Hace seis años un día como hoy, el 3 de junio del 2015, el movimiento feminista inauguraba una nueva etapa.
No nació de un repollo: los feminismos tienen en nuestro país años de historia y de construcción, de encuentros federales, que habían permitido el cruce de mujeres, lesbianas, travestis y trans de los recorridos más diversos. De ese encuentro entre las compañeras de los movimientos sociales y las intelectuales de la academia, entre las periodistas feministas y las sindicalistas se habían ido tejiendo diálogos y redes y una agenda profunda de reclamos, de demandas, de propuestas. Pero esa jornada histórica del 2015 en la plaza de los dos Congresos y en las plazas de todo el país iba a ser un quiebre en nuestra larga tradición de organización. Empezaba una nueva etapa marcada por la masividad en las calles, por la irrupción de esa agenda en los medios, en las escuelas, en los sindicatos, en los almuerzos familiares, en las campañas electorales.
Hartas de contar femicidios y memorizar los nombres de nuestras hermanas asesinadas por la violencia machista, gritamos Ni Una Menos. Y esa simple consigna de tres palabras nacida en un encuentro de lectura entre escritoras, periodistas y familiares de víctimas, se iría llenando de significantes para ser ya no sólo una contraseña defensiva, sino una potencia de transformaciones que aún siguen en curso.
Dijimos también “Ni una menos por aborto clandestino” y en diciembre el año pasado conquistamos la Ley Nº 27.610.
Dijimos “La deuda es con nosotras” y “Vivas, libres y desendeudas nos queremos” cuando el macrismo nos volvió a endeudar con el FMI. Enfrentamos sus políticas neoliberales en las calles y fuimos partícipes de su derrota electoral.
Dijimos “No en nuestro nombre” cuando se intentó vender como respuestas a nuestros reclamos lo que no era más que reformas punitivistas al código penal. Y bien sabemos nosotras y nosotres que la denuncia y las penas llegan (si llegan) cuando la violencia ya atravesó nuestros cuerpos y nos dejó marcas. Y no alcanzan para reparar y menos para prevenir.
Por segundo año consecutivo la fuerza de nuestro movimiento no podrá latir en las calles. La situación sanitaria y los crecientes contagios por Covid-19 nos exigen cuidarnos y cuidar a otres, y si algo sabemos las feministas es cómo hacerlo porque nuestra militancia busca ser amorosa y compañera siempre. Pero eso no interrumpió los debates ni frustró las alianzas para definir estrategias y armar nuestro pliego de reivindicaciones. En las últimas semanas a lo largo y ancho del país, ardieron los grupos de Whatsapp, armamos reuniones virtuales y documentos compartidos que hoy seguramente se viralizarán en redes, en afiches callejeros y en las puertas de nuestras casas.
Este año, los feminismos decimos que no hay soberanía sobre nuestros cuerpos, sin soberanía alimentaria, económica y sanitaria. Sabemos que no será posible frenar las violencias si las mujeres, lesbianas, travestis, trans, no binaries no tenemos autonomía para decidir sobre nuestras vidas. Por eso exigimos Tierra, Techo y Trabajo para todas y todes; reconocimiento económico de las tareas de cuidados de quienes sostienen comedores y merenderos y están enfrentando al Covid-19 a pura solidaridad; una reforma judicial feminista y transfeminista porque no soportamos más esta justicia machista que no escucha nuestras denuncias y está plagada de fallos misóginos, que llega mal y tarde; acceso a alimentos que actualmente están concentrados en un puñado de corporaciones que fijan precios imposibles; conectividad en los barrios populares que en épocas de pandemia demostró ser un derecho esencial al que no todes tenemos acceso. Los feminismos gritamos “Donde está Tehuel” y exigimos cupo laboral travesti-trans porque nuestro movimiento está cargado de diversidad y queremos un mundo con todes adentro.
Este aniversario del 3J también nos encuentra a muchas de las compañeras que hace seis años estuvimos en esa plaza del Congreso coordinando las columnas de nuestras organizaciones, repartiendo volantes y sosteniendo banderas y carteles, con la responsabilidad de llevar adelante políticas públicas en diferentes cargos de gestión. Así que ese pliego es el orientador de muchas acciones que llevamos a diario en los espacios estatales de los Ejecutivos y las bancas parlamentarias que hemos conquistado. Las feministas no accedemos a esos lugares para sentirnos cómodas y auto-celebrarnos, lo hacemos para aportar a nuestra agenda como movimiento, con esos reclamos como mapas de rutas, con los dolores de las desigualdades en nuestros cuerpos, con los pies en los barrios, con nuestra historia colectiva moldeando nuestra manera de ver el mundo. Y tenemos bien claro que se necesitan cambios profundos para transformar el Estado con una perspectiva feminista, interseccional y popular.
Por eso hoy Ni Una Menos sigue latiendo. Porque las feministas que emergimos masivamente en 2015 y copamos la agenda pública, avanzamos conquistando derechos, organizándonos y disputando el sentido del Estado para que podamos construir esa patria justa, libre y soberana. Con todas y todes adentro.
Por Erica Porris Catellani – Referenta de Mala Junta – Poder Feminista y asesora de la Subsecretaría de Políticas de Género y Diversidad Sexual del Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad de la provincia de Buenos Aires.