Por Catalina Riganti*
El 8M no es una fecha de festejos o mensajes de felicitaciones, es ante todo un recordatorio de lo que construimos como sociedad y un llamado a la acción para seguir trabajando por lo que falta. Cada 8 de marzo el rol de la mujer y nuestros derechos vuelve a ocupar todos los titulares de los medios y nuestras redes sociales se tiñen de posteos, reflexiones y pedidos.
El mundo entero se dispone a hablar de las mujeres y Argentina no es la excepción, porque la discusión sobre la igualdad de derechos y el mismo acceso a oportunidades no está saldada.
No es casualidad que la representación femenina en distintos espacios de la sociedad nos resuene a los argentinos: en 1991 nos convertimos en el primer país del mundo en implementar una ley de cupo femenino, estableciendo un piso del 30% de candidaturas femeninas en las listas electorales. Esta medida logró un aumento significativo en la representación de las mujeres en el Congreso, pasando del 24,9% en la Cámara de Diputados en 1995 a un 36,2% en 2005 y de un 2,8% en 1995 al 33,3% en 2001 en el Senado Nacional.
En 2016, todas las legisladoras mujeres de la Cámara de Diputados lograron ponerse de acuerdo para sancionar la Ley de Paridad sobre tablas, desafiando en muchos casos a sus “jefes políticos” y entendiendo con valentía que debemos unirnos para garantizar la voz y la representación de todas. Gracias a ellas, hoy Argentina se ubica como el segundo país con mayor presencia femenina en el Congreso Nacional en Sudamérica, después de Bolivia, según la Unión Interparlamentaria (2023).
Pero entonces, si los números van tan bien, ¿por qué cada 8M volvemos a hablar de esto? En primer lugar, porque llevamos décadas impulsando cambios, pero el camino sigue en construcción y cada resultado obtenido impacta positivamente no solamente en las mujeres sino en toda la sociedad. En segundo lugar, porque urge que la representación femenina en lugares de poder sea sustantiva y no solamente numérica: no se trata de ocupar lugares ‘por el hecho de ser mujer’, sino de qué lugares ocupamos y cuánto espacio tenemos a la hora de la toma de decisiones, especialmente en áreas como el presupuesto, la planificación urbana o el espacio público.
La consolidación de liderazgos femeninos en el ámbito tanto público como privado son la llave a la diversidad y el desarrollo de capacidades que nos estamos perdiendo cada vez que replicamos modelos patriarcales de toma de decisiones. La mirada transversal y la perspectiva de género en cada ámbito permite fortalecer la discusión, y en el caso de la política, lograr políticas públicas más robustas que incorporen nuevas perspectivas y aseguren que las decisiones estén vinculadas directamente a la realidad de lo que necesita la ciudadanía, sin dejar a nadie afuera.
En el ámbito local, esa apertura es fundamental. Pienso en mujeres que marcaron la historia en sus gobiernos locales, como Nélida de Miguel, la primera mujer en asumir como intendenta en Argentina, en 1973 en la ciudad de Rosario. Ella abrió el camino para que hoy, 11 mujeres ocupen el cargo de intendentas en distintos municipios de la Provincia de Buenos Aires.
Hoy, 8 de marzo de 2025, escribo esta nota desde el encuentro regional de Potencia Argentina (potenciaargentina.pa) una aceleradora de democracia que me seleccionó junto a otros 109 políticos/as de 22 provincias de la Argentina entre casi 7.000 participantes para capacitarme, desarrollar liderazgos y buscar consensos con otros en un contexto en el que el diálogo y la escucha parece haber pasado de moda.
Somos 47 mujeres las que formamos parte de esta cohorte y admiro profundamente a cada una de ellas. De distintas edades, distintos partidos, distintas ciudades y provincias, con ideas diversas pero todas unidas desde la transversalidad de la temática, la transgeneracionalidad que hace que aprendamos de nuestras ancestras y trabajemos por dejar un mundo mejor a nuestras hijas, y la horizontalidad, la fuerza y la empatía suficientes para entender que la causa de equidad de género no impacta solamente en nosotras ni en el presente, sino que augura sin dudas un futuro mejor.
Hace siete años que tengo la posibilidad de ocupar un espacio de representación en mi municipio que me enorgullece y que me encomendaron los ciudadanos. Hoy soy concejal, vicepresidenta del Concejo Deliberante y jefa de bloque de Convocación por San Isidro. Todos los días trabajo con mujeres poderosas que me inspiran, me animan a desafiarme y a hacer red para unirnos. Vecinas, líderes de organizaciones sociales, empresarias, emprendedoras, jóvenes activistas, madres: mujeres maravilla.
Si algo aprendí estos años es que no alcanza con garantizar el acceso a las candidaturas, sino que hay que discutir la falta de espacios para las mujeres en la toma de decisiones dentro de los propios partidos. El cupo termina siendo un parche a una problemática mucho más compleja: la crisis de representación y la falsa creencia de que todo es meritocracia. Cuando empezás el partido con la cancha inclinada, no importa qué tan bien juegues, estás en desventaja. En Argentina, menos del 30% de los ministerios son liderados por mujeres y son exclusivamente los vinculados a las tareas de cuidado, perpetuando estereotipos de género.
En los gobiernos locales estamos demostrando que armando redes de mujeres desde la horizontalidad, la transversalidad y la transgeneracionalidad podemos lograr transformaciones profundas, especialmente poniendo en agenda la economía, el empleo, la discapacidad, la tecnología y la participación, tendiendo puentes con mujeres líderes del sector privado y de las organizaciones de la sociedad civil. La representación femenina en política no puede ser sólo un tema de discusión cada 8M ni el día para mirar los números ni las diferencias por género, sino una prioridad constante en la construcción de una democracia más justa e inclusiva.
* Catalina Riganti – Vicepresidenta del Honorable Concejo Deliberante de San Isidro y Jefa de Bloque de ConVocación por San Isidro.