No sería la primera vez que actuásemos sin cuestionar y reflexionar el porqué de las cosas. ¿Cuánto tardamos, por ejemplo, en cuestionarnos la sociedad machista en la que vivimos? Por suerte los jóvenes, y en especial los del siglo XXI, nos animamos a cuestionarlo todo. En estos últimos años eso quedó demostrado. Es fundamental que aprovechemos esa frescura y energía que nos caracteriza para replantearnos la validez de este sistema representativo, entre otras tantas cosas. Si no somos capaces de respondernos a estas preguntas únicamente estamos yendo a votar por simple inercia social.
Entre familiares y amigos no deben haber faltado los comentarios de “no tengo ganas de votar”, “da lo mismo a quien vote, el que este va a robar ”, “¿Como vas a votar en blanco?” “vote a este para que no gane el otro candidato”, etcétera. Como sociedad parece que estamos ejerciendo más una obligación que un derecho. En nuestra decisión esta primando el miedo o el desinterés y no la esperanza o los sueños. Estamos decepcionados de nuestros representantes ¿Cómo no estarlo? En estos años hemos sido testigos de representantes que en definitiva no cumplen con su deber de forma honesta y correcta. Ellos son indudablemente parte del problema ¿Pero qué hay de nosotros? Es fácil desligarse de la responsabilidad y echar culpas. Y más fácil aún es hacerlo únicamente en los años electorales.
Día de elecciones. Cada uno elige el horario donde menos gente va a votar. Llevamos el documento, entramos al cuarto oscuro, miramos las boletas, la ponemos en el sobre, luego en la urna y volvemos a casa. Ya cumplimos con nuestro deber. Lo hacemos con mayor o menor grado de interés, pero todos lo hacemos. Lo hacemos siempre cada dos años. Lo curioso es que las sensaciones siempre son las mismas. Sin embargo, las elecciones son tan solo un día. Son un día más en la vida democrática. Un día especial, pero al fin y al cabo, un día más.
No solemos pararnos a repensar estas situaciones. Nos quedamos mejor con el show mediático que hacen los medios de comunicación, y muy bien hecho por cierto. Es su trabajo. ¿Pero qué hay de nosotros?
El gran problema del votante radica en creer que en el voto termina la democracia. Pensamos que la conquista del pueblo está en el sufragio universal. Grave error. Eso es solo una parte de la realidad, la más visible, pero de las menos significativas. Tenemos que reivindicar la política y revalorizar su significado. Animarnos a involucrarnos y ser parte del cambio que queremos ver en nuestro país y en el mundo. ¿Por qué la política tiene que resumirse al voto popular? ¿Por qué asociamos directamente a la política con los partidos? ¿Por qué la democracia tiene que terminar en las urnas? Y lo más importante es ¿Por qué pareciera gustarnos que todo esto siga ocurriendo?
Por Felipe Baldonado y Pablo Baigorria – Coordinadores Proyecto Altavoz. Juventud Compromiso con Tigre.