Cada vez que se acerca el 8M, las temáticas de las MUJERES se hacen vigentes en la agenda pública: acciones culturales, notas periodísticas, hasta vemos varones en los programas de TV escuchando, que ya es un montón.
Pasa la semana del 8M, pasa el tema de la agenda, y quedan las violencias, las mismas violencias de género, de varones a mujeres.
De vez en cuando, la sociedad vuelve a estremecerse con algún que otro caso de mayor violencia hacia las mujeres y disidencias, pero el resto de los días, trascurre con normalidad. Mientras tanto, todos conocemos a alguna mujer, amiga, vecina que está atravesando alguna situación de violencia de género: un padre de hijes que no pasa la cuota alimentaria, un novio que ahorca a su novia hasta dejarla sin aliento, y al día siguiente pide perdón; un jefe que pide favores sexuales a cambio de sostener los empleos; cosas de todos los días, que se ven interrumpidas por hechos de violencia más explícita que llegan a los medios de comunicación.
Es el caso de los machitos de Palermo, que violaron a una mujer entre seis. Entonces todos hablan de lo mal que está violar a una mujer entre seis varones.
Cuando nos preguntamos ¿de dónde viene esa violencia?¿a qué se debe? Cuando nos atrevemos a decir que los varones violentan porque pueden, y cuando decimos que la violencia es reproducida y ejercida por todas las instituciones de esta sociedad: aparecen los Bullrich, los Fernando Iglesias a decir: “no todos los varones violan”. Al ver como en filita reaccionan de manera corporativa y atacan con pedidos de renuncia de la ministra de Géneros, estamos tocando intereses. Interpelamos, entonces es por ahí.
Nos les parece raro a la Bullrich, Iglesias y sus aliades, que todas las personas que habitan esta sociedad, conozcan alguna mujer que fue o es violentada, ¿pero nadie o muy pocos conocen a un varón que ejerza violencia hacia una mujer? Esas conductas machistas son disfrazadas de “despecho”, de pasionales, de estar muy enamorado, o que se le pasó la mano abusando de su fuerza. Por qué no llaman las cosas por su nombre: son varones que aprendieron la violencia en sus familias, en las escuelas, en los clubes y deportes que practican, en la calle. Son varones educados en una sociedad machista en el que la violencia está habilitada, es enseñada y es deseable que sea practicada y ejercida. Cuantas más conductas violentas puedan desarrollar, mejor les irá en esta sociedad. Por eso decimos, son “hijos sanos del patriarcado”, por eso decimos “no son animales ni monstruos”, son personas que están en tu reunión familiar, hasta compartiste un mate, alguna que otra vez.
Es importante correr la mirada, Dejarnos de preguntar por las víctimas ¿ella qué hizo?, a dónde iba, si tenía alguna “relación tóxica”. Empecemos a preguntarnos quiénes son los que abusan, violan, matan.
Preguntarnos por las masculinidades, es entender las múltiples formas de ser varón, con todos los atravesamientos que eso conlleva: de clase, de identidad sexual, de edad. Se trata de construcciones diversas. Está claro, por tan claro, no hace falta la aclaración: las formas de ser varón son muchas y diversas, y su relación con la violencia también lo es y como escuchamos por estos días, “no todos los varones ejercen violencia”. El problema es la masculinidad hegemónica heterosexual, en el que la violencia se impone como un mandato. Son varones perfectamente integrados a la sociedad.
Los movimientos feministas, las redes de solidaridad y de cuidado que desarrollamos las mujeres, el “llegué bien”, el andar siempre de a dos, no son suficientes, no alcanzan. La pregunta sobre cómo resolver las violencias de género, es hacia la sociedad en su conjunto: hacia aquellos varones criados como machitos que se la bancan, hacia aquellos grupos de amigos en los que circulan testimonios de situaciones en la que violentan a sus parejas, hacia los directivos de las instituciones educativas que no aplican la Ley de Educación Sexual Integral en sus escuelas, hacia las agrupaciones políticas que avalan la violencia de varones hacia mujeres y diversidades porque “son las reglas del juego”, hacia las empresas privadas que no contratan mujeres porque “se embarazan”, etc etc. Parte de hacernos esta pregunta es empezar a ver el problema y desandar este camino de construcción de sociedades patriarcales, que en definitiva es la construcción de sociedades más justas.
Por María Flor Rubinich – Lic en Trabajo Social – Militante política