Nos encontramos en una nueva etapa electoral en nuestro país y comienzan a aparecer los ejes de los debates mediáticos: economía, FMI, pandemia y vacunas…. ¿y la educación? A lo mejor, debatir la manera en la que nos educamos no genera rating y es difícil escuchar a los principales candidatos hablar de ello. Sin embargo, es de amplio consenso que nuestro sistema educativo demanda una serie de cambios de cara a este nuevo siglo y sus desafíos. En este sentido, cuando terminamos el secundario, somos muchos quienes nos quedamos con las ganas de haber podido aprender más acerca de Educación Financiera.
Las decisiones económicas de una persona tienen injerencias profundas en el desarrollo de su vida, ya sea la manera en la que realizamos nuestros gastos diarios, cómo ahorramos o cómo planificamos los siguientes 20 años de nuestra vida. Es por ello que para poder alcanzar las decisiones financieras óptimas de una persona, debemos educarnos en relación a las herramientas que disponemos. Como sociedad, no podemos permitir que los jóvenes que terminan sus estudios secundarios desconozcan al sistema bancario por completo: no sabemos cómo se calculan los intereses de una tarjeta de crédito, cómo podemos ahorrar o qué es un presupuesto. La única cultura financiera que tenemos en nuestro país termina siendo comprar dólares y guardarlos en el colchón, y eso debe cambiar de manera urgente. En varios casos, el desconocimiento financiero se traduce en una exclusión financiera por décadas y en condicionamientos a las conductas en el futuro: las personas jamás van a poder sacar provecho de las finanzas si no saben cómo se usan. A su vez, la suma de estas malas decisiones nos puede llevar a estar peor cómo sociedad: si todos ahorramos dólares bajo el colchón, un emprendedor nunca va a poder llevar adelante su idea o un joven jamás va a poder pensar en un crédito hipotecario (además de que los dólares van a perder su valor a lo largo del tiempo, por supuesto). Es evidente también que los ahorros en dólares bajo el colchón son consecuencia de una desconfianza justificada, pero frente a esto tenemos que mostrar que hay otros instrumentos que nos pueden proteger frente a la inflación o nuestro valor en dólares (por ejemplo, Bonos, Bonos CER, CEDEARS, o mismo acciones o fondos comunes de inversión).
Las nuevas herramientas tecnológicas y el crecimiento exponencial de las Fintech (empresas que usan la tecnología para brindar servicios financieros) nos permiten acceder al mercado de manera mucho más sencilla. Esto trae cientos de beneficios en pos de la democratización del mercado financiero, sin embargo, siempre van a existir personas que le quieran sacar provecho al sistema jugando con la confianza de la gente.
En momentos donde se habla de las criptomonedas constantemente y la tecnología nos permite acceder al mercado en segundos, debemos estar más preparados que nunca para sacar provecho de estas herramientas. La exposición a estas nuevas plataformas, en un marco de desconocimiento financiero, puede generar experiencias traumáticas para quienes invierten sin saber, sólo porque creen que pueden ser millonarios en semanas. Para darnos una idea, el rendimiento anual promedio de las 500 empresas más grandes de Estados Unidos (S&P 500) de los últimos años es del 12%, por lo que no hay que dejarse llevar por ilusiones que pueden ser peligrosas.
Ahora bien, ¿Cómo puede ayudar la Educación Financiera al desarrollo de un país?
Es claro que la clave del desarrollo argentino se resume en apostar por el país, es decir, invertir dentro de nuestra economía. Si queremos crecer y generar riqueza, debemos apoyar a quienes tienen ideas valiosas para el país. El desarrollo del mercado de capitales es una columna fundamental del desarrollo económico y productivo. Tenemos que generar las condiciones necesarias para que la gente pueda ahorrar en la Argentina, en moneda nacional y dentro de las instituciones financieras. No podemos concebir a una Argentina moderna si el grueso del ahorro nacional no se puede aprovechar para emprender nuevos proyectos de inversión para generar empleo. Además, en contra de lo que se cree popularmente, la Argentina tiene muchos ahorros. El problema es que estos ahorros no se canalizan en inversiones u oportunidades.
Un mercado de capitales desarrollado nos permite proyectar nuestros planes de vida: hogar, emprendimientos, estudios e inversiones. Al no existir oportunidades de inversión accesibles, las buenas ideas no se pueden materializar y las inversiones quedan en las pocas manos que las pueden financiar. En términos sociales, las herramientas crediticias son una enorme oportunidad para las personas con menos recursos, pero un mal manejo financiero puede terminar condenando a la gente a tener infinidad de deudas impagables. En este sentido, la falta de educación financiera termina perjudicando a quienes desconocen de la materia y a la sociedad en su conjunto.
El expertise argentino es único en el mundo y tenemos mucho más para ofrecerle a los otros países. La Argentina del Siglo XXI debe mirar con buenos ojos exportar su talento y compartir todo lo que tiene para ofrecer. Para ello, los portadores de enormes ideas deben contar con los medios y las herramientas para poder llevar a cabo sus proyectos, y nuestro país debe ser concebida nuevamente una tierra de oportunidades.
Por Sebastián Rovira y Felipe Baldonado, economistas de la Universidad de San Andrés.