Ahondar en la Marea Verde

Quienes se oponen a la legalización del aborto suelen ser reconocidos como “pro vida”. Pero nos parece relevante cuestionar, en primer lugar, qué pasa con la vida de todas las mujeres que mueren en abortos clandestinos, y también ¿qué calidad de vida se busca para él o la bebé? ¿Una sin familia, o con una que no está preparada para tenerlo? ¿Una existencia llena de culpa por haber interrumpido una carrera profesional? ¿Una historia desamparada, en la que no hubo tiempo para la crianza? ¿Una biografía marcada por la frustración, la soledad, la cadencia? ¿Una niñez sin la alimentación o la vestimenta adecuada? ¿Una con padres adolescentes sin la madurez psicológica para velar por su bienestar? ¿Darle un futuro a alguien, cuando ni ellos vivieron el suyo? ¿Una infancia basada en la eterna espera del complejo sistema de adopción? ¿Esa es la vida que se defiende?

Si profundizamos en lo que significa vivir veremos que va mucho más allá del mero hecho de respirar. Y si ahondamos en lo que implica ser madres, también resulta evidente que va mucho más allá de un parto. Por eso entendemos como vital el derecho a decidir sobre nuestros propios cuerpos y sobre nuestras propias vidas. Porque entendemos que conlleva un giro de ciento ochenta grados que requiere de muchísima energía y amor.

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Algunas frases incluso plantean a las y los hijos como un castigo por “abrir las piernas”, ¿de qué vida están hablando ahí? ¿por qué el placer aparece como un delito? y, lo más importante quizás, ¿por qué la responsabilidad de cuidarse y de criar sigue recayendo unilateralmente en las mujeres? Hay una clara asimetría que lleva a que la sociedad sancione a las feminidades y a que limite nuestros derechos, en lugar de vernos como sujetos de decisión. Sigue haciendo más ruido una mujer que elige no ser madre, que un hombre que se olvida de ser padre.

Cómo mujeres, vivimos atadas a miles de imposiciones, únicamente por nuestro género. Fuimos condenadas por la cultura de la culpa, parece derecho de piso que debemos pagar el ser responsables de que un anticonceptivo falle, nos violen o simplemente, que gocemos. Nos dicen que no andemos con la pollera corta, que no estemos solas por la noche o que no salgamos de fiesta. Desde chicas nos cuentan un cuento sobre enamorarse, casarse y tener hijos/as, estar en la casa, atender a la misma y ser la mujer ideal. Desde chicas nos imponen a la maternidad como un hecho prioritario y central en la vida de una mujer, como un deber en vez de un deseo.

Tantas niñas y mujeres perdieron la vida… una nena de 12 años la obligaron a ser madre, ¿y qué pasa con su futuro? Esa nena ya está rota por dentro y tiene que criar a un hijo/a cuando ella no terminó de crecer, de soñar y de vivir. Mujeres que no tienen el dinero para abortar de una forma “más segura” terminan muertas por no contar con los recursos necesarios para no ser madres, para vivir.

La realidad de la discusión no gira en torno a las posiciones con respecto al acto de abortar, sino que el debate se basa en elegir si vamos a seguir auspiciando la clandestinidad -que sólo asegura que sigan muriendo miles de mujeres- o si legalizamos el aborto -garantizando así, que sea seguro y gratuito-. Porque es una cuestión de salud pública y también de justicia social. Se trata de no excluir a ninguna, para que la posibilidad de elegir no sea más un privilegio de clase. Para que las infancias sean parte de un plan de vida, fruto de un deseo, y significado de felicidad, en lugar de una imposición abrumadora o una sentencia de muerte.

Les decimos basta a esos cuentos que nos contaban desde chicas, le decimos basta a sus imposiciones, le decimos basta a la maternidad no deseada. El futuro ya es verde. Esperamos que el Senado elija, también, sumergirse en esta marea, resultado de una urgencia latente, de una lucha histórica, de un derecho conquistado desde las calles. Alzamos la voz para que la libertad cubra nuestras orillas y el empoderamiento nos bañe. Nos negamos a hundirnos en las exigencias del sistema patriarcal, ahora que estamos juntas sabemos que podemos bucear.

Por Juventud Mujeres Frente Renovador – Abril Prevedello, Macarena Oromí, Milagros Massa y Micaela Garcea Tonin.