A la memoria del Padre “Pancho” Soares, cura obrero

Por Marcelo Magne*

En la antesala de la Navidad de 1965, en un conglomerado de precarias casillas de madera y chapa, inmersas entre calles de tierra y zanjones, la periodista María Deheza, de la revista Panorama, conversaba con el Padre Francisco “Pancho” Soares. Un cura muy querido, y aún hoy, muy recordado por su compromiso con los más pobres y por su labor, en una de las zonas más carenciadas del Partido de Tigre –Carupa–.

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“Yo quería una vida de pobreza. No podía vivir ni del obispado, ni de los ricos, ni de mi familia.     Me vine aquí tratando de dar testimonio del Evangelio…” (1).

Le dijo, el Padre “Pancho” a la columnista de Panorama, quien lo describió como un hombre de “manos fuertes, ojos llenos de mansedumbre y los pantalones sujetos con broches para andar en bicicleta” (2).

Sencillo, humilde, solidario, trabajador, comprometido……Desde que se incorporó a la diócesis de San Isidro, en 1963, hasta la fatídica madrugada del 13/02/1976, cuando las oscuras fuerzas de la antidemocracia pusieron fin a su vida, Pancho vivió lo que predicaba y predicó como vivía. Cura de una modesta capilla de madera, habitante de una humilde casilla, en un barrio pobre y olvidado, trabajador en un taller de calzado y obrero de una fábrica de baldosas, traductor de francés y empleado administrativo de un supermercado, no dudó en acompañar las luchas obreras y denunciar, las injusticias, la persecución política y la salvaje represión orientada principalmente hacia los militantes gremiales de la zona.

En el marco de la intensificación de la violencia estatal y paraestatal, Pancho Soares comenzó a recibir mensajes intimidatorios y amenazas, que no lograron su cometido. Los primeros días de febrero de 1976, Oscar Echeverría –delegado de Astilleros Mestrina–, Luís Alberto Cabrera –delegado de Astilleros Acuamarine—y Rosa María Casariego –militante gremial docente, cercana a Pancho–, fueron secuestrados y asesinados. Sus cuerpos aparecieron acribillados a balazos y con evidentes signos de tortura, en un descampado de Moreno, Provincia de Buenos Aires.

El velatorio se realizó en la sede gremial del Sindicato de Obreros de la Industria Naval (SOIN), ubicada en Avenida Cazón 1396, Tigre. Ante la acongojada concurrencia, Pancho, luego de repudiar lo sucedido y rescatar las figuras de las víctimas, se puso al frente del cortejo que partió del local sindical rumbo al Cementerio de Tigre, llevando a pulso los tres ataúdes.

Seguidamente, Pancho fue asesinado, en la casilla lindera a la capilla, donde vivía junto a su hermano Arnoldo, quien falleció tras una larga agonía, en el Hospital Argerich de la Ciudad de Buenos Aires.

Pancho fue velado en la capilla que había construido con sus propias manos, ante una importante concurrencia. En medio del incesante desfile de personas, al promediar la mañana, se hizo presente el obispo de San Isidro, Antonio María Aguirre, acompañado de varios sacerdotes. En un clima de absoluto recogimiento y congoja, el prelado ofició la misa de despedida, señalando que el Padre Soares:

“asumió la pobreza para vivir al lado de sus hermanos más pobres, vivió en la más extrema e increíble austeridad y esa fue su mayor virtud” (3).

Finalizada la celebración religiosa, por decisión de los habitantes del barrio, el ataúd fue llevado a pulso, desde la capilla de Carupa hasta el Cementerio de Tigre. Centenares de personas formaron parte del largo cortejo que puso de manifiesto el dolor y la tristeza de la comunidad.        

Francisco “Pancho” Soares, el cura obrero de Carupa, recordado por su labor y por su compromiso, está presente. Su mensaje y su ejemplo nos conmueven, nos interpelan, nos fortalecen, para continuar bregando por Memoria, Verdad y Justicia. Elementos constitutivos del pacto democrático surgido en los albores de la restauración democrática, que hoy peligra, ante el avance del negacionismo y el marcado sesgo autoritario y elitista de un gobierno que promueve y difunde, con la complicidad de un importante aparato comunicacional, un relato pletórico de odio, con el que se busca, entre otras cosas, justificar la embestida contra la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y la desactivación de las políticas de Memoria, Verdad y Justicia. En un mismo sentido se inscriben las distintas visitas efectuadas por funcionarios del Ministerio de Defensa y legisladores oficialistas a despreciables personajes, que están cumpliendo condenas por haber cometido delitos de lesa humanidad. La gravedad, de estos hechos, sólo puede ser ignorada o minimizada por aquellos que convalidan las aberrantes prácticas genocidas y buscan con denuedo la impunidad.

Indudablemente, el actual gobierno está empeñado en restaurar la oscuridad de las cavernas. El retroceso, claramente observable en materia de Derechos Humanos, también lo es en otros ámbitos tales como:  Educación, Cultura, Medio Ambiente, Género, Cuestión Indígena…..

En este preocupante contexto, consideramos pertinente repetir una vez más, qué en Argentina, hubo Terrorismo de Estado –se subordinó la Constitución al Estatuto del Proceso de Reorganización Nacional –, hubo un plan sistemático de persecución, tortura, encarcelamiento, desaparición, apropiación de menores y asesinato, el cual constituyó un genocidio. Las Fuerzas Armadas y de Seguridad actuaron al margen y en contra de la Justicia Argentina y de los postulados de los Organismos Jurídicos locales e internacionales, según los cuales, las violaciones a los Derechos Humanos configuran crímenes de lesa humanidad y que son, por lo tanto, imprescriptibles.

Los ominosos delitos cometidos por el Estado han sido probados en reiteradas oportunidades frente a los estrados judiciales, de modo, que la discusión que el actual gobierno y los nostálgicos del autoritarismo intentan instalar, carece de asidero. El negacionismo y la tergiversación son infames recursos que se derrumban ante la verdad histórica.

Honrando la memoria del Padre Francisco “Pancho” Soares, a 49 años de su asesinato y reafirmando nuestro inclaudicable compromiso con la Memoria, la Verdad y la Justicia, no podemos menos que reaccionar frente a la embestida de un gobierno extremadamente retrógrado, que ha hecho del odio, la crueldad y la discriminación, sus banderas principales y exclamar, una vez más, y con todas nuestras fuerzas ¡Nunca Más!.

1.- “Cristo en las villas”; Deheza María; Revista Panorama N°31; Diciembre 1965.

2.- Idem.

3.- Diario Clarín; 15-02-1976; página 10.

*Marcelo Magne – Profesor de Historia- Investigador – Miembro de la Comisión de DH Padre Pancho Soares.