Por Humberto Tumini *
La dirigencia política argentina ha hecho uso y abuso de la mentira; de allí entre otras cosas, el descrédito que arrastra en la sociedad. Recordemos desde 1983 para acá, a Alfonsín diciendo “la casa está en orden”, a Menem asegurando que tendríamos “una revolución productiva y un salariazo”, a Eduardo Duhalde reafirmar “el que depositó dólares recibirá dólares” o a Macri aseverando que “la inflación es lo mas fácil de bajar”.
Como se ve, una costumbre arraigada de la política criolla es mentir a sabiendas. Pero lo peor es que pareciera irse profundizando a límites insospechados. En estas semanas, por ejemplo, tuvimos la oportunidad de escuchar las siguientes declaraciones:
Cristina Kirchner: “El proceso inflacionario actual no obedece ni a la emisión monetaria ni al déficit fiscal”. “Perón usaba la lapicera en beneficio del pueblo”.
Máximo Kirchner: “Se abrazaron a Guzmán, los dejó tirados y ahí está Cristina poniendo la cara otra vez para sacar esto adelante”.
Andrés “Cuervo” Larroque: “La fase moderada del gobierno está agotada. La única dirigente que genera esperanza hoy es Cristina Kirchner; es la persona que todavía es creíble y está dispuesta a enfrentar al poder. Encarna un reaseguro de que hay límites que no se traspasan, gobernar es enfrentar al poder económico para permitir el desarrollo del país y garantizar la justicia social”.
Poco tiempo después de estas expresiones, pomposas si se quiere, Cristina se reunió luego de meses con el presidente y con Sergio Massa. Allí acordaron la designación de Silvina Batakis como ministra de economía.
¿Qué nuevo plan empezaría con dicha funcionaria? Oh sorpresa, uno casi igual que el que tenía Guzmán; hasta un poco mas a la derecha podríamos decir. Solo que ahora contó con el beneplácito de la vicepresidenta.
En resumidas cuentas, lo que dijo la declarada fiscalista Batakis el lunes pasado, es que al país supuestamente le hace falta una dosis mayor de ortodoxia liberal. Anunció entonces ajuste fiscal sin aumento casi de impuestos a los ricos; o sea, achicando el gasto (de salarios, jubilaciones, obra pública, ayudas sociales, etc.) Tasas de interés más altas para que los bancos y fondos de inversión renueven la deuda en pesos y no haya mayor emisión monetaria, aunque se frene la producción. Aumento de tarifas nomás y que proteste Basualdo. Defensa de la Competencia para la galería e inflación para todos y todas.
También, en forma destacada, le pese a quién le pese en el Frente de Todos, informó que el acuerdo con el FMI sigue vivito y coleando. Mas aun, prometió acomodar los números que se han desajustado de acá a fin de año, porque “Es un acuerdo que firmamos como Estado y tenemos que cumplir”.
Por tanto, para ser más precisos, lo que acordó Cristina Kirchner con Alberto la semana pasada no fue solo el nombre de la nueva ministra. Sino, sobre todo, que había que tratar de negociar con el Fondo y el establishment las políticas y medidas económicas a llevar adelante hasta el final del mandato de este gobierno. Lo puso negro sobre blanco el presidente: “Que los mercados entiendan que vamos a controlar el gasto público y a bajar el déficit fiscal”.
Sería interesante preguntarse si esto, como dijeron hace poquito CFK y los dirigentes camporistas, vendría a ser usar la lapicera en favor del pueblo. Aunque, a decir verdad y como se ha hecho costumbre en esta dirigencia, todo indica que dijeron mentiritas para posar de progres nac & pop y retener apoyo político en su base, sin percatarse de lo poco que durarían las mismas.
* Humberto Tumini – Presidente de Libres del Sur