¡CABA: era una fiesta!

 “Finjamos que soy feliz”, Sor Juan Inés de la Cruz. 1692

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“Paris era una fiesta”,  Ernest Hemingway. 1964 (1926)

Se acerca la crisis de dolor.

Por cada persona que muere a causa del Covid-19, los expertos dicen que hay al menos nueve personas que han sufrido por esa muerte. Su sentido de vida ha sido interpelado. No es una cuestión individual, ni lejana, es colectiva y cercana. Debemos continuar trabajando para abordar esta cuestión.

Necio fiestero: es el que insiste en los propios errores o se aferra a ideas o posturas equivocadas, demostrando con ello poca inteligencia. El fin de la crisis de Covid-19 no está a la vista, y, hay motivos, para creer que la resolución será a mediano plazo. Esto gracias, si se logra mantener el esforzado despliegue actual, de conseguir vacunas efectivas y concretar los planes vacunatorios. Pero, el aún creciente número de muertos, dejará atrás a miles de personas en situación de duelo, afectadas por el sufrimiento que puede traer la pérdida de un ser querido. Se trata de una crisis de salud pública con consecuencias que pueden durar generaciones. En Argentina del 70, hemos experimentado la realidad de miles de muertos y desaparecidos, y realizado un esfuerzo material y simbólico -íntimo y social- para duelar esa tragedia.

Esta es otra, distinta, y la enfrentamos de modo distinto, para la cual actualmente, aun contamos con frágiles herramientas políticas nacionales e internacionales y con recursos materiales limitados para abordarla.

También está la imposibilidad de solidaridad de algunos ciudadanos, que soldados colectivamente a una ideología, se prometen una felicidad abstracta y ficcional individual, ligada a la meritocracia imbécil que hace la tarea más difícil.

Imbéciles: se aplica a la persona que demuestra poca inteligencia, insufrible. La muerte, solicita darnos cuenta de la perdida, del alcance de nuestro dolor individual, colectivo y nacional. Recién estamos comenzando a contar a los afligidos. Las estimaciones cuantitativas actuales, comunican estadísticas y lentamente van surgiendo los nombres y apellidos de las víctimas. Es uno por uno. La cuenta final será mucho mayor y el dolor también.

En la grieta humana y adherido al discurso neoliberal, está el imbécil, con su manifiesto falta de respeto a la muerte, obligado a mantenerse fanáticamente en la misma postura: golpeando leyendas negras e intoxicado de falsa información.

Negacionismo: es exhibido por individuos que eligen negar la verdad para evadir una realidad incómoda. Por cada persona que muere de Covid-19, nueve seres queridos quedan atrás, adelante. Convocados, de hecho, a hacer frente al dolor de la ausencia de la presencia material y emocional del fallecido.

 El efecto de las pérdidas sentidas, se extiende a las verdaderas redes sociales: cónyuges, hermanos, padres, hijos y abuelos. Y otras relaciones como sobrinas, sobrinos, tías, tíos, vecinos y amigos. En las otras redes “sociales”, los fanáticos de la grieta, buscan a quien achacarle la culpa para aliviarse mágicamente de su responsabilidad individual en la pandemia.

La epidemia es global. NO hay país por fuera. Al negacionista, el COVID 19, le agrieta la ilusión de una prepaga meritocrática felicidad, siempre forajida.

Aun la pandemia no tiene final claro. No es una cuestión binaria, y no se resuelve fisgoneando la grieta.

Con dificultades, la mayoría, tratamos de prepararnos para otra catástrofe sanitaria: el duelo. Es importante construir dispositivos sociales ante la necesidad de tener tiempo para velar los fallecidos y reconstruir la vida cotidiana siempre al borde del acontecimiento imprevisto.

OLAS: Las olas son ondas que se desplazan a través de la superficie. ¡Ni una, ni dos olas!: Estas son olas de sufrimiento y dolor, que no se resuelven haciendo negacionismo, ni con ruido de cacerolas para ocultar el miedo a no poder acceder la inmortalidad individual, ni la felicidad imaginaria que imponen los libros de autoayuda o la política inmediatista.

Duelo: El duelo es el proceso de adaptación emocional que sigue a cualquier pérdida (pérdida de un empleo, pérdida de un ser querido, pérdida de una relación, alteración de la vida cotidiana conocida, etc. Los efectos del duelo pueden ser tan físicos, psicológicos, individuales y comunitarios, como los síntomas de cualquier enfermedad. Las consecuencias sociales también pueden ser drásticas.  Los niños y niñas y los jóvenes están experimentado la posibilidad de la enfermedad y la muerte de personas cercanas. Y aunque el dolor es una experiencia universal, siempre es singular y subjetiva, donde los diferentes contextos generan respuestas diferentes. Es caso por caso. El duelo permite enfrentar los cambios en la vida cotidiana: el sentido del pasado, las sobrevivencias en el presente y la expectativa de futuro.

Las desigualdades sociales, es otro factor a la diferencia de afección en todos los grupos etarios, en los procesos de sobrevivencia y de duelo.

Vacunas: Las vacunas se usan con carácter preventivo, es decir, para prevenir o aminorar los efectos de una futura infección por algún patógeno natural o “salvaje”. La vacunación es el método más eficaz de prevenir las enfermedades infecciosas. Ellas pueden poner un límite al Covid-19, pero no pueden detener ni aliviar el dolor, ni el temor individual, ni colectivo ya desplegados.

Odio: Los “partidos antivacunas” intentan resolver la pandemia y la situación de duelo con libros de autoayuda o por la meritocracia cómplice. Proyectan en otros su odio a la realidad como una salida imaginaria.  Estos grupos buscan asolar la inteligencia y la solidaridad, para arruinar y destruir por completo un territorio de convivencia democrática prudente, de manera que no quede nada en pie: ni salud ni trabajo digno.

Limitar la pandemia nos ayuda a sobrevivir. El trabajo colectivo en los hospitales y sanatorios, no puede disolverse en una nube de individualismo imbécil y soberbio de fiesteros. El conocimiento y la práctica que sostiene a los equipos sanitarios no es de sofistas engreídos individualistas. Es producto de responsabilidad social forjada en la lucha por la Salud Publica.

Por Ricardo Arias – Agrupación Sudeste – Otoño 2021