Recuerdo la enorme tristeza que embargaba a todo el país. Los peronistas y muchos que no lo eran, pero eran capaces de reconocer la grandeza.
Una grandeza que pudo haberse trasladado a la Argentina si esta hubiera sido consecuente con el ideario que proponía el General. Ideas simples, claras, profundas, procurando que cada persona pudiera realizarse formando parte de una comunidad organizada y solidaria.
Perón condujo un país que crecía, innovaba, distribuía. Apelaba a todas las herramientas disponibles, de acuerdo a las circunstancias. Inclinaba la vela en función de las necesidades de la navegación, pero siempre apuntando a ese norte de Justicia Social que era irrenunciable.
En la adversidad, demostró poseer una enorme capacidad de conducción, sabiendo que el sectarismo era el abismo al que nunca había que asomarse.
Una de las enseñanzas que dejó es que “las doctrinas no son eternas sino en sus grandes principios, por eso es necesario ir adaptándolas a los tiempos”. Suele ser difícil de entender tanto para los “pragmáticos” que olvidan que hay principios de los que no se debe apartarse, como de los “dogmáticos” que repiten textos pero no buscan soluciones concretas para los problemas de la sociedad actual.
Propuso ser reemplazado por una organización y en un sentido puede decirse que lo logró, porque el movimiento que fundó persiste durante muchas décadas. En otro sentido, cabe preguntarse si ese movimiento está a la altura de sus objetivos fundacionales, si sigue siendo vehículo de las profundas transformaciones que se requieren para lograr la felicidad del Pueblo y la grandeza de la Patria.
En un mundo convulsionado y sin certezas, aquella Argentina que lo despidió acongojada sigue sin encontrar un rumbo. Con mayor pequeñez relativa y con mucha más pobreza, se permite darse el lujo de ignorar a Perón, aún cuando se lo recuerde en el bronce y en consignas muchas veces vacías. Se lo lleva a ser objeto de grietas y controversias, cuando se debería utilizar su inmenso aporte como combustible de la unidad necesaria para resolver enormes desafíos.
El 1o de Julio de 1974 estaba claro que al General lo despedía toda la Nación , no solo una parcialidad , no solo una parcialidad política. Había logrado su objetivo de colocarse por encima de las facciones. Pero, desde ese momento, volvió a expresarse la dinámica perversa de los enfrentamientos, que diluyen el legado.
Como es natural en la historia de la humanidad, surgen diferentes visiones acerca de la raíz doctrinaria. Eso no sería un problema, más aún, sería una demostración de dinamismo, si se conservara el espíritu fundacional. La vocación transformadora de los orígenes. La voluntad de expresar el sentir mayoritario y solucionar las necesidades acuciantes, de afirmar los derechos y proponer un horizonte de futuro. Porque todo eso representó ese militar que recibió la lealtad de millones, porque él había sido leal con ellos.
Recordar a Perón, a 48 años de su desaparición física, requiere preguntarnos como hacer para retomar sus banderas, para ser dignos de ese gigante que nuestro país tuvo la suerte de contar entre sus hijos.
Por Lic. Ernesto Jorge Tenenbaum