9J – Los ecos de la independencia en la consolidación de nuestra democracia

La declaración de la independencia de nuestro país, de la que hoy se cumplen 205 años, nos otorgó como nación una de las mayores herramientas de las que puede gozar una democracia más de cien años después: la libertad.

En esta época difícil, llena de obstáculos y con la incertidumbre respecto de lo que vendrá, es necesario volver a esos valores que impulsaron a los patriotas en 1816 y tratar de pensar un presente y un futuro que se apoye en los ideales que siempre nos guiaron.

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Esa libertad que fue el motor de los movimientos independentistas puede traducirse de muchas maneras, y este año, donde volvemos a las urnas, nos llega en forma de una elección que, por encima de cualquier resultado, representa un paso más a favor de la legitimación democrática.

Desde la independencia hasta el presente, nuestro país vivió -y vive- una vida convulsionada. Que desde 1983, más allá de los matices y las crisis, sostengamos una democracia cada vez más robusta es uno de los grandes orgullos que nuestra generación puede mostrar ante el legado de quienes forjaron la independencia de nuestro país.

Seguir legitimando este orden político y social elección tras elección es un aval del sistema que nos representa y una constante renovación de nuestras demandas para que la democracia no sea una entidad estática, sino una fuerza viva que nos exige no sólo defenderla, sino también ampliarla, hacerla progresar.

En ese desafío ponemos en juego nuestra capacidad como sociedad para exigir y generar políticas públicas que sean el resultado del diálogo y el consenso, para que de esta forma la ciudadanía cuente con herramientas concretas y de amplio alcance para fortalecerse.

Por lo tanto, la democracia representa el recurso más directo para la protección y la vigencia de los derechos humanos, y es a través de las elecciones donde ponemos nuestro voto para reafirmar este compromiso ineludible.

Hoy una pandemia nos mostró los horrores de la enfermedad y la muerte, pero también nos puso de cara frente a lo que somos, de qué estamos hechos ante la adversidad y cuáles deben ser los caminos para superar uno de los momentos más difíciles que la humanidad recuerde.

Tal vez una de las principales lecciones de estos tiempos es la certeza de que en soledad muy poco es posible. No hay forma de salir adelante sin el aporte de la amplia mayoría, y si no comprendemos el valor de cada uno en el conjunto tal vez los resultados no sean los que mejor se ajusten a las demandas del presente.

Esta exigencia es la que tenemos de cara a lo que se viene, un mundo más complejo que el que teníamos cuando todo esto empezó. Por lo tanto, como sociedad estamos ante el enorme desafío de ser todos y cada uno de nosotros quienes formemos parte de la solución.

No es casualidad, por lo tanto, que valores de igualdad, compromiso social, justicia, educación o del trabajo que guiaron a la independencia, se repitan hoy como indispensables a la hora de pensar soluciones para superar los problemas que nos atraviesan y consolidar el desarrollo de un país cada vez más grande.

A 205 años de la independencia está claro que recorrimos un duro camino, pero que lo seguimos haciendo con la libertad y la convicción de que somos nosotros los encargados de elegir nuestro propio destino, sin perder de vista el compromiso irrenunciable con la democracia y el respeto por los derechos humanos.

Por Guido Lorenzino – Defensor del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires