La velocidad e intensidad de los sucesos están dejando en estado de shock a los líderes de la región que, como nunca, ven amenazada la estabilidad regional. Tanto líderes de derecha como de izquierda enfrentan crisis de compleja solución.
Sebastián Piñera en Chile, por lejos la economía más estable y desarrollada de la región enfrenta una revuelta popular que se inició por el aumento en el boleto del metro. Esta situación, sin dudas, fue un catalizador de algo mucho más profundo que se fue gestando de manera silenciosa en una parte importante de la sociedad chilena. La fuerte brecha de ingresos entre una pequeña parte de la población y la mayoría que vive de manera muy ajustada, un sistema de jubilaciones privado que condena a la pobreza a los adultos mayores, un sistema de salud caro e inaccesible y la educación transformada en un privilegio para pocos, terminaron de hartar a los chilenos.
En Ecuador la crisis se desató por el aumento en el precio de los combustibles y en Bolivia un presidente que intenta perpetuarse en el poder violando la propia constitución nacional, finaliza con un golpe de estado. En Venezuela la crisis parece no tener fin, las penurias del pueblo venezolano ya por repetidas nos parecen algo común, no obstante no deberíamos olvidar la tragedia a la que es sometido ese pueblo. En Argentina, la economía experimenta un combo letal, recesión más inflación, con riesgo de escalar a hiperinflación.
Ahora bien ¿Es casual la seguidilla de acontecimientos que están ocurriendo en América Latina casi como en efecto dómino?
En los últimos tiempos, se instaló en ciertos círculos la teoría de una conspiración orquestada desde EEUU para apoderarse del litio, cobre y petróleo de la región. Desde mi punto de vista, este tipo de teorías conspirativas no tienen fundamento alguno, dado que ninguno de estos países representan una amenaza y tienen la necesidad de explotar estos recursos. Si es posible que se esté gestando una lucha de poder global mucho más profunda. Los actores principales de esta pelea serían EEUU y China.
China, un país que se ha beneficiado enormemente de las ventajas del sistema capitalista, se autodefine comunista, con un estado omnipresente en vastos sectores de la economía. Por el otro lado EEUU, la principal economía del planeta, que ha hecho del libre mercado su principal bandera.
La puja entre dos modelos distintos desde lo discursivo pero parecidos desde el punto de vista práctico, ponen a la región en la disyuntiva entre optar por el socialismo inclusivo y el capitalismo con beneficios para pocos.
Lo que sucede hoy en América Latina, tiene que ver desde lo superficial con una economía global que se desacelera, los precios y cantidades de los comodities que produce y exporta la región, vienen sufriendo bajas considerables lo que repercute en el crecimiento, nivel de actividad y empleo de los países.
Sin embargo, las razones profundas de la crisis que atraviesa la región, están íntimamente ligadas a un modelo extractivo dependiente de los vaivenes y decisiones de las economías desarrolladas. Mientras América Latina siga extrayendo el litio, Asia produciendo las baterías y las potencias occidentales innovando, desarrollando la tecnología y tomando la mayor parte de la torta, estás crisis seguirán siendo recurrentes.
Si observamos cómo se iniciaron las crisis sociales que vienen acosando al mundo en la última década, podremos observar que pequeños acontecimientos que parecian no generar una gran repercusión, terminaron desencadenando en revueltas que se llevaron puestos a gobiernos. Esto se pudo observar en la primavera árabe y ahora parece estar pasando lo mismo en América Latina.
El denominador común de estás revueltas, está íntimamente ligado a la difícil situación económica que atraviesan cada vez más personas en el mundo. Los jóvenes, principales protagonistas de estas revueltas, se ven con escasas posibilidades de progreso. Está sensación de frustración los transforma en carne de cañón para grupos radicalizados que tienen su propia agenda, muy distinta a los reclamos de quienes ponen su cuerpo en las protestas.
El desafío a futuro será trabajar para un mundo con mayor equidad, atendiendo los reclamos de las nuevas generaciones. La sociedad debe mirar hacia atrás en la historia y recordar los tiempos en que la frustración, la intolerancia y la convulsión social nos llevaron al desastre.
Respondiendo a la pregunta ¿Hay luz al final del túnel?
Yo creo y espero que sí.
Por Lucas Lopez