Me resulta muy doloroso encontrarme en esta fecha escribiendo nuevamente sobre el Ni una menos. Que este movimiento siga gritando desde hace ya 7 años, y que no haya cambiado absolutamente nada es un fracaso de toda la sociedad argentina, pero por sobre todas las cosas, del Estado Argentino.
Mucho se habla de la boca para afuera. Todos coincidimos en que hay que erradicar el machismo, todos se suman al hashtag del Ni una menos, se atan el pañuelo verde y el violeta también; se logró legalizar el aborto, cambió el lenguaje con la finalidad de ser inclusivo. Pero ¿Quién está haciendo algo por salvar la vida de las mujeres argentinas que mueren cada 27 hs.? Por salvar el presente y el futuro de esos niños, hijos de madres que ya no están. Pareciera que empezáramos de atrás hacia delante, desde lo menos primordial, a lo más primordial. Porque ¿Qué hay más básico y primordial que el derecho a la vida? ¿Quién nos garantiza a todas las mujeres, trans y travestis que un día no vamos a morir asesinadas en manos de un hombre?
En primer lugar, deberíamos dejar de aplaudir Ministerios que no funcionan. Su existencia per se no garantiza absolutamente nada, y las cifras hablan por si solas. Porque lo más triste de esto, es que antes se la culpaba a la mujer por no denunciar; pero en los últimos años las mujeres comenzaron a animarse a hacerlo, y ello debería representarse en las estadísticas, ya que es el primer eslabón necesario para prevenir los femicidios. Sin embargo, nos encontramos en las estadísticas con que en 2015 asesinaban una mujer cada 37 hs., y hoy, en 2022, asesinan una mujer cada 27 hs. Claramente estarían fallando el resto de los eslabones, estaría faltando un poco más de compromiso por parte de quienes deberían cuidarnos. Porque no nos olvidemos que todo femicidio es 100% prevenible, y cada vida perdida pone en evidencia la ausencia del Estado y la hipocresía de la sociedad que elige no acusar al violento, ni acompañar a la víctima, ni escrachar al policía que no toma la denuncia, ni salir a marchar cuando hace falta. Del sillón de casa nos horrorizamos todos.
Está claro que algo está fallando en la manera de comunicarnos; en la manera de educar a nuestros hijos e hijas; y quizás también, en la manera en que salimos a exigirle al Estado y a la justicia que nos garantice el derecho a la vida. Ese puede ser nuestro mea culpa como mujeres. Pero si a 7 años del primer Ni una menos, después de tanta lucha, de pedir a gritos que dejen de matarnos, nada cambió, la conclusión es muy clara: las prioridades están puestas en otro lado.
Por Claudia Rognone – Concejal Juntos Escobar