Las mujeres salimos a la calle masivamente.
Nos pintamos la cara de brillantina violeta y verde. Nos abrazamos y lloramos juntas al ver que estábamos juntas y éramos muchas. Festejamos que “ahora que si nos ven” nos convirtió en un nuevo actor político ineludible. “No nos callamos más” fue la masiva convocatoria a terminar con los silencios impuestos. Reclamamos la autonomía de nuestros cuerpos. Sancionamos leyes importantes como la de la paridad política.
Todo para festejar
Sin embargo, pasaron diez años desde la sanción de la ley 24685 para prevenir y erradicar la violencia contra la mujer y sin embargo los femicidios siguen aumentando. Este año hubo una mujer muerta cada 26 hs.
Los femicidios son la forma más extrema y visible de la violencia. Detrás de estas cifras se multiplican muchas otras violencias y abusos cotidianos que preceden a la violencia física y suelen estar naturalizados hasta por las propias mujeres.
Para terminar con la violencia no alcanza con ocuparse de las víctimas, es imprescindible que existan políticas públicas que terminen con la desigualdad y fortalezcan la autonomía mediante políticas públicas transversales a todas las áreas de gobierno y en los gobiernos nacionales, provinciales y municipales. Romper los mandatos patriarcales implica un esfuerzo conjunto de toda la sociedad, pero, fundamentalmente, de los que ostentan el poder.
Fueron cuatro años de un gobierno insensible con todes, pero sobre todo con las mujeres. Un gobierno ciego a la movilización masiva de mujeres hartas de todas las violencias
¿Alcanza con decir que en el 2.019 hubo 290 femicidios, y 202 niños que perdieron sus madres sus madres para sumar una mancha más al gobierno saliente?
¿Alcanza con decir que se asignaron 11$ por mujer para cumplir con la ley24685?
¿Que “el feminista menos pensado” abrió el debate sobre el aborto para tapar el desmadre económico y alinear a su bancada para que la ley no saliera?
¿Que no se implementaron leyes fundamentales como la de ESI, dirigida a terminar con los estereotipos sexuales que son la base de todas las violencias?
¿Que se desfinanciaran los programas de salud reproductiva?
¿Que no construyera los 36 refugios para mujeres sobrevivientes de violencia machista prometidos en la campaña?
¿La ausencia de políticas laborales y de cuidados para el 67% de jóvenes ni ni que en realidad no estudian ni trabajan porque están dedicadas al cuidado de sus hijos?
Por suerte se van. Nada para rescatar.
Tenemos todas nuestras esperanzas puestas en un nuevo gobierno que nos escuche e implemente políticas que impulsen una sociedad más justa e igualitaria.
La marea feminista es imparable.
Por Marcela Durrieu