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En el momento en que infringe la igualdad legal y la libertad política, la mentira se convierte en un problema de Estado y del Pueblo. “la verdad y la mentira supone mi existencia, la existencia del otro, mi existencia para el otro y la existencia del otro para mí”. (Sartre, J.P., 1966)

Pareciera que desde hace años la autocontención en el mentir es una conducta significativamente perdida. En el Poder Judicial -uno de tres poderes al servicio de los intereses del los ciudadanos y ciudadanas del Pueblo- es donde la mayoría de sus integrantes no tiene los mínimos recursos éticos para controlarse. ¿Los políticos -el PRO-UCR con ayuda de peronistas- han convertido el vicio y la codicia en una ciencia exacta a través del espionaje ilegal? Ya no es la violencia del uno X uno que circula por la sociedad. Hoy, con frecuencia la mentira, la extorción son parte de la violencia institucional.

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El engaño y los corruptores atraviesan a muchos sindicalistas, militares, profesionales liberales, etc., pero cuando su acción toma a la política p.d. atraviesa todos los dominios de la vida cotidiana. Y desde hace años se ha concentrado en el Poder Judicial (elegido por los mismos políticos profesionales) y pareciera que se ha autonomizado de los principios morales y éticos sobre los que juran al hacerse cargo de sus funciones. La mentira y la corrupción desde el Poder. J. disuelve los acuerdos de ordenamiento fundamentados en consenso, la argumentación y la razón. El Poder J. ha autorizado veladamente el espionaje ilegal antidemocrático y republicano para entrometerse en las relaciones de trabajo y hasta la vida de alcoba y alrededores. Su único fin es la codicia de los tránsfugas. El engaño viola el acuerdo abierto y democrático que sostiene el poder legítimo que busca y produce el bienestar de todos.  Hoy, el Poder está gozando de la sospecha de impunidad antirracional heredero de los beneficios de los golpes de Estado. El daño fue, es general al desordenar la vida cotidiana y atacar la cooperación social. La mentira en el Poder J. es una alteración en el derecho y la libertad del que sufre sus consecuencias. El espionaje y la falsedad ideológica es una traición, es vulgar y criminal. La política no es una ciencia, pero también la falsedad esta proscripta. El P. Judicial está en el espacio de la Ley, sin excepción y sin atenuantes, no tiene opción de decidir; ni adentro ni afuera del reino de la inmoralidad “necesaria”. Si hay presos políticos, detenciones arbitrarias, si se miente y hay espionaje ilegal la democracia se transforma en una guerra.

¿Los “argentinos” tenemos el impulso de mentir y justificar a lxs corruptores? ¿La vida política es luchar contra esa tendencia universal? El sujetarse a la prohibición de mentir se aprende y se transmite institucionalmente.

La manipulación de la Ley y de la verdad en el ejercicio judicial (y político e informativo) es una forma de poder inamisible sobre la población engañada. La “Corte Suprema” quiebra – con golpes cotidianos- la libertad, el derecho, la autonomía. Los corruptores en el P. Judicial y su Gestapo destruyen la vida de todas y todos.

La falsedad provoca que todas las afirmaciones carezcan de credibilidad, que todos los contratos sociales, familiares y personales queden vacíos. El no mentir y cumplir las leyes es signo de identidad y pertenecía. Al P. Judicial también le cabe estos principios, no son gerentes de multinacionales ni forajidos afincados en un refugio fiscal. La Corte Suprema no es una isla autónoma beneficiaria privilegiada del trabajo de los argentinos.

Por Ricardo Arias – Carlos Muggeri – Agrupación Sudeste – Verano 2022