¿Qué significa erradicar la violencia de género?

El 25 de noviembre de 1960 las hermanas Mirabal fueron asesinadas por la dictadura de Rafael Trujillo en República Dominicana.

Milagro Pannunzio 25N San Fernando

Patria, Minerva y María Teresa Mirabal fueron tres militantes políticas de la época que se opusieron activamente al Golpe de Estado vigente. Con el tiempo se convirtieron en un símbolo para el pueblo dominicano, y también para la lucha de las mujeres de la región. 

En el año 1981 el movimiento feminista latinoamericano tomó esta fecha para conmemorar a las hermanas, conocidas como “Las Mariposas”, y lo declaró el Día Internacional de la No Violencia contra las Mujeres en el Primer Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe. El objetivo era visibilizar los distintos tipos de violencia de género que viven las mujeres tanto en el espacio privado de sus hogares, como en la arena pública ejercida por los Estados. Luego, en 1999 la ONU adhiere a la declaración latinoamericana y convierte el 25 de noviembre en el Dia Internacional de la No Violencia contra las Mujeres para todas las naciones que la integran.

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A lo largo de los años fue cambiando de a poco lo que significa para las sociedades la lucha de las mujeres por la igualdad de género, incluyendo el mismo significado de género, mujer, violencia o machismo. En un día como hoy tenemos la pequeña tarea de repensar qué significa erradicar la violencia de género en Argentina.

En marco conmemorativo de la fecha, el Observatorio de Violencias de Género, “Ahora que sí nos ven”, publicó las cifras de femicidios desde el 1 de enero de 2019 hasta el 20 de noviembre del mismo. Una vez más, son alarmantes y nos ponen la piel de gallina. Argentina lleva 290 mujeres y niñas asesinadas en 324 días; es decir, una muerta cada 26hs por el simple hecho de ser mujer. Otro dato que no podemos dejar pasar es el hecho de que sólo el 3% de ellas fue asesinada en manos de un desconocido, mientras que en el 44% de los casos el agresor fue su pareja, el 19% ex pareja, el 14% un familiar y el 6% conocidos (del 14% de los casos restantes no se registran datos). Para volver a pensar el concepto de que las mujeres debemos cuidarnos constantemente en la vía pública y vivir atentas sobre con quien y cómo nos relacionamos, en realidad es en nuestros círculos íntimos y en nuestros hogares donde nos encontramos en mayor peligro de ser asesinadas. De todas formas, sí debemos cuidarnos de desconocidos en el trabajo, en la vía pública, en las escuelas o en hospitales porque la violencia de género es mucho más amplia que el hecho de que tu vida termine en manos de un varón.

A partir del movimiento “Ni una menos” el feminismo dio un paso agigantado en el país, logrando que toda la sociedad comience a tomar conciencia de la gravedad del asunto. La violencia machista se lleva la vida de una mujer prácticamente todos los días. Por eso hoy y hace años, señalamos la urgencia y la necesidad de trabajar sociedad civil y Estado en conjunto para que dejen de matarnos. Pero esta tarea requiere entender a la violencia de género de manera mucho más amplia e integral. 

Violencia de género no es solo que tu pareja te pegue o te maltrate, o que nuestros cuerpos sean las principales víctimas de la trata de personas. Estos ejemplos son el reflejo mas brutal y extremo de lo que significa la violencia contra las mujeres, pero son posibles porque existen otros tipos de violencias que se relacionan entre sí y tienen estas últimas consecuencias. Según la Ley 26.485 en Argentina, la violencia de género es “toda conducta, acción u omisión, que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, como así también su seguridad personal”. Usemos esta ley, sancionada hace 7 años, como disparadora. Los distintos tipos de violencia sobre las mujeres se manifiestan en todos los ámbitos que integran a la sociedad. Desde el hogar, la familia, la educación, el trabajo, el deporte, las redes sociales, la política, la salud, el arte, la cultura, la ley, los medios de comunicación, la ciencia, la religión y cualquier otro espacio social se ejerce, se sostiene y se reproduce la violencia machista. Este sistema de instituciones físicas y discursivas es lo que llamamos, patriarcado.

El patriarcado está presenta en todo lo que nos constituye como personas y como sociedad también. Desde que somos chicos y chicas nos lo enseñan y crecemos siendo testigos de él. El patriarcado es un sistema que sostiene y hace legítimo que hombres y mujeres sean desiguales, que los hombres tengan ventajas y privilegios sobre las mujeres. Es lo que le da forma a nuestro sentido común, y por lo tanto a nuestra manera de pensar, actuar, sentir y entender todo lo que nos rodea. Para el patriarcado, los varones tienen que ser fuertes pero no tienen que llorar, deben ser los proveedores de la casa, tienen que saber cambiar la rueda del auto y son seductores natos. Por otro lado estamos las mujeres, con una sensibilidad que llega a desarrollar el sexto sentido, con el instinto materno siempre abajo del brazo, y con un talento por la cocina que nos deja listas para casarnos. Va desde el cúmulo de ideas y mandatos sociales hasta la materialización de los mismos. Por ejemplo, que la brecha salarial en Argentina ronde el 25% según un informe de la Organización Internacional del Trabajo en el año 2019. Esto es, que las mujeres ganamos menos que los hombres por hacer exactamente el mismo trabajo. O aún peor, que la tasa de desempleo de las mujeres del Gran Buenos Aires sea del 25,8%, mientras que las de los varones un 19,4% (Datos INDEC, informe segundo trimestre 2019).

La violencia de género es la manifestación real del patriarcado. Es que al caminar por la calle nos miren asquerosamente de arriba abajo seguido de un gesto sexual o una declaración del tipo “mira lo que sos”. Es que no podamos decidir qué método anticonceptivo queremos usar en nuestro cuerpo o no tengamos control sobre nuestra capacidad reproductiva, ya sea porque nuestra pareja sexual no nos lo permite, porque nuestra/o ginecóloga/o no nos escucha, o porque simplemente no tenemos la información al respecto. Es que la mayoría de los lugares de toma decisión estén ocupadas por hombres, tanto en el mundo empresarial como en los gobiernos del mundo entero. Es que nuestra palabra valga menos que la de los varones o que muchas veces sea invisibilizada y también callada. Es que ellos tengan la impunidad de desaparecer de sus hogares, dejando a las mujeres criando solas, sin pasar un peso de cuota alimentaria y sin hacerse cargo de la paternidad con sus hijas e hijos; pero mientras tanto las mujeres sean mal vistas en el transporte público si el bebé no para de llorar. Es que en toda comunicación demos por hecho que al decir “todos” estamos incluyendo a hombres y mujeres, y que nos moleste nombrar a todas y todes. Es pensar que si tu pareja te cela es porque te quiere y se preocupa por vos, cuando en realidad esa es la puerta a una constante situación de control y opresión. Así podríamos llenar cientos de páginas. 

Una vez que empezamos a ver al mundo en clave patriarcal, lo vemos en todos lados. El machismo dirá que estamos locas porque pone resistencia a todo acto que lo pueda desacreditar, pero nosotras ya estamos en una revolución que lejos de frenarse se encuentra en plena ola. Tirar al patriarcado es derribar cada creencia machista, frenar la violencia de género y construir nuevas lógicas que sean desde la igualdad entre hombres y mujeres. Pero esta tarea no es sólo de las mujeres, sino que todos, todas y todes tenemos que rever cómo funciona la violencia de género en la sociedad y ponernos como objetivo erradicarla. Esto requiere pensar cada parte de nuestra cotidianeidad como particulares, pero principalmente como partes de un colectivo. Deconstruir nuestras relaciones personales, cada espacio en el que nos movemos, volver a aprender todo lo que creemos que sabemos. No importa si sos hombre, mujer o no binario porque todes nacimos en el patriarcado y todes lo reproducimos. Lo que sí hay que tener bien en claro es que este sistema violenta constantemente a las mujeres en un mundo de desigualdades. Aunque todos nuestros esfuerzos no tendrían sentido si no hay un Estado impulsando y acompañando este cambio rotundo porque necesitamos leyes y políticas públicas que estén a la altura de la urgencia que vivimos y que sean de vanguardia. Sino, pensemos qué dirían las hermanas Mirabal.

Sin feminismo no hay justicia social. Seamos agentes multiplicadores de esta revolución. Empezá el día pensando qué vas a hacer para erradicar la violencia contra las mujeres; y si todavía no se te ocurrió nada, preguntale a otra mujer.


Por Milagro Pannunzio. Militante feminista. Kolina San Fernando. Miembro de la mesa de mujeres del Frente de Todes.