9 de julio de 2020

En la conformación y constitución formal de la Patria, la Democracia y la República, es fundamental tener división de poderes que solucionen los problemas de la sociedad, integrar visiones políticas variadas y justicia social legitimada institucionalmente para garantizar derechos sociales, laborales y políticos a los ciudadanos, tanto a nivel individual como colectivo.

Debemos, si nos consideramos patriotas, cuidar, defender y amar a la Patria, y eso no se logra a través del odio a otro argentino o argentina. Todos y todas somos militantes de nuestro pueblo y país porque lo amamos. Amamos a nuestros próceres, a nuestra cultura, música, tradiciones, deportistas y clubes de fútbol. Nuestros padres y madres de la Patria nos heredaron una tierra llena de oportunidades y progreso, con próceres desde Sarmiento y su desarrollo del conocimiento científico y la ilustración europea, con sus obras de infraestructura eléctrica y construcción edilicia educativa; hasta Belgrano y su declaración de independencia e identidad libre de la presión española, llevando la contra al unitarismo porteño, poniendo en las campañas militares y políticas su propio dinero, siendo actualmente para todos un ejemplo entrega personal a un proyecto nacional y popular de libertad inclusiva hacia todos los habitantes, incluyendo a los pueblos originarios a través de su propuesta en el Congreso de Tucumán una democracia representativa parlamentaria con un monarca inca, distanciado de algunos criollos que pedían al Rey de España.

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La grieta, como lo pudo haber sido entre San Martín y Carlos María de Alvear o Rivadavia; Sarmiento y Rosas; Yrigoyen o Perón y la oligarquía terrateniente de la Pampa Húmeda; debe ser un estimulante del debate público para perfeccionar cada aspecto de la vida nacional.

Lejos de ser destructiva, la grieta debe ser constructiva desde la permanente puesta en análisis crítico de la realidad mediante la observación científica, impulsada desde la academia universitaria, las organizaciones políticas, sindicales y sociales; y el Congreso.

Desde la interna civil argentina entre caudillos federales y el unitarismo porteño, nuestras provincias e intereses regionales público/privados contrapuestos buscan la viabilidad de sus pueblos y gremios locales mediante la interconexión de un Estado Nacional conformado económicamente por los impuestos de ciudadanos que se ajustan a Derecho, que a su vez lo obliga al propio Estado a estar al servicio de dichos Ciudadanos, aplicando políticas de carácter federal, más allá de los intereses materiales y simbólicos en pugna.

Algunos ejemplos de esto son la obra pública en todo el territorio nacional; los créditos y planes financieros al sector privado de la Banca Pública e impulso esquemas productivos agroexportadores e industriales que impulsen el empleo y el consumo interno como también el comercio exterior; inversión energética para mayor accesibilidad poblacional; seguridad interna y externa en servicio y en defensa de los ciudadanos; educación superior de calidad y en cantidad para todos y todas; control y propuestas legislativas en todos los niveles del Estado; fomento a las actividades culturales de todos los rubros; derechos sociales y laborales, etcétera.

La Declaración de la Independencia del 9 de julio de 1816 en el Congreso de Tucumán es un hecho histórico en toda Latinoamérica, significa soberanía en nuestra Nación porque fue un acto inspirador de liberación anticolonial para el continente americano, que ya tenía a San Martín y Belgrano como héroes y patriotas para unos, y merecedores de la condena pública y la férrea oposición al punto de exigirles el exilio para otros.

La soberanía e independencia implican en la práctica poder vivir bien y dignamente con lo nuestro, sin la entrega de recursos estratégicos al azar del mercado internacional; sin pedir prestado en exceso (deuda externa) decidiendo nuestro propio destino; gobernados por nosotros mismos y generando nuestros propios recursos. Nuestros recursos naturales pero también humanos, con nuestras leyes, nuestros representantes asamblearios y gobernantes, nuestras tradiciones, nuestra cultura, nuestros pensamientos y nuestras ideas.

Por eso mismo, es que resulta imperioso que el sistema judicial, el periodismo, la política, el sector emprendedor, comercial y las grandes empresas, logren un acuerdo que permita un crecimiento paulatino de la economía para evitar un nuevo colapso socioeconómico.

Es irónico como el discurso liberal contemporáneo se apropia y se sirve de la palabra “libertad” o “justicia” sólo para proteger propiedades y títulos de la clase económica media y alta, incluso defendiendo delitos que agravan la solidez institucional de la república que ellos mismos representan, sobretodo cuando es defendiendo posiciones monopólicas y privilegios oligárquicos dignos de países atrasados; donde el espionaje y la seguridad interna está al servicio de operadores mafiosos o mediáticos que buscan extorsionar a disidentes políticos que buscan justamente avanzar contra este problema de fondo en la Argentina.

Nuestros próceres cuando hablaban de Libertad, también hablaban y nombraban la palabras Equidad, Fraternidad, Justicia, Soberanía y Solidaridad.

Es necesario un plan federal de generación de trabajo, bienes, servicios y tecnología que impulse emprendimientos productivos e innovadores en todos los rincones de la Patria, con una acción y obra pública presente en cada hogar a través del cuidado y la defensa de los habitantes de nuestra tierra, con un Gobierno Nacional, Provincial y Municipal presente, control del Congreso mediante, y autoridades del poder judicial que avalen públicamente los presupuestos pactados y los gastos posteriores correspondientes, para evitar multas, sanciones o condenas futuras alegando una red de corrupción política y empresarial.

Por alguna razón natural, cultural, intelectual o espiritual, la tendencia social indica que estamos condenados a la búsqueda por alcanzar nuestra plenitud, comprendiéndola como la felicidad: paz y armonía individual y colectiva. La plenitud de la patria no debería ser otra cosa que el desarrollo nacional maximizando su potencial en generación y distribución de la riqueza, del mismo modo que se genera riqueza para el hogar familiar y se distribuye con los que uno ama y/o respeta.

Tenemos una oportunidad de planificación federal y tecnologización industrial sostenible e inclusiva para un desarrollo parejo de los actores y grupos trabajadores y sociales que componen nuestro pueblo.

De la misma manera que los científicos argentinos utilizan técnicas adquiridas en la universidad pública en servicio de su entorno y su realidad territorial, hoy dominada por la urgencia pandémica; las ciencias políticas, económicas, sociales, las profesiones y oficios liberales, los trabajadores organizados, las cooperativas de trabajo y el sector privado divididos en ramas deben articular pactos solidarios de cooperación con el objetivo de sacar adelante un pueblo argentino al que ya sólo le resta crecer, en el sentido histórico de la palabra.

Por Lucas Gianella – Concejal Tigre