Ampliación del campo de batalla en pandemia

La decisión del Jefe de Gobierno de CABA de judicializar el DNU presidencial y desconocer el fallo de un Juez Federal rompió los consensos establecidos hace un año sobre el manejo de la pandemia. Esta decisión política contrasta con el triste récord de 537 muertes por COVID-19 en un solo día.

En AMBA el virus también manda

Entre analistas de políticas públicas hay consenso que la pandemia opera como un escáner de alta precisión iluminando dinámicas y estructuras mundiales y locales que eran opacas para expertos y ciudadanos. En febrero de este año el Dr. Fauci, principal líder sanitarista de EEUU, recordó que si hubieran aceptado su tesis inicial que ¨el virus manda¨, EEUU no hubiera tenido ¨una de las peores respuestas del mundo al coronavirus¨.

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El virus es invisible pero deja su rastro. Mientras ya se anticipan variadas secuelas en la salud de cada persona, incluidos los aspectos psicológicos, en todo el mundo cada ciudad, región y país mira su índice de reproducción (Rt) como un problema complejo y cambiante, ya que aún manteniéndose las mismas estrategias de gestión, también se acelera por las nuevas variantes del virus.

Si ya era difícil mantener ¨aplanada la curva¨ regulando la circulación humana ahora se agregan variables intrínsecas a la evolución del SARS-CoV-2 que exigen mayor precisión en las decisiones de gobierno, las secuencias de nuevas olas a nivel mundial indican que la complejidad para su abordaje es creciente y que el riesgo, aún disponiendo de vacunas, tiende a ser más incierto y volátil. La complejidad requiere humildad para ser abordada eficazmente.

Esta semana se puso en evidencia que el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), integrada por CABA y otros cuarenta municipios con jurisdicción en Provincia de Buenos Aires, es un territorio que no puede responder de forma eficaz a los desafíos del actual escenario epidemiológico.

Las Medidas Generales de Prevención definidas en el Decreto 241/2021 por el presidente Alberto Fernández señalan que ¨ante el aumento exponencial de casos en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), se hace necesario incrementar las medidas ya adoptadas, en forma temporaria e intensiva, que serán focalizadas geográficamente y orientadas a las actividades y horarios que conllevan situaciones de mayores riesgos para la circulación del virus¨.

Mantener en el AMBA un índice de contagio compatible con las capacidades del sistema de salud no es solo un problema de ese territorio en particular, una situación de caos social e institucional de origen sanitario afectaría de forma directa a todas las provincias argentinas y retrasaría la recuperación postpandemia de forma integral, incluyendo la dimensión económica.

La forma en que se resuelva no es un dato municipal de CABA como parece creer su Jefe de Gobierno, es un problema federal en el sentido más pleno. La agenda instalada por el gobierno local pone en evidencia una mirada anacrónica de la propia democracia. El sesgo conservador de considerar que la ¨representación de la soberanía de sus ciudadanos¨ no tiene responsabilidad alguna con los municipios vecinos o con las interacciones más amplias que derivan de administrar la sede de la Capital de la República ha demostrado una conceptualización precaria.

No es que se requieran siempre gobiernos progresistas o populares en CABA en una democracia de alternancias, pero una derecha conservadora persistente que hace uso de todos los recursos de los poderes fácticos para imponer sus decisiones al resto del país, incluida la actual Corte Suprema, se comienza a convertir en un peligro para el conjunto.

El colapso del mayor sistema privado de salud de la Argentina que desde la dictadura militar ha venido concentrando y centralizando la atención de alta complejidad de las provincias a partir de sistemas de traslados de pacientes de todo el país pone también en evidencia los límites del acceso a la salud nacional por la segmentación y la fragmentación existente.

Algunos datos sirven de ejemplo, estudios coordinados durante 2015 por Isabel Duré, ex Directora Nacional de Capital Humano y Salud Ocupacional revelaron que mientras en CABA había 190 médicos cada diez mil habitantes, en Misiones había 19 y en Formosa 22; dentro del 75% de las provincias había menos de 44,4 médicos por diez mil habitantes. Situación que se agravó desde 2016.

No es solo un problema de calidad de los dirigentes o del nivel de cortesía con que se tratan, la situación pone en evidencia varios aspectos estructurales que habrá que revisar para todo el país, en particular el acceso equitativo a la salud.

Aprendizajes, debates y desacatos

La curva de aprendizaje sobre cómo enfrentar la COVID-19 no ha sido lineal en los dirigentes ni en la sociedad. Esto no es patrimonio nacional, lo mismo puede observarse en casi todos los países de occidente. En Argentina muchos gobernadores e intendentes han protagonizado debates intensos a partir de la experiencia de sus propias gestiones, muchas veces han sido críticos con decisiones presidenciales, pero ninguno había llegado al extremo de esta semana.

Visto en perspectiva no parece casual que sea un gobierno conservador de derecha como el de Rodríguez Larreta el que clame por rebeldías y disidencias basadas en el individualismo ciudadano; después de todo en muchos países expresiones políticas similares se ¨rebelan¨ contra el Estado y cuestionan valores más comunitarios enfatizando su adopción al orden del mercado y el consumo. Trump en USA, Bolsonaro y Lenin Moreno en América Latina son ejemplos notables de este paradigma.

El paso de la disidencia al desacato ha roto la imagen cuidadosamente construida por el gobierno de la ciudad durante estos años, muchas veces ayudada por la propia oposición y consolidada por medios y periodistas afines. La situación generada le da la razón a quienes sostienen que es en la crisis donde emerge la verdadera identidad política, no solo para el oficialismo sino también para los opositores.

El virus ha puesto en crisis en todo occidente el concepto de libertad subordinado al mercado y al consumo. Que las vacunas más eficaces y mejor distribuidas en el mundo sean producto de fondos soberanos y laboratorios estatales no es un dato menor de la época, que las grandes compañías farmacéuticas, propietarias de las patentes, no hayan logrado inmunizar ni a los ciudadanos donde se encuentran sus casas matrices, aunque las inversiones iniciales de I+D hayan sido financiadas por fondos públicos constituyen datos insoslayables para analizar el futuro de la humanidad.

Las posiciones basadas en libertad individual más extremas encuentran menos argumentos ante quienes sostienen la solidaridad comunitaria como un modo de enfrentar la crisis sanitaria, también las políticas públicas basadas en la privatización de los servicios como la salud y la educación tienen menos justificaciones ante quienes consideran los mismos como bienes públicos que deberían ser gestionados de forma estatal.

La exasperación política de la coalición de gobierno de CABA es proporcional a la cachetada que recibió su proyecto político basado en servicios definidos por el mercado al constatar que lo primero que colapsa en Argentina es el sistema privado de salud más rico del país. Lo mismo podría decirse de la dimensión educativa donde muchos análisis muestran (no de ahora) la alta asociación que realizan las familias de CABA entre la exigencia de presencialidad escolar y el pago de las cuotas.

La base moral de esta concepción de gobierno ya la había anticipado Mauricio Macri de forma directa al Presidente Alberto Fernández cuando a inicios de 2020 le dijo de forma textual ¨que mueran los que tengan que morir¨. Este criterio para la toma de decisiones contrasta no solo con lo sostenido por el presidente sino también por el gobernador de Provincia de Buenos Aires (PBA) Axel Kicillof, sosteniendo cada vez más claramente el rol insustituible del Estado para garantizar el derecho al acceso de servicios públicos.

Entre el murmullo general del conflicto tienden a destacarse algunas controversias interesantes para el diseño del país respecto del futuro de las estrategias de privatización de la salud y la educación junto al resto de los servicios promovidos muy activamente desde 2016. Aún en medio de la pandemia, este es un debate de mejor calidad que el dado en 2017 que dejó aquella frase de Macri sobre la “terrible inequidad, de aquel que puede ir a la escuela privada versus aquel que tiene que caer en la escuela pública”.

Correr para sobrevivir

El personaje de Lewis Carrol, la Reina Roja, le recomienda a Alicia que ¨para quedarte donde estás tienes que correr lo más rápido que puedas. Si quieres ir a otro sitio, deberás correr, por lo menos, dos veces más rápido¨. El escenario en el que se lo dice es el de un ajedrez enloquecido, donde el tablero y las piezas se alteran de forma desconcertante, de tal forma que a medida que avanza todo se vuelve más complejo.

La pandemia parece haber convertido a los territorios en un ajedrez enloquecido donde al inicio la primera motivación de los dirigentes fue la de correr lo más rápido posible. Poco a poco algunos han comenzado a considerar que si lo que manda es el virus va a ser necesario darle un nuevo orden al tablero.

El crecimiento exponencial de las curvas de contagio y muerte ya no dejan mucho espacio solo para seguir corriendo, después de todo el manejo sanitario más eficaz es una exigencia no solo moral, sino también de la construcción de mayores capacidades para la recuperación integral de la pospandemia.

Por Rubén Zárate  – Profesor Titular e Investigador I del Instituto de Trabajo, Economía y Territorio de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral – Miembro de la Fundación Comunidad Organizada.

Publicado originalmente en Tiempor Sur