar la mortalidad por esta enfermedad y descomprimir la presión sobre las terapias intensivas y sus trabajadores/as.

Entonces…. Con estos objetivos que ya parecen que se desdibujaron a la hora de elegir a quien vacunamos, sería bueno que nos preguntemos ante esta situación histórica que está viviendo el mundo y nuestro País; teniendo la posibilidad de tener vacunas efectivas en menos de un año (algo nunca visto en la historia)… ¿Estamos a la altura de la situación con un plan estratégico para sobrellevar esta pandemia con una campaña de vacunación,  o estamos frente ante una campaña política para ganar votos con vacunas?

Esperemos que sea solo negligencia a la hora de diseñar políticas públicas (lo cual es muy grave), y no una deliberada forma de hacer política electoral (a la cual ya estamos muy acostumbrados, sea el partido político que sea), que, al fin y al cabo, no va a lograr sus frutos, ya que otra vez los cierres, afectarán otra vez las necesidades afectivas de los adultos mayores, y las necesidades económicas de la población joven.

Creo que como siempre, el Gato de Alicia, tiene razón. Empecemos a ver a dónde queremos llegar, para poder elegir el camino correcto.

Por Dr: Santiago Iglesias